Canarias se ha convertido en la primera comunidad de España que protegerá a sus razas autóctonas. El Parlamento regional aprobó esta semana una Proposición No de Ley (PNL) para instar al Gobierno canario a declarar a estas subespecies patrimonio cultural, genético y etnográfico del Archipiélago. Una medida pionera en todo el país que busca preservar este legado y garantizar la supervivencia de estas razas únicas, que en los últimos años han visto en peligro su supervivencia.

La propuesta de la Cámara regional, que salió adelante con el apoyo de todos los grupos, incluye a un total de 17 razas autóctonas de las Islas, que pertenecen a ocho especies diferentes. La cabra tinerfeña norte, la tinerfeña sur, la palmera y la majorera; la oveja canaria, la oveja canaria de pelo y la palmera; la vaca canaria y la palmera; el cochino negro; el burro majorero; el camello canario; y la abeja negra canaria están incluidas en la iniciativa, que también abarca a cuatro razas de perro autóctonas como son el perro majorero, el presa canario, el pastor garafiano y el podenco canario.

Su declaración como patrimonio cultural, genético y etnográfico de Canarias servirá no solo para aportarles una mayor protección a estas razas, sino también como reconocimiento a “generaciones anteriores que han moldeado y permitido que hayan llegado hasta aquí”. Así lo explica el investigador, veterinario y biólogo, Juan Capote, uno de los precursores de esta iniciativa. “No es una panacea, esta figura de protección ayudará al fomento de estas razas”, determina, ya que no solo incentivará su crianza, sino que facilitará, por ejemplo, que los ganaderos puedan obtener subvenciones o permisos de pastoreo.

“Cuando se haga efectiva la declaración, nuestras razas autóctonas tendrán la misma protección que la catedral de La Laguna”, pone como ejemplo Juan Manuel López, presidente del Club Español del Presa Canario y otra de las personas que se ha encargado de impulsarla. “Lo que hemos logrado es garantizar que nuestras razas no lleguen a extinguirse”, añade y resalta que se trata de “un hecho histórico”, que ya quieren emular en otras comunidades autónomas.

“Es una medida fundamental y nos dotará de los suficientes medios para protegerlas, como hemos hecho siempre, pero ahora con una cobertura legal”, asegura Santiago Cacho, presidente de la Federación de Arrastre Canario, disciplina en la que compiten cabezas de ganado autóctono.

Manuel Expósito, secretario de la Federación de Asociaciones de Razas Autóctonas de Canarias y presidente de la Asociación de Criadores de la Cabra Tinerfeña, destaca que el acuerdo se haya conseguido “por unanimidad”, ya que se ha logrado “que todos se hayan sumado a esta causa”. Bajo su punto de vista, esta declaración es esencial para la conservación de estos animales. “Están en peligro y el problema no puede solucionarse trayendo a ningún ejemplar de otros lugares del resto del mundo, porque nuestra cabaña es única”.

Legado genético

La PNL aprobada esta semana en el Parlamento de Canarias considera que todas estas razas forman parte del patrimonio etnográfico, genético y cultural de las Islas. Destacan de ellas su interés agrario, incluso de aquellas que en un principio puede parecer que no están vinculadas a esta actividad, como es el caso del presa canario, ya que tradicionalmente se han utilizado para guardar explotaciones y fincas.

La iniciativa también destaca su relevancia dentro del patrimonio genético del Archipiélago, ya que se ha demostrado que, por ejemplo, entre las cabras autóctonas que viven hoy en día en el Archipiélago, se preserva parte del ADN de los animales que llegaron a las Islas de la mano de los primeros pobladores.

Así lo explica Juan Capote, que señala a un estudio elaborado por el Instituto de Biología Molecular de Barcelona, el Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA), junto a la Universidad de La Laguna (ULL) y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (Ulpgc), que determinó la coincidencia de la secuencias de ADN entre un resto de cabra hallado en un yacimiento arqueológico de Lanzarote y la cabra palmera actual. “El ADN se ha preservado por la vía materna, porque se introdujeron muchos ejemplares machos”, expone el investigador, y añade que la variabilidad genética de estos animales “se va perdiendo de este a oeste”.

Asimismo, el texto también señala su importancia como patrimonio cultural ligado al proceso social que representó para muchas generaciones de canarios la cría de estos animales, seleccionando sus características para adecuar cada raza a un fin determinado.

La propuesta aprobada en el Parlamento regional prevé además que puedan añadirse más razas que todavía están siendo sometidas a estudios para determinar si son propias del Archipiélago. En el texto se nombra a la cabra de costa majorera, al perro ratonero palmero, al lobito herreño o a la gallina canaria, que se encuentra en la fase final antes de ser declarada subespecie autóctona.

Origen de las razas

El germen de las diferentes razas autóctonas canarias es distinto. La abeja negra es la más antigua y probablemente estaba en las Islas antes de los primeros pobladores. Las especies caprinas, ovinas, porcinas y caninas datan del periodo aborigen, como así lo atestiguan los restos arqueológicos encontrados, mientras que vacas, burros y camellos llegaron a las Islas tras la conquista.

Las razas autóctonas que sobreviven hoy son el fruto de siglos de cruces entre estos animales y otros que llegaron de otras partes del mundo. Hibridaciones que tenían el objetivo de buscar que fueran más productivos, mejorar sus características y su adaptación al medio canario.

“Estas razas no han sido seleccionadas por medio geográfico o natural sino por el ser humano”, explica Capote. Una cría selectiva basada en el criterio funcional del ganadero o criador que, debido a la insularidad y el aislamiento que hasta hace pocas décadas sufrían algunas zonas del Archipiélago, han acabado provocando que se generaran poblaciones locales diferenciadas. Un ejemplo de ello es La Palma, donde han surgido una buena cantidad de razas autóctonas como el pastor garafiano o la cabra u oveja palmera debido a las características de algunos de sus territorios.

Pero, ¿cuál es la situación actual de las poblaciones de las diferentes razas autóctonas? Pues, distinta en cada subespecie. Mientras animales como el cochino negro canario, el camello y la mayoría de las razas caprinas y ovinas no están en peligro, otras como la oveja palmera, la oveja de pelo, el burro majorero o la vaca palmera desaparecerán, como ya les ha ocurrido a la jaca canaria, la cabra salvaje palmera o el cochino de La Gomera, si no se toman medidas para favorecer su cría.

Las razones de que las poblaciones de estos animales se hayan visto reducidas de forma tan importante en las últimas décadas tiene también varios factores. La llegada de nuevas actividades económicas propició que buena parte de los trabajadores que se dedicaban al campo lo abandonaran. Por otro lado, la maquinaria sustituyó al trabajo que hasta ese momento habían desarrollado las vacas, bueyes y burros, que ya no eran tan necesarios, y la llegada de otras razas de fuera, que se pensaban más productivas, fue desplanzándolos.

Expósito señala por ejemplo a la vaca basta. “Cuando llegaron eran animales de doble actitud, para leche, carne y trabajo”, explica. La aparición de la vaca frisona o los animales engorde en las Islas supuso una mayor competencia para ellas “y han ido arrimándolas hasta el punto de casi desaparecer”. Solo el trabajo de ganaderos y criadores y tradiciones como las romerías y las ferias de arrastre “han mantenido viva la gran labor que hacen”.

Supervivencia

Otro de los problemas que tienen las razas ganaderas autóctonas en las Islas es la limitación de las zonas de pastoreo, como señala Expósito. “Cada vez son menores y existe una presión urbanística muy grande”, valora. La expansión de las viviendas y el aumento de la población en las Islas han ido cercando a los ganaderos, que también se encuentran con muchos problemas para legalizar sus explotaciones o para abrir otras nuevas.

Sin embargo, desde hace años las diferentes asociaciones de razas autóctonas que existen en Canarias, junto a diferentes administraciones públicas, han llevado a cabo programas de cría y de mejora genética de estos animales. Al mismo tiempo que realizan una labor de difusión de este patrimonio del Archipiélago y se encargan de desmentir que sean menos productivas. “Nuestras razas son muy productoras, dan una leche de gran calidad, somos la envidia de otros que incluso producen más”, comenta Expósito.

Para Juan Capote “no hay mejor método para protegerlas que hacerlas rentables” y pone como ejemplo al cochino negro. Hace unos años su población había quedado reducida a dos machos y veinte hembras en la isla de La Palma. “Estaba con la soga al cuello”, asegura este investigador. Se inició entonces un trabajo para intentar recuperarlo y ahora “hay explotaciones con hasta 80 madres”. ¿El truco? Se ha creado demanda. Se han difundido sus buenas características, la restauración lo ha acogido como un producto exquisito y el consumidor está ahora dispuesto a pagar algo más por esta carne. “En estos momentos tiene su mercado y se vende mucho”, pero advierte también “habrá mucho fraude”.

Capote insiste en que las cabras son “rentables cuando se llevan bien”, sobre todo para la producción de queso y señala que lo mismo podría ocurrirle a otros animales como la raza bovina canaria. “Fue una gran vaca de leche”, destaca y señala que ya hay ganaderos en Gran Canaria que están haciendo queso “buenísimo” de vaca canaria.

Estos animales “tienen más grasa y unas características peculiares” y apunta que en La Palma “han logrado una marca de raza autóctona que se puede pedir en la carnicería”. Además, su carne “tiene menos elementos tóxicos”, por lo que confía en que, si se trabaja en este sentido, pueda volver a ser rentable para los ganaderos del Archipiélago.

No solo las razas ganaderas han estado con la soga al cuello en lo que a su supervivencia se refiere, el peligro también ha acechado a los perros. “El presa canario en la década de los 70 estaba prácticamente extinguido”, señala Juan Manuel López. Por eso, destaca que la norma no solo incida en la protección de estos animales sino que promueve su crianza, siempre de forma responsable.

Esta PNL no marca el final de camino, ahora el Gobierno debe declararlos patrimonio y a partir de ahí seguir trabajando. “La administración no puede permitir que desaparezcan estos animales”, sentencia Capote, para quien la responsabilidad de transmitir este legado a las nuevas generaciones también la tienen los propios canarios. “No tenemos el derecho de no hacerlo”.

Para ello, se debe hacer una labor de difusión de este patrimonio, ya que tal y como dice el dicho “lo que no se conoce, no se valora” y son muchos los isleños que ignoran su existencia.

Por eso, las asociaciones también reclaman a las administraciones medios económicos. “Si se aprueba sin ellos tampoco tendría lógica”, valora Santiago Cacho, que apunta que los representantes públicos “deben preguntarnos a las asociaciones qué nos hace falta”. Queda mucho camino por recorrer.