Los cuerpos de nueve de los 24 inmigrantes que fueron localizados muertos el 26 de abril en un cayuco a un 500 kilómetros de la isla de El Hierro, han sido enterrados este viernes en el cementerio de Candelaria (Tenerife), mientras que el resto recibirá sepultura el sábado en Santa Cruz, en el camposanto de Santa Lastenia.

Varios coches fúnebres han trasladado los féretros desde el Instituto de Medicina Legal hasta el cementerio de Candelaria, donde su alcaldesa Concepción Brito y el concejal de Cementerios, José Francisco Pinto, aguardaban su llegada y han estado presente durante los enterramientos.

Una corona de flores de Cruz Roja ha sido situada junto a los nichos, según ha podido constatar Efe.

Los enterramientos se han podido llevar a cabo tras la orden dictada el pasado miércoles por la magistrada del Juzgado de Instrucción número 2 de Arona (Tenerife) para la inhumación inmediata de los 24 cadáveres que se encontraban desde el pasado 26 de abril en el Instituto de Medicina Legal.

La juez había pospuesto la orden de enterramiento para preservar los derechos de las posibles familiares de los fallecidos a reclamarlos, según informó en su momento el Tribunal Superior de Justicia de Canarias.

Desde hace unos días, la orden se encontraba a la espera del resultado de las pruebas de identificación que se realizaron a una persona que afirmaba que uno de los cadáveres podía corresponder al de un hermano.

La Delegación de Canarias del Instituto Nacional de Toxicología determinó que no era posible afirmar sin duda alguna que uno de los cadáveres correspondía al hermano de esta persona residente en el País Vasco.

El pasado 26 de abrir, un avión del Servicio Aéreo de Rescate localizó al cayuco a la deriva cuando se encontraba a unos 500 kilómetros y pudo rescatar con vida a tres de sus ocupantes mientras que el resto ya habían fallecidos, algunos de ellos poco antes de ser localizados.

Aunque el enterramiento le correspondía al municipio del puerto de llegada, Los Cristianos, en Arona, los consistorios de Santa Cruz de Tenerife y de Candelaria se ofrecieron ante la imposibilidad del primero de acoger en su cementerio los enterramientos.