La crisis del coronavirus no solo ha agravado las dificultades económicas de miles de familias –hasta 149.000 canarios han caído en la pobreza extrema desde el estallido de la pandemia–, sino que también ha contribuido a empeorar la salud de los barrios. Hasta un 53% de los hogares del Archipiélago –algo más de la mitad– sufrió en 2020 algún tipo de problema en su vivienda o en su entorno, el mayor porcentaje de todo el país. Problemas de ruidos, de contaminación o incluso la delincuencia y el vandalismo están más presentes que nunca en las Islas desde la irrupción de la covid-19. Al menos así se desprende de la Encuesta de condiciones de vida del Instituto Nacional de Estadística, que deja a Canarias como la Comunidad Autónoma en la peor situación del país también en lo relacionado con la vivienda y la convivencia vecinal.

En 2020, el año de la declaración del estado de alarma nacional y del confinamiento de la población, españoles y canarios no tuvieron más remedio que pasar en casa muchas más horas de las habituales. Y, por si fuera poco, las familias isleñas son las que más ruidos –tanto de los vecinos como desde el exterior– tuvieron que soportar. Un 31,4% de los hogares de la región –tres de cada diez– tuvo o tiene problemas con el ruido que hacen sus vecinos o que proviene del trajín del barrio. La Encuesta de condiciones de vida viene publicándose desde 2004, y nunca tantas familias se habían quejado del ruido como en el año I de la pandemia. De hecho, Canarias y Murcia son las dos únicas autonomías donde más del 30% de los hogares tiene que lidiar con el ruido. Por un lado está el causado por la actividad nocturna, que lejos de haberse atemperado tras la irrupción del coronavirus sigue restando calidad de vida a muchas familias. Los vecinos del centro histórico de Santa Cruz de Tenerife, y más en concreto la asociación vecinal El Perenquén, llevan tiempo reclamando que no se autoricen nuevos establecimientos de ocio o restauración si no se asegura el derecho al descanso de los vecinos. Por su parte, desde la asociación de Ciudad Alta, en Las Palmas de Gran Canaria, su presidenta, María de los Ángeles Sánchez, explica que el ruido es hoy «una de las formas de contaminación más importantes que sufre el ser humano». Por otro lado está también el ruido que viene del piso de al lado, ese que está pared con pared, un problema que se ha exacerbado por la obligación o necesidad de permanecer más tiempo en casa. No es lo mismo aguantar al vecino dos horas que hacerlo todo un día.

Con todo, lo más preocupante no son los problemas de ruido, sino la delincuencia y el vandalismo. Hasta un 20,4% de los hogares canarios –dos de cada diez– denuncia haber sufrido el año pasado problemas en su vivienda o en su barrio con delincuentes o vándalos, ya sea por robos, hurtos o desperfectos, por ejemplo. De nuevo son Canarias y Murcia las únicas Comunidades Autónomas donde se supera el 20%, algo que no había ocurrido en el Archipiélago desde 2004.

Por si fuera poco, un 17% de las familias isleñas –de nuevo el mayor porcentaje de España, en este caso junto con Madrid y, de nuevo, la Región de Murcia– tuvo el año pasado problemas por la contaminación. Desde 2007 –18%– no había tantas quejas por la polución.

El virus se lleva la luz

Un 15% de los hogares canarios sufre escasez de luz natural en sus viviendas. No hay ninguna otra Comunidad Autónoma donde haya un porcentaje tan alto de hogares con problemas de iluminación. Llama la atención que en 2019, el año anterior al estallido de la pandemia, solo un 4,2% de las familias isleñas se quejara de la falta de luz natural en sus casas, sobre todo porque la gran mayoría de la población vivió en 2020 en la misma vivienda en que lo hacía en 2019. ¿Por qué entonces se incrementó tanto el porcentaje de hogares con problemas de iluminación? Aunque el Instituto Nacional de Estadística no da ninguna pista, lo cierto es que nunca antes las familias tuvieron que pasar tanto tiempo en casa como el año pasado, por lo que el mismo problema de falta de luz que hasta entonces se pasaba por alto se convirtió de golpe en un gran inconveniente.