Quorum Social 77 es una asociación sin ánimo de lucro especializada en la protección de los menores. Trabaja con casi 1.500 niños en Canarias, de los que cerca de 1.000 son migrantes no acompañados. Juan Enrique Quintana (Gáldar, 1974), director de dispositivos de emergencia para la acogida de menores de la organización, apuesta por la atención individualizada y por el respeto de los proyectos migratorios de los niños.

¿Qué atención dan a los menores migrantes no acompañados cuando llegan?

Primero se aplica un protocolo sanitario, más allá del covid. Un médico les hace una revisión general y un análisis para detectar si tienen alguna patología. En función de su perfil, los derivamos a un centro u otro y se les buscan recursos educativos, en aras de integrarlos en el sistema. Mientras llega ese momento, se les incluye en los programas de integración lingüística, para que les sea más fácil su inserción en el colegio o en el instituto. Tratamos de darles una atención integral e individualizada, porque esto no es un aparcadero de chicos.

Desde el punto de vista emocional, ¿cómo les apoyan?

Cada chico tiene un educador de referencia, con el que más se abre emocionalmente y con el que trabaja en unas tutorías semanales. En estos encuentros, cuentan sus necesidades y sus deseos. Así, el tutor puede orientar su integración en determinadas actividades.

¿A qué dificultades se enfrentan estos niños?

Las principales son el choque cultural y la barrera lingüística. Además, ellos vienen con un proyecto migratorio que, al llegar aquí, se ve empantanado. Por eso, dentro del proyecto educativo de los centros le damos relevancia a ese proyecto migratorio individual, para conocer en qué condiciones ha venido cada uno y cuáles son las metas que se plantean, para tratar de ayudarles a conseguirlas. Por otro lado, estamos encontrando dificultades a la hora de su regularización administrativa, con la determinación de edad o con la integración en el sistema educativo.

¿Qué les empuja a venir?

Tener una oportunidad de vida y trabajar para ayudar a su familia. Hay menores que vienen huyendo de auténticas barbaridades que nunca debería vivir un niño.

¿En qué se puede mejorar la atención de estos menores?

Todo es mejorable, pero el trabajo que ha hecho la Administración y las entidades que abordamos la problemática de la migración de menores es muy positivo. Si hubiera más personal, la Administración podría agilizar la burocracia, pero su respuesta ha sido muy buena. Ha aguantado el golpe con mucha entereza.

Cómo se podría mitigar el problema de los menores que al cumplir los 18 años se ven en situación de calle.

Ninguno de los menores que hemos tenido en mi organización se ha visto en situación de calle al cumplir los 18 años. Pero es un problema que hay que abordar. Muchos tienen una red familiar en la Península o en algún punto de Europa. Por eso, en lugar de ir a un programa de atención humanitaria o, incluso, verse en una situación de calle, creo que habría que activar esa vía de integración y potenciar la reunificación familiar.

Los menores extranjeros no acompañados son un colectivo extremadamente vulnerable y, aún así, hay una formación política que los señala y los ataca directamente. ¿Qué le parece?

Los menores migrantes no acompañados son los más solos. Son niños que no tienen a nadie. Esa formación política hace mucho ruido, pero yo me quedo con la imagen del pueblo canario, que se ha volcado con los migrantes. Hay gente que intenta convencer por medio del pensamiento y otra por medio de instintos como el miedo. Dice muy poco de ellos que su único argumento sea que estos niños que están solos son los culpables de la situación del país.

¿Han vivido episodios racistas los niños de sus centros?

Sí, aunque son algo puntual. Han sufrido amenazas de agresiones en redes sociales y para salvaguardar su integridad, alguna vez, hemos tenido que suspender actividades en el exterior.

¿A qué achaca esas actitudes de algunos sectores de la sociedad?

Al desconocimiento. Si conocieran a los niños que atendemos, no los podrían rechazar. Hay algunos, muy pocos, que tienen problemas de conducta, pero la mayoría son chicos que vienen con muchísimas ganas de estudiar y de trabajar para buscar una oportunidad de vida.

Detrás de cada niño hay una historia. ¿Alguna que le ha emocionado especialmente?

Muchas. Pero no me gusta contar sus historias porque creo que son patrimonio de ellos. He oído cosas que nunca podría imaginar que pudiera contar un niño. Es escalofriante escuchar de sus bocas las cosas que ven y que viven durante la travesía.