La escritora vascofrancesa Marie Cosnay, muy comprometida con las redes de apoyo a los inmigrantes, lleva casi de memoria una lista en la que ha ido apuntado con el tiempo los nombres de hijos, madres, hermanos y hermanas de migrantes a los que algún familiar busca desde Francia.

Con la determinación del voluntario, pero sin mucha esperanza a la vista del drama de esa patera y de tantas frustraciones como ha vivido otras veces, la escritora francesa preguntó: «¿Entre las niñas, no habría una Fatou, verdad?» «¿Fatou? ¿Fatou Kouassi?», respondió el pediatra. Y la vida sonrió ese día a un matrimonio de emigrantes marfileños en París.

Marie Cosnay lleva casi de memoria una lista en la que ha ido apuntado con el tiempo los nombres de hijos, madres, hermanas, sobrinos, amigos... Fatou, Souleiman, Sylla, seres queridos con raíces en Mali, Costa de Marfil, Marruecos o Argelia a los que un familiar busca desde Francia, un pariente por lo general relegado a los bordes del sistema, que solo tuvo algo más de suerte en el mar.

La relación la encabeza desde hace tres semanas Fatou Kouassi, el nombre ficticio tras el que se oculta para este reportaje una niña nacida el 12 de julio de 2012 en una maternidad de la provincia de Daloa, Costa de Marfil, que no ve a sus padres desde 2018.

Marie Cosnay (Bayona, 1965) es una escritora vascofrancesa conocida por su activismo en la defensa de los derechos humanos, muy comprometida con las redes de apoyo a los inmigrantes y refugiados a ambos lados de la frontera de Irún/Hendaya, la raya que desde hace meses intentan cruzar camino de Europa cientos de africanos que sobrevivieron a la ruta de los cayucos a Canarias.

«Hace un año que el trabajo que hacemos con ellos, más que en orientarlos a solicitar asilo, consiste en ayudarles a buscar a familiares», explica Cosnay, tras regresar a su casa de un viaje a Gran Canaria que comenzó de una forma tan afortunada como inesperada, porque ella ya tiene algo de experiencia en decepciones.

Antes, solía enviar correos a Cruz Roja para preguntar por tal o cual persona. «Siempre me dicen que ya me responderán, pero nunca lo hacen. Esta vez fui para entender por qué es tan difícil saber».

Familias desesperadas

Son tantas las personas que desde hace meses realizan consultas sobre desaparecidos en la ruta atlántica, que al Gobierno español le han preguntado en el Congreso por qué no abre en Canarias una oficina de atención a las familias de los desaparecidos. Su primera respuesta al respecto fue que ninguna ley o norma le obliga a ello; la más reciente, del 23 de abril, añade que para eso están las embajadas y consulados de España en distintos países de África.

En todo el tiempo que Marie Cosnay lleva buscando a argelinos o marroquíes que intentaron cruzar el Mediterráneo hacia las costas de Andalucía y Levante o subsaharianos que tomaron un cayuco a Canarias, casi nunca ha encontrado a nadie. Y el «casi» de la frase anterior responde, aclara, a que las pocas ocasiones que ha dado con el paradero de un desaparecido ha sido para confirmar que ha muerto.

Así que cuando el pediatra que suele atender a los pequeños llegados en cayuco a Gran Canaria miró la foto que le mostraba, reconoció a una niña a la que había visto en el centro de acogida temporal de Barranco Seco y le respondió: «¿Fatou Kouassi?», a la escritora le dio un vuelco el corazón.

«No me lo podía creer», confiesa Marie Cosnay, porque hizo la consulta bien aconsejada sobre a quién preguntar por un antiguo trabajador de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), pero también prevenida sobre que iba a meterse en una tragedia de la que podría salir espantada, una travesía con diez muertos en su historial, cuatro de ellos niños. Y uno podría ser Fatou.

Resultó que no, que la niña a la que buscaba estaba viva, reside en un centro para menores inmigrantes del Cabildo de Gran Canaria, donde cuidan de ella desde que recibió el alta en el hospital en donde acabaron ingresando a todos los niños de la patera del 16 de marzo. La patera de Nadoby, la de Eléne Habiba, la bebé que fue reanimada de una parada cardiaca en el suelo del muelle de Arguineguín y que murió a los pocos días en el hospital.

«Su mamá está en París. Cuando se lo conté, se emocionó. Quería tomar un avión ya mismo y llevarse a su hija», relata. Cosnay sabe que no será tan sencillo, que antes habrá trámites que cumplimentar, por más que K. y D., los padres de la pequeña, conserven una partida de nacimiento con los nombres de ellos tres.

Probablemente tendrán que acreditar la filiación con una prueba de ADN, porque el sistema español de protección a los menores llegados en patera recela por sistema de los parentescos, en una lección aprendida con los años a base de pocas, pero muy dolorosas, experiencias con redes organizadas de trata.

Mentiras que restrasan el duelo

De momento, han iniciado las gestiones para hablar regularmente por teléfono con la niña, algo que ya ocurrió la semana pasada.

Quizás tengan que explicar con quién estuvo la niña desde que ellos emigraron, quién la llevó a Dajla, quién la embarcó allí en una patera. Marie Cosnay conoce una parte de las respuestas, ha escuchado a la madre decir que dejó a su hija al cuidado de su hermana, no su hermana de sangre, sino como se entiende esa palabra en muchos lugares de África, donde uno elige a sus ‘hermanos’ entre los amigos a los que confiaría la vida... la suya o la de un hijo.

Esta vez la historia ha terminado bien, pero Cosnay también se siente con el deber cumplido cuando tiene que transmitir a una familia que el pariente al que buscan ha muerto y está en un cementerio de Almería, de Lanzarote o se quedó en el mar. Porque sabe lo importante que es que suelten amarras y empiecen el duelo.

«Les cuentan fantasías, son vulnerables a todo tipo de rumores. Hay gente que piensa que sus hijos están en cárceles españolas desde 2016 y por eso no llaman. O en prisiones de Túnez, que suele se otra fantasía bastante frecuente», relata.

De momento, el móvil de Marie Cosnay hierve. Cada vez la incluyen en más grupos de whatsapp de personas que buscan en Francia o España a familiares de los que nada saben desde que cogieron una patera. «No sé cómo he acabado en tantos grupos... Pero funcionan».