Después de más de medio siglo reparando joyas y relojes, Antonio Santana sigue con fuerzas para estar al frente de su empresa. A sus 66 años, le espanta la idea de “estar en casa sin hacer nada” y reconoce que no se ha parado a reflexionar sobre su vejez. Una etapa de la vida que todavía siente muy lejana gracias a que se mantiene activo física y mentalmente. “Me encuentro fuerte y trabajaré hasta que el cuerpo y el negocio aguante”, afirma Santana, a quien le preocupa que la poca actividad comercial que mantiene la calle Reyes Católicos –en la que tiene su pequeña joyería desde hace 29 años– le obligue a bajar la persiana antes de lo deseado. “El carril bici nos ha matado”, denuncia.

Santana comenzó a aprender el oficio cuando solo tenía 14 años. “El primero en dedicarse a esto fue mi padre, después mi tío y después yo”, relata el joyero. Quien, a pesar de llevar toda una vida cotizando, no piensa en retirarse ni tiene planeado qué hacer cuando decida jubilarse. De momento, él prefiere mantener la mente ocupada con sus labores diarias y aprecia el contacto con los clientes y vecinos del barrio de Vegueta, quienes irrumpen constantemente en el establecimiento para recoger objetos reparados o hacer nuevos encargos.

Hasta hace unos años, jugaba al fútbol y ahora su principal entretenimiento es hacer ejercicio en su casa y salir a pasear. “Camino todo lo que puedo y así me mantengo en forma”, asegura. Por esto, él espera mantenerse saludable para alcanzar una vejez activa, lejos de una residencia y junto a su mujer, que comparte la energía y vitalidad de Santana.

Entre joyas clásicas y relojes de última generación, reconoce que preferiría no terminar en un asilo, pero es consciente de que la sociedad ha cambiado mucho en los últimos años. “Las personas mayores antes se quedaban en casa y sus familiares se hacían cargo de ellos y de sus cuidados, ahora todo ha evolucionado y se vive más rápido”, detalla.

Sus tres hijos y sus dos nietos residen en la Península. Por esto, su único anhelo de cara a la jubilación es tener tiempo para viajar. “Hace un año ya que no los veo debido a la pandemia, pero cuando deje de trabajar me gustaría ir a visitarles con frecuencia a Madrid, Salamanca, Valencia, donde llevan años viviendo”, relata Santana mientras saluda a un vecino que le hace un gesto cariñoso al pasar por la puerta de la joyería.

Su jubilación, admite, no le preocupa tanto como la de sus hijos. “Yo he podido abrirme un plan de pensiones, pero ellos apenas tienen capacidad de ahorro porque o pagan una hipoteca o viven de alquiler”, advierte Santana y añade que las próximas generaciones casi no tendrán tiempo para cotizar los años necesarios para poder tener el respaldo de una jubilación. “Tendremos que ayudar nosotros a nuestros hijos”, concluye.