Más de 1.850 inmigrantes intentaron llegar el año pasado a Canarias en patera y se quedaron por el camino. Pagaron con sus vidas el billete de un viaje que prometía ofrecer una vida mejor y ahora sus familias solo ansían identificar a las víctimas para cerrar un capítulo que terminó siendo una pesadilla. Hasta el momento, esta identificación resultaba ser un asunto pendiente en las Islas, pero en el último año han crecido los proyectos que fomentan la investigación y documentación de los cadáveres de inmigrantes para dar identidad a las personas que intentar llegar y acabar así con la agonía de sus familias y con las impersonales listas de cifras.

Desde el Instituto de Medicina Legal de Las Palmas llevan años trabajando en la recolecta de muestras de ADN de los inmigrantes que pierden la vida en las costas canarias, pero ha sido este año cuando, a través de un convenio con la Cruz Roja, han aumentado la recogida de datos para facilitar la identificación. “Muestra genética, fotografías, ficha dental, características del difunto, son solo algunos de los datos que incluimos en la ficha de los desaparecidos”, explica la directora del Instituto, María José Meilán.

¿Y qué papel tiene la Cruz Roja en todo esto? Canalizar las demandas internacionales. La organización recoge las peticiones de las familias en los países de origen y se pone en contacto con el Instituto para, si fuera necesario, tomar pruebas biológicas de los familiares interesados y compararlas con las de la víctima.

Comparar muestras

La información que recojan los institutos forenses se cruzará con la que tiene el Servicio de restablecimiento del contacto familiar de Cruz Roja Española y Cruz Roja internacional. Y si al comparar las muestras genéticas se determina que existe parentesco se podrán arbitrar las medidas necesarias para la correcta identificación de las personas fallecidas y la entrega de sus restos a las familias.

Este convenio humanitario crea una vía que conecta África con Canarias y que sirve para terminar con la incertidumbre y dolor de muchas familias. Solo en este último año, el Instituto ha acumulado unas 40 muestras, y en total almacena más de un centenar de fichas de inmigrantes que llegaron a las Islas en años anteriores. La conexión con las familias va más despacio, el sistema solo está empezando y necesita rodaje, según indica la forense, pero ya hay dos expedientes abiertos con familiares que creen que el último rastro de sus hijos o hermanos están ese banco de ADN.

Meilán asegura que hay otro proyecto más ambicioso en marcha: la creación de un banco internacional de ADN específico para los migrantes que fallecen en el trayecto. “Todavía no está en funcionamiento, pero la idea está ahí. Sería ideal que todas las peticiones de familiares confluyeran allí”, afirma la directora.

El complejo contexto migratorio, con la cada vez mayor internacionalización y dispersión de familias; las catástrofes naturales; y los conflictos bélicos, tienen como consecuencia cada vez más casos de personas desaparecidas, por lo que Cruz Roja ha desarrollado una extensa red de Servicios de Restablecimiento del Contacto Familiar a lo largo de todo el territorio español, con una estrecha vinculación con 186 países del mundo.

El proyecto del Instituto Legal no es el único que tiene el objetivo de identificar a los inmigrantes que han muertos en el trayecto hacia las Islas. La doctora majorera en Antropología Física y licenciada en Historia del Arte, María Castañeyra, ha llevado la riendas en el Archipiélago de una investigación impulsada por la Universidad John Moore de Liverpool que recibe el nombre de Migrant Disaster Victim Identification. El proyecto, ahora parado como consecuencia del coronavirus, tiene como objetivo la reconstrucción forense de los rostros de los inmigrantes a partir de fotos de sus cadáveres o incluso del escaneo de su cráneo.

La aventura empezó en 2019 con el primer objetivo de investigar que datos existen sobre los migrantes que han muerto en el mar en las últimas décadas. “La idea era crear una base de datos internacional que se pudiera consultar, pero nos hemos dado cuenta que no hay información”, explica la investigadora que lamenta, además, la falta de fondos para continuar con un proyecto que ha llevado a acabo desde Canarias, Liverpool y Senegal.

Buscar fondos

Castañeyra asegura que “sea como sea” continuará la investigación hasta el punto de llevar a cabo técnicas de reconstrucción facial a partir de cráneos que permitan identificar inmigrantes sin nombre enterrados ahora en cementerios canarios. La investigadora no descarta recurrir al Gobierno canario para conseguir subvenciones que permitan alargar el estudio. “Lo primero es enfocarse en ver qué información existe, cómo podemos tener una relación internacional y ver cómo podemos crear y rellenar esa base de datos”, recalca la doctora.

“Identificar a la víctimas y dar respuesta a las personas que llevan años sin saber donde están sus familiares”, es la finalidad que persigue Castañeyra desde que ideó el proyecto hace más de un año. Para ella intentarlo merece la pena aunque finalmente solo logre identificar a “un par de inmigrantes”. La doctora majorera se muestra positiva de cara al futuro y reconoce que la investigación en este campo avanza, aunque muy despacio.

Los familiares de los inmigrantes fallecidos en la ruta canaria también recurren a Mame Cheikh, delegado en Canarias del Centro Internacional Para la Identificación de Migrantes Desaparecidos (Cipmd), un organismo cuya sede está en Málaga y que busca a las víctimas a petición de las familias, organismos o instituciones. Cheikh lleva tan solo unos meses trabajando para esta organización, pero asegura que las peticiones son muy numerosas.

“No paran de llegar mensajes de personas africanas que buscan a un familiar desaparecido del que solo saben que se embarcó hacia Canarias”, cuenta el delegado en las Islas. El trabajo del también presidente de la Federación de Asociaciones Africanas en Canarias (FAAC) cada día se torna más complejo. Según explica, no existe “un organismo claro” al que acudir en busca de información. Cruz Roja, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y su propia agenda de contactos son los hilos de los que tira cada día Cheikh para encontrar a las víctimas.

El nombre del fallecido, fotografías o la fecha en la que llegó la embarcación a las Islas son algunos de los datos que los interesados envían a Cimpd para localizar a los desaparecidos. “Las familias insisten muchísimo, en muchas culturas africanas es tradición realizar rituales para despedir a los fallecidos”, explica Cheikh quien asegura que lo más reconfortante del trabajo es “dar paz y tranquilidad a los familiares”.

En la ruta canaria, solo en 2020, han muerto 1.851 migrantes en 45 naufragios, según un informe de Caminando Fronteras titulado Monitoreo del Derecho a la Vida durante el 2020. La portavoz del colectivo, Helena Maleno, considera que esta cifra se debe al “desmantelamiento de los servicios de rescate, la situación geográfica, pero también la falta de coordinación entre los distintos Estados”. Maleno lamenta que existen familiares de desaparecidos en Canarias que querían denunciar ante la Policía pero que se han sentido “maltratados y señalados”.

“No se actúa como se debería, se ha llegado tarde a rescates en la ruta canaria en los que había posiciones y se llega 6 ó 7 horas tarde, son tragedias evitables”, advierte.