«Es difícil tratar peor a las personas y generarles más dolencias por las condiciones en las que las acogemos», resumía ayer la presidenta de Médicos del Mundo, Nieves Turienzo, en la presentación de la investigación llevada a cabo de los migrantes llegados en el último año a Canarias y Melilla, las dos puertas de entrada a Europa tras el cerrojazo a la ruta del Mediterráneo.

Crisis de ansiedad, depresión, insomnio, dolores de cabeza, vómitos, diarreas, brotes de sarna, hongos o sabañones, son algunas de las dolencias que se detectan en los inmigrantes y que, ante la falta de respuesta, en algunos casos «culminan con el peor diagnóstico de una salud mental agotada». Esto es, autolesiones, abuso de psicotrópicos o intentos de suicidios, señala el informe.

Dolencias que se dan tanto entre los acogidos en algunos de los centros del Plan Canarias como entre quienes, ante el temor a la repatriación, decidieron hacer una bolsa con poco más de una camiseta y abandonar los hoteles que hasta febrero estaban siendo usados como alojamientos de urgencia en tanto se construían o adecuaban los viejos acuartelamientos de Barranco Seco y Canarias 50 (Gran Canaria), Las Raíces y Las Canteras (Tenerife) o El Matorral (Fuerteventura).

Este último es el caso de Makha, un senegalés pescador de profesión al que la falta de oportunidades en su país empujó a embarcarse en una patera y que denuncia que le negaron asistencia en un centro de salud de las Islas.

Alojado primero en uno de los complejos hoteleros de Gran Canaria que se habilitaron ante la falta de recursos inicial del Estado, Makha decidió escapar cuando empezaron a separarlos por nacionalidades para trasladar a Tenerife a todos los que eran de Senegal. Entendieron que se preparaba una repatriación, señala el informe de Médicos del Mundo que recoge su historia. «No hemos puesto nuestra vida en riesgo para ahora ser devueltos», pensó. Ya en la calle un día se cayó y se hizo una herida grande en la pierna. Según relata acudió hasta en dos ocasiones a un centro de salud sin que le miraran la herida: «Me dijeron que si no tenía papeles no me atendían. Me fui triste y preocupado, pero pensé que quizás aquí la ley funciona así», explica. En el momento en que Médicos del Mundo lo localizó llevaba días lavando la herida «como buenamente podía y cubriéndola con una mascarilla desgastada».

Los síntomas de depresión es evidente en otro ejemplo del resultado de la «nefasta acogida» que recoge en el estudio de la ONG. Younes llegó a Canarias tras un agónico viaje en patera, achicando agua de la embarcación durante seis días. Tras padecer el «infierno de Arguineguín», uno de los hoteles grancanarios y el centro del Canarias 50 optó por la calle ante las duras condiciones de este último campamento. «Insuficiente comida y baños, hacinamiento, dificultad para dormir por las noches sobre lonetas, falta de información y escasa atención sanitaria... Un día llovió tanto que las aguas residuales inundaron su cobijo». Fue entonces cuando decidió optar por la calle, señaló a los técnicos de Médicos del Mundo a quienes confesó que toda esa experiencia le estaba pasando una enorme factura emocional: la vida en la calle, la escasa comunicación con su familia, la sensación de fracaso y el miedo a la deportación pesan demasiado. «Vivimos en el horror, no se puede dormir, uno se duerme por puro agotamiento», asegura.

Para Médicos del Mundo, los diagnósticos que se han registrado en migrantes son consecuencia de las condiciones en las que viven en los recursos de acogida que ofrece la Administración: centros sucios y hacinados, o vivir en la calle.

El informe de la ONG hace hincapié en que «la mayoría de los centros habilitados para responder a esta emergencia humanitaria son insalubres, tienen una mala alimentación y persisten en un hacinamiento que imposibilita cumplir las medidas de seguridad en plena pandemia», era así al menos cuando los visitaron los técnicos de Médicos del Mundo. En la actualidad hay alojados menos de 3.000 de los 28.406 llegados en los últimos 15 meses.

Según explica el informe, las personas migrantes que han pasado por al alguno de los recursos del Plan Canarias –ideado a finales de 2020 para 7.000 plazas– denuncian escasez de comida y agua potable, así como la carencia de una dieta mínimamente equilibrada, que deriva en problemas digestivos. «Pasé de comer tres bocadillos al día en el centro en el que estaba a compartir un trozo de pollo con decenas de personas en la calle», explicó Makha.

También reciben denuncias por las condiciones higiénicas de estos lugares y que, según el estudio, son «claramente insuficientes», con «un acceso restringido a las duchas y al agua corriente», así como «escasez de inodoros».

Médicos del Mundo denuncian que «tampoco se ha garantizado debidamente la protección frente a la covid-19» de estas personas. «La sobredimensión de los recursos habilitados y su sobreocupación conlleva a la incapacidad de mantener en estos centros las medidas exigidas por el Ministerio de Sanidad al conjunto de la población», apunta el informe. Para Médicos del Mundo, esta situación ha puesto «en serio riesgo la salud individual y colectiva», derivando en «múltiples brotes que han exigido realizar cribados masivos».

Pero, además, la ONG alerta del «crítico estado de la salud mental de estas personas». En este sentido, recuerdan que los migrantes «cargan con el sufrimiento generado por la decisión de migrar», un viaje «extremadamente peligroso» y «las condiciones de acogida expuestas». La ausencia de actividades de esparcimiento y ocio en los centros, indican los expertos, propician que los inmigrantes «rumien sus pensamientos día y noche».

Canarias reclama una respuesta solidaria de la UE

El consejero de Hacienda del Gobierno canario, Román Rodríguez, adelantó ayer en el Parlamento que el Ejecutivo regional trabaja para que la Estrategia Europea para las Regiones Ultraperiféricas (RUP), que se revisará el primer semestre del próximo año, incluya una respuesta adecuada al fenómeno migratorio. Rodríguez, que compareció en la Comisión de Asuntos Europeos y Acción Exterior, lamentó la ausencia de una política europea «integral, estructural y estable» en materia migratoria y reivindicó también la introducción del concepto de solidaridad vinculante, de modo que se establezcan mecanismos reglados de cooperación con los territorios fronterizos, de manera que éstos no soporten en solidario el peso de la inmigración irregular. A este respecto, el Rodríguez señaló que en los últimos 20 años la Unión Europea no solo adolece de política en materia de inmigración, sino que ha desviado su acción hacia las interpretaciones duras defendidas por los países más conservadores. «Antes había una concepción de las migraciones más respetuosas con los derechos humanos», señaló.

El consejero recordó las iniciativas presentadas por Canarias en los distintos foros europeos celebrados en los últimos diez meses, en las que llamó la atención sobre la difícil situación que atraviesan aquellas regiones que constituyen la frontera de la UE ante el incremento en la llegada de migrantes. «Vamos a seguir insistiendo allá donde sea necesario para que Europa atienda estas peticiones y se active una política migratoria solidaria», dijo Rodríguez, quien denunció también la ausencia de financiación adecuada para la atención de los menores inmigrantes, como los 2.600 que ahora mismo atiende Canarias. |