Cuando se está en el Gobierno uno se vuelve caprichoso al cabo de poco tiempo. Ahora, además, no es imprescindible ofrecer explicaciones. Antes las élites políticas mantenían ciertas precauciones. Cuando parte de una coalición de gobierno, por ejemplo, faltaba a un acuerdo previo y votaba algo distinto de la fuerza mayoritaria, podría hablarse de una crisis que quizás terminaría afectando al propio Ejecutivo y a su estabilidad parlamentaria. Hoy no es así. Hoy los socios de un Gobierno (verbigracia el Gobierno de Canarias) pueden romper acuerdos, votar distinto, desdecirse de sus propias propuestas y aquí no pasa nada. Ayer ocurrió así en el pleno parlamentario y el presidente Ángel Víctor Torres no dijo una palabra, no explicó nada, no justificó absolutamente nada. Por supuesto tampoco lo hicieron los socialistas, ni Román Rodríguez, ni nadie. Porque se trata de incumplir sus propios acuerdos, escupir sobre la democracia parlamentaria sus esputos de conveniencia y seguir pisando moqueta. Ayer la Cámara regional, una vez más, hedió a covachuela buhonera y a sinvergüencería mugrienta.

Torres salió, como siempre, a pelotear un rato. Porque las preguntas orales al presidente del Gobierno son desde hace tiempo un ejercicio de devolver las pelotas con cualquier tipo de raquetazo. Torres es bueno en el papel de Torres, pero no en el de Cary Grant: no tiene un potencial para imitarse a sí mismo ilimitadamente y parecer distinto y el mismo. El jefe del Gobierno toca un timple de tres cuerdas: yo soy un hombre sincero de donde se pierde Arucas, todo se va a arreglar enseguida, en semanas, días, horas, minutos, nanosegundos, y lo mejor es dialogar y llegar a acuerdos con el Gobierno de España, porque hemos recibido una herencia terrible, estructural, sobre obviamente no tenemos nada que ver. Sin duda erróneamente, cada vez se me antoja más estúpida y estomagante esta última afirmación. El PSOE ha gobernado Canarias. Y no me refiero únicamente a la etapa de gobierno en solitario con Jerónimo Saavedra al frente o a sus pactos de gobierno con las Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC) y con Coalición Canaria. Los socialistas han gobernado numerosos cabildos y ayuntamientos en los últimos treinta años. En uno de los principales ayuntamientos turísticos del archipiélago, Adeje, cemento y hormigón sin piedad, lleva 35 años gobernando José Miguel Rodríguez Fraga. Son corresponsables, por su acción y su inacción política, del modelo estructural de desarrollo canario. Esta tan virtuosa como perpetua virginidad socialista, que se exalta una y otra vez en cada pleno, no puede servir mucho más tiempo más de parapeto para el Gobierno. Cada día Torres recuerda más a la resabiada Trotaconventos y sus artes remendadoras.

Así que después de responder a propios y ajenos, advirtiendo a CC que estará mucho tiempo en la oposición, citando sin mencionarlo un estudio que demuestra que el PIB de Canarias crecía mucho en 1975 (no es así) y cuarenta años después crecía muy poco (¿mande?) o cantando las excelencias del plátano canario “con todo el respeto que me merece la banana” (sic), el presidente parecía ligeramente harto. Menos mal que llegó la puntual pregunta de lucimiento de doña Nira Fierro, esta vez sobre la Feria Internacional de Turismo, FITUR 2021, y el presidente pudo volcarse en su optimismo antropológico, anunciando un año turístico “de plena recuperación para nuestras islas”. A su lado su consejero de Hacienda, Román Rodríguez, no movía un músculo. A continuación fueron interrogados los consejeros, que también se muestran cada día más picajosos, salvo cuando les caen leves chubascos ditirámbicos, como el de Francisco Déniz sobre la política cultural de su correligionario Juan Márquez. El señor Márquez casi se ha limitado a no cortar el chorro de subvenciones y a cambiar el nombre de su empresa pública por el de Instituto de Desarrollo Cultural, sin duda más cuqui y modernuqui, pero escuchando a Déniz estaríamos ante un André Malraux con zarcillos. En cambio, Manuela Armas se enfadó mucho con la diputada Rosa Dávila por los retrasos y finalmente la paralización parcial de la construcción del IES Parque de la Reina (de la que no se ha informado ni a la directiva, ni a los alumnos, ni a los padres) en el municipio de Arona. La consejera Armas, habitualmente comedida, habló del enorme cinismo de CC, cuando Dávila se había limitado a aportar la documentación que sostenía su pregunta. De inmediato Fierro conectó el modo tablao flamenco y la consejera fue apoyada por infinitos y solidarios golpes en la bancada de la mayoría.

Hay un soldado de invierno (subsahariano) que no necesita ánimos: José Antonio Valbuena. Ayer lo demostró de nuevo con la ilimitada y pétrea soberbia con la que despachó a la diputada coalicionera Nereida Calero Saavedra, que le preguntó sobre la información que el consejero de Transición Ecológica se niega a facilitar desde hace meses. Más de 20 preguntas por escrito acumula Valbuena sin responder a la oposición, y ayer desveló su principal razón para no haberlo hecho: “Quizás no tenemos tiempo porque estamos arreglando todos los desaguisados que han cometido ustedes”. Más chulescamente todavía, Valbuena le recriminó a la diputada que no sabía preguntar. Como Calero protestó ante tanta y tan necia grosería, el señor Valbuena le aclaró que “lo que se debate aquí o no se debate aquí lo decide este consejero”. Es extraño porque acto seguido no abrió una ventana y salió volando para seguir luchando contra el Mal con la camisa colgando fuera de los pantalones. Que este tipo de matonismo desvergonzado, un consejero escasamente diligente mascullando en el Cámara que aquí se habla de lo que él quiera, ocurra y no pase nada –ni siquiera los dirigentes de CC formularon una propuesta formal – no solo habla de la catadura de ciertos responsables políticos encaramados sobre su pequeña insignificancia, sino de la degradación de la praxis parlamentaria y de las actitudes democráticas.

Menudearon muchos más asuntos, importantes y triviales, pero lo más jugoso para paladares poco exigentes, por supuesto, estuvo en la votación sobre la Junta Directiva y el director general de la Radio Televisión Canaria ya examinados por la Cámara. Por supuesto, no consiguieron los tres quintas partes de votos favorables requeridos por la ley. Porque no solo se abstuvieron, como se había anunciado, Nueva Canarias y Podemos, y varios diputados socialistas, que de esta manera rechazaron a los candidatos propuestos por el PSOE. ASG votó a favor. ¿Por qué hicieron semejante necedad? Ah, para que la Junta Directiva no sacara más votos que el director general, el todavía administrador único de la RTVC, Francisco Moreno. “Moreno había afirmado tajantemente al presidente”, recitaba ayer un diputado socialista, “que si sacaba menos votos que los propuestos para la Junta dimitiría”. Todos los nombres estaban consensuados hace un par de meses pero los partidos de la mayoría han sido incapaces de mantener sus compromisos. Y es (obviamente) porque tienen otros. La autonomía de lo político se ha visto anulada por la autonomía de los medios y viceversa. Al final todo es un repulsivo pulpo tentacular que no está dispuesto a ponerse a dieta y que triturará y devorará lo que se le ponga por delante pretextando las razones más nobles y esclarecidas. Yo no votaría mañana de nuevo, porque, aunque Junta y director general obtuvieran mayoría absoluta, los mismos que han intentado boicotear sórdidamente este proceso reventarán cualquier el órgano de dirección desde dentro, sea con bala, con arma blanca o a fuerza de pedos, porque su provisión de ventosidades es inagotable. Es inútil. Lo que debería hacer el Gobierno autónomo es pagar a cada canario una suscripción a Netflix y que las llamadas eufemísticamente productoras audiovisuales isleñas negocien directamente con Reed Hastings.