Haber nacido en 1981 marca, aunque sea simbólica y anecdóticamente, a la generación del año en que se produjo el 23F. Un intento de golpe de Estado que, si bien no vivieron o no eran todavía conscientes los hombres y mujeres que celebran su cuarentena en 2021, sí pudo haber influido en el devenir de sus vidas. Los xennials –a mitad de camino entre la generación X y los millenials– nacieron en un mundo analógico que se ha ido digitalizando a medida que llegaban a la edad adulta. Crecieron en una época en la que los teléfonos fijos y las cabinas eran imprescindibles para organizar reuniones con los amigos, todavía se jugaba en las plazas y calles de los barrios y la música se escuchaba en un walkman. Una generación que ha sufrido varias crisis económicas y está envuelta en una pandemia sin precedentes, pero que siempre ha vivido en democracia, en paz y en libertad.

Los nacidos en el 81 llegaron al mundo justo con la transformación de España y fue la generación que estabilizó el cambio gestado durante la Transición política del país. La televisión pública comenzó a emitir formatos innovadores como La bola de cristal o Tariro, tariro; se desató la revolución sexual; surgieron los primeros videojuegos; los teléfonos móviles, aunque con dimensiones exageradas y prestaciones básicas, comenzaron a verse por las calles; la publicidad incitaba al consumismo desbocado; y la moda imponía hombreras, cardados y extravagantes complementos. Alicia Pardilla, Aarón Gómez, Onán Barreiros, Amaury Santana y Pablo Rodríguez comparten año de nacimiento y una manera de ver la vida que mantiene la esencia ochentera y el anhelo de una juventud que se gestó en la sociedad española más reivindicativa, comprometida e idealista que se recuerda.

“Tengo una nostalgia terrible por aquella infancia”, reconoce la artista multidisciplinar e investigadora Alicia Pardilla, quien rememora la manera en la que se vivía hace tan solo cuarenta años y lamenta que “el avance voraz de la tecnología, haya colonizado nuestro espacio íntimo y nuestras acciones”. Esta grancanaria, que nació tan solo cuatro meses después de que Tejero irrumpiera en el Congreso de los Diputados, explica que antes “estábamos mucho más conectados al mundo real, mirábamos al cielo directamente y no se vivía apantallado”. El contacto físico con los amigos y la familia, el sentido de pertenencia a una comunidad, los juegos colmados de imaginación e ingenio y el vínculo con el entorno fueron las bases sobre las que creció esta generación, que aunque no reniega de las tecnologías ni de las redes sociales, prefiere emplearlas con fines profesionales y continuar socializando lejos de las pantallas de los dispositivos electrónicos. En este sentido, el director de cine Amaury Santana apunta que él creció divirtiéndose en espacios públicos y compartiendo azañas con sus compañeros. Estas prácticas casi han desaparecido, lo que lleva al cineasta a preguntarse cómo se relacionan las nuevas generaciones, más allá de las redes sociales.

Aarón Gómez recuerda que durante su infancia “el tiempo era infinito y las tardes eternas”. Si el humorista echa algo de menos de aquellos años es “la quietud y el vivir más despacio” porque, al no contar con tantos estímulos externos, “había que utilizar la cabeza” para llenar los ratos libres. “Yo era un fan de la tecnología en los 80, deseaba que evolucionara y ahora disfruto con esos avances”, reconoce Gómez. “Cuando era pequeño la comedia era más descarada, vivía su destape y no había ningún tipo de cortapisas”, detalla Aarón Gómez, quien llegó al mundo 41 días después del intento de golpe de Estado. La comedia antigua se basaba en clichés, pero también había humor muy inteligente como el de Les Luthiers, Tip y Coll o Gila. “Los chistes de antes eran sobre homosexuales o sobre quienes tenía una discapacidad física y eso era burla, así que está bien que nos vayamos educando”, apunta Gómez. Quien admite que en la actualidad se está rehaciendo el discurso del humor porque ahora se llega a muchos públicos al mismo tiempo gracias a las redes sociales, que “han hecho un favor al mundo del arte en general, porque antes o salías en la tele o no te conocía nadie y ahora cualquier artista tiene la posibilidad de mostrar su talento”.

“La mujer ha tenido que ir abriéndose camino poco a poco en el mundo del arte, porque siempre ha estado relegada en un segundo plano”, explica Pardilla y celebra que “la lucha va dando sus frutos y ahora contamos con más derechos y acceso a las instituciones, gracias a que en las últimas décadas ha habido un cambio de mentalidad importante”. Si bien, reconoce que “la herencia machista de tantísimos años sigue de forma velada en la toma decisiones”. A partir de los 80, el arte se convirtió en una plataforma para reivindicar la diversidad sexual y sirvió para denunciar la discriminación. “La represión antes era enorme y reconocer que no eras heterosexual podía llevarte al lado más marginal de la sociedad”, critica Pardilla.

El regatista olímpico Onán Barreiros cree que el uso excesivo de las redes sociales ha derivado en que muchos niños y jóvenes dejen de implicarse en otras actividades como el deporte. “Antes había más interés por entrar en equipos y, ahora, los que practican alguna modalidad lo primero que hacen al terminar el entrenamiento es coger el móvil”. Barreiros, que participó en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 y que continúa vinculado al mundo de la vela formando a las nuevas generaciones, admite que en la actualidad, los padres se implican más en la actividad deportiva de sus hijos. “Van con ellos a los entrenamientos, preparan los barcos y les recogen el material, esto hace que los niños no sean tan independientes y, además, contribuyen a mermar la autoridad al profesional que está trabajando con los menores”, afirma el regatista.

Quienes nacieron en los años de la estabilización del cambio político de España se convirtieron en la generación más preparada de este periodo de la democracia. A pesar de contar con una amplia formación académica, los xennials no se han salvado de los embates de las crisis económicas que ha sufrido el país. El diputado regional y secretario insular de Coalición Canaria en Gran Canaria, Pablo Rodríguez, quien nació justo nueve meses después del 23F, destaca que su generación “superó una crisis justo en los años en los que tocaba independizarse y, ahora, cuando nos empezábamos a recuperar, vivimos un acontecimiento histórico de tanto calado como una pandemia”. Si bien, confía plenamente en “la gran capacidad y preparación de sus coetáneos para superar estos obstáculos”.

Rodríguez también señala que su generación era más consciente de la fuerza que tenía el colectivo y que ahora los jóvenes apuestan más por el individualismo. “Nos movilizábamos para recoger firmas a favor de la construcción de una cancha deportiva o para organizar campeonatos de surf, esas iniciativas de grupo nos enriquecían enormemente y nos ayudaban a madurar”, concluye el diputado nacionalista. Pese a recordar con añoranza aquella época, los cinco coinciden en que la evolución experimentada por España en este tiempo es positiva y miran al futuro con el deseo de que nunca más se vuelva a repetir un episodio como el vivido el 23F de 1981, que ponga en riesgo el bienestar y las libertades ganadas en estos años.

De la gran pantalla a las plataformas

Tras el 23F España ha vivido un sinfín de cambios en muchos ámbitos de la sociedad y la industria audiovisual es uno de ellos. Los grandes estrenos en las salas de cine han dado paso a las plataformas de streaming que hay en la mayoría de los hogares. “Ha cambiado la forma de consumir, pero también la manera de producir”, afirma el director de cine Amaury Santana, quien pertenece a la generación de los nacidos en 1981. Para el director de obras como Entre silencios o Con cuatro ruedas, los jóvenes no cultivan ya el gusto por ir al cine para ver la película de un autor determinado, simplemente por el hecho de querer conocer una historia a través de su mirada. El sector vive actualmente un momento envuelto en incertidumbre porque todavía no se conocen los límites de las plataformas audiovisuales. El algoritmo que sugiere a los usuarios los contenidos que pueden ver, explica Santana, está basado en las tendencias y los gustos de los consumidores, por lo que la industria supedita sus producciones a las preferencias que muestran sus clientes. “Esto nos lleva a una mayor estandarización porque, aunque hay muchos contenidos, la diferencia entre productos es muy poca”, alega el cineasta. Quien también advierte que “se ha perdido la referencia de ese cine que hay que ver porque tienen un valor artístico y encuentras en las plataformas una película de Murnau al lado de Regreso al Futuro II”. También ha cambiado la capacidad para leer una creación audiovisual como una obra única y que requiere un tiempo prolongado de atención. “Ahora se consume más en clave de episodios, con un periodo de atención más corto y buscando el impacto”, apunta Santana y añade que en estos hábitos influye el ritmo al que vive la sociedad actual y la gran oferta audiovisual que existe, porque “si algo no gusta, a los 10 minutos se cambia”. Desde el punto de vista de los creadores, gracias a las nuevas tecnologías y a la implantación de lo digital se ha democratizado la práctica de hacer cine y las personas con pocos recursos técnicos han multiplicado sus posibilidades de poder materializar sus obras.