La Viceconsejería de Cultura y Patrimonio Cultural inicia de oficio el expediente para la protección integral de los elementos arqueológicos y etnográficos de la montaña de Tindaya, por el que se amplia la delimitación de este singular Bien de Interés Cultural (BIC) de Fuerteventura y Canarias.

Esta iniciativa supone un incremento en las zonas arqueológicas documentadas hasta el momento y por consiguiente, la superficie a reconocer y proteger dada su excepcionalidad. Esta necesidad surge atendiendo los nuevos datos arqueológicos y etnográficos recogidos en la prospección arqueológica de la montaña de Tindaya, realizada en noviembre de 2020 y en el Informe sobre los valores etnográficos de la Montaña de Tindaya, ambos trabajos promovidos por la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, a petición del Cabildo majorero.

En la prospección realizada el año pasado no se incidió en los grabados podomorfos realizados por la población aborigen de la Isla, puesto que estos ya habían sido incluidos en la delimitación del BIC y han sido estudiados e interpretados a lo largo de los años por diversas personas y equipos. Sin embargo, este trabajo más reciente se centró en el estudio de todos aquellos elementos patrimoniales situados fuera de los límites del BIC, acotando el espacio objeto por la base de la montaña justo donde empieza la pista que la perimetra, que fue en su día también el límite establecido para fijar el Monumento Natural de Tindaya.

De esta prospección arqueológica de Tindaya, en la que también se registraron los elementos etnográficos presentes, se obtuvo una visión global de los usos que el ser humano realizó a lo largo de la historia en este espacio, pudiendo percibirse un paisaje cultural que desborda el simple hecho arqueológico. Fue la montaña, un paisaje usado y modelado a lo largo de la historia, primero por la población aborigen, después por las poblaciones europeas que se instalan en la Isla a principios del siglo XV y ya, en las centurias siguientes hasta fines del siglo XX, por la población majorera, que fue adaptando los espacios de la montaña, para el uso agroganadero, empleando técnicas, construcciones y soluciones en consonancia con los condicionantes geo-climáticos de Fuerteventura y que hoy resultan excepcionales, en tanto los bienes identificados -incluidos los inmateriales- se organizaron a través de la sacralidad ya reconocida en la montaña desde el periodo aborigen.

Las investigaciones centradas en la montaña consideran que la población aborigen eligió esta montaña por sus características naturales: altitud, color, forma piramidal, refulgencia o lucimiento y su situación aislada al estar contorneada por una llanura. Se trata de un conjunto de características naturales que la hacen exclusiva en la isla y en Canarias y las manifestaciones culturales que se sitúan en ella son consustanciales a la propia montaña, desde su base a la cúspide, y no pueden ser entendidos sin este elemento orográfico. Es una unidad geográfica con sus características la que posibilita su humanización desde los aborígenes y que para poder ser entendida, debe de considerarse en su totalidad.

La presencia de elementos y conjuntos arqueológicos de la montaña sagrada, puede ser tipificada como excepcional, así como el registro inmaterial que debe estar reconocido y protegido en su totalidad.