Falta saber qué pasará esta noche, pero lo que se pudo ver en las últimas horas del viernes indica que la juventud vivió con responsabilidad un inicio de fin de semana sin estado de alarma.

El sonido de los acordes de la guitarra de Mark Knopfler en el entorno de la Iglesia de San Francisco fue el único atisbo de juventud, si me permiten la licencia de llamar jóvenes a los Dire Straits, que agitó mi sangre durante una breve ronda nocturna por la capital tinerfeña en busca de botellones. Nada. O la peña salió cuando en rotativa ya andaban desesperados aguardando la llegada de esta apresurada crónica, o los momentos de júbilo fueron íntimos, recatados y hasta monacales. En el tránsito hacia la medianoche no hubo desmadres públicos.

Ni en el entorno del Auditorio de Tenerife ni en la playa de Las Teresitas se vieron aglomeraciones de jóvenes consumiendo alcohol sin control. Las luces azules de las unidades policiales y la generosa ventolera que soplaba en primera línea fueron dos elementos disuasorios a la hora de planificar una fiesta el primer fin de semana sin estado de alarma. Eso sí, las ventas en los negocios 24 horas no se desplomaron –cervezas, hielo, picoteo variado, refrescos y ron se convirtieron en los productos con mayor demanda–, lo que indica que muchos fueron los que optaron por uno de esos bonchos de intramuros que suelen poner de los nervios al vecino de al lado.

«Aún es pronto, casi estamos llegando», advierte un agente de la Policía Local de Santa Cruz no sin recordarnos que a esa misma hora en los tiempos anteriores a la pandemia el descontrol ya había alcanzado unos niveles importantes en la zona del Castillo Negro. De vez en cuando pasaba un coche con el volumen a toda mecha para recordar a los peatones que el colombiano Maluma estuvo en Hawai de vacaciones. Nada serio. Pecados de juventud que no sabemos si durante la madrugada maduraron a incidentes de mayor calado. Habrá que esperar al parte policial del sábado.

Algún que otro grito descontrolado de la chiquillería en plena retirada se convirtió en la incidencia de mayor gravedad en una velada cargada de autocontrol y «pocos botellones». Las cosas no son como empiezan, sino como acaban, pero la juventud fue responsable.