Con un impresionante aplauso de cinco minutos el pueblo de Artenara despedía a las dos hijas del municipio, Marta y Rita García Bolaños y a su padre José Iván García Buelga, tras recibir sepultura en el cementerio Santa Aurora de la localidad, en una ceremonia que comenzaba poco después de las cuatro y media de la tarde de ayer.

Desde mucho antes los anexos del campo santo, ubicado en una de las partes más altas del municipio, junto a la base de la unidad helitransportada de Medio Ambiente del Cabildo de Gran Canaria, iban recibiendo a decenas de personas a la espera de la comitiva, presidida por tres coches fúnebres, uno negro que portaba el cuerpo de José Iván, y otros dos blancos con los de Marta y Rita, y que partían sobre las tres de la tarde de la capital grancanaria.

Desde ese otero de Santa Aurora, vecinos y familiares trataban de captar la llegada a la cumbre desde la lejana carretera, hasta que sobre las cuatro y media se podía observar en una gran caravana de vehículos que asomaba en la primera curva a la vista, esto tras hacer una breve parada con un homenaje floral en el lugar de Pinos de Gáldar donde se produjo el fatídico accidente del pasado martes 8 de diciembre que sesgó sus vidas junto con el marido de Rita, el piloto británico de Norwegian, Rich Addicott, cuyo cuerpo es trasladado a su país natal por expreso deseo de la familia.

Minutos después llegaban al recinto los cuerpos de los fallecidos acompañados por sus familiares, incluida su abuela octogenaria, Margarita, con la que compartieron sus últimas horas de vida ese día de la Inmaculada, y que era arropada todos a una por sus nietos y su hija Mary, mostrando una entereza asombrosa al contestar que sí cuando le preguntaron si tendría fuerzas para entrar. La pregunta se la hacía Raquel García Bolaños, única hermana de las dos fallecidas.

El pueblo de Artenara allí presente en un silencio absoluto era testigo mudo de la apertura del portón de los tres vehículos, momento en el que se dimensionaba la tragedia.

En la otra banda de la explanada, posado el helicóptero de Medio Ambiente, sus efectivos se sumaban al homenaje a la familia, firmes en sus puestos.

El cura recurrió al evangelio de San Juan. “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero”.

El párroco pidió tras la lectura una reflexión en silencio, sobre el silencio absoluto solo roto por los lejanos ladridos de los perros de las lomas de enfrente. “Por el eterno descanso de los que ya han partido a la casa del Padre”.

Entre coronas de flores

El primer féretro en entrar era el de José Iván García, que también era acompañado por numerosos miembros de su familia, hermanos y sobrinos, llegada desde Asturias en las últimas horas y que se mostraban “impactados” por los acontecimientos.

Unos largos minutos después se recogían los ataúdes con los cuerpos de Marta y Rita, que entraban a la vez rodeados de numerosas coronas de flores.

Cuando finalizaba el sepelio, el tío Julián, muy vinculado a ambas por la constante ayuda que recibían de ellas en su industria quesera y en su finca de Las Lajas, donde mantiene y guarda el ganado caprino que pusiera en marcha el abuelo Elías, un referente del despegue económico de Artenara en el siglo XX, tomaba la palabra para agradecer el acompañamiento. Pero eran unas palabras que iban mucho más allá del compromiso. Roto de dolor expresaba que sentía en su corazón todo el cariño que le entregaba el pueblo. No en balde era el mismo pueblo que cuando Marta, Rita y Raquel perdieron a su madre aún niñas, las arropó como si fueran suyas, que lo eran y lo son aún, a la vista de las emociones que suscitaron en una despedida a la que se sumaron los cielos de Artenara con un atardecer abrumador en sus formas y colores, diametralmente opuesto a la noche de frío, lluvia y neblina del último martes 8 de diciembre.

Horas después se daba inicio a la misa funeral, que comenzaba a las nueve de la noche en la parroquia de San Matías, en una celebración que se organizó en ese horario para facilitar la partida hacia Asturias de la familia de José Iván García, todo ello bajo las tres banderas del Ayuntamiento de Artenara a media asta, como consecuencia del bando de alcaldía en el que se establecían los tres días de luto.

A ello se añadirá, según anunciaba estos días el alcalde de la localidad, Jesús Díaz, “el tributo que merecen”, que será organizado próximamente y ganado a pulso por la disposición y colaboración de ambas hermanas, así como de su padre, en su vida social.

Semana trágica

Con el descanso de sus cuerpos se cierra así una de las semanas más trágicas que ha vivido la localidad cumbrera que recuerden sus habitantes, ya que para remontarse a un suceso similar habría que remontarse a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando mueren en un mismo accidente dentro de una cueva en construcción un padre, su hijo y un trabajador, según explicaba el pasado viernes a este periódico el cronista oficial de Artenara, José Antonio Luján, quién también subraya la impronta que ha dejado la familia Bolaños en el devenir del municipio, fomentando el comercio, y con ello la calidad de vida de sus habitantes, con iniciativas como la venta ambulante, la ganadería y la industria quesera, la única gasolinera que surte de combustibles desde hace décadas al lugar, y la restauración, además de participar en el foro público desde la tribuna del Ayuntamiento de Artenara responsabilizándose de distintas concejalías en varias ocasiones, como fue el caso del propio patriarca Elías y de su hijo Julián.