Un mensaje de texto lo cambia todo, solo hacen falta dos palabras: “paquete enviado”. Jamal Mohammed, un migrante magrebí que llegó a Gran Canaria hace un par de semanas, pasa el día en las calles de Puerto Rico, –localidad turística de la Isla– esperando que su familia le envíe el dinero necesario para poder dar el siguiente paso en su ruta migratoria: viajar a la Península. Y como él, cientos de jóvenes buscan a diario la manera de saltar la ‘muralla’ canaria que ha impuesto el Gobierno central para alcanzar el destino que se marcaron antes de embarcarse en una patera y jugarse la vida. No quieren quedarse, tienen sus documentos en regla y harán todo lo posible para sortear los barrotes de la cárcel en la que se ha convertido Canarias.

“Tenemos el pasaporte, cuando consigamos el dinero nos vamos directos al aeropuerto”, explica Malih Said, otro de los migrantes de la zona. Junto a él, sus amigos también esperan el aviso de sus familias cerca de los cajeros automáticos internacionales que hay en la localidad. “Queremos avanzar, queremos llegar a Francia y esta es la única manera”, relatan. Cada día, frente a uno de los locutorios ubicados en el centro comercial de Puerto Rico, se forman colas de más de 30 personas. Algunos recurren al establecimiento para comprar un móvil, otros para utilizar los ordenadores que les permiten contactar con sus familiares, y el resto, espera paquetes o cambian divisas. “Cada día vienen chicos pidiéndome que les imprima los billetes de avión”, explica Juan Suárez, dueño de un pequeño ciber de la zona.

Dinero perdido

Los que tienen pasaporte logran su objetivo, pero los que lo intentan con el documento de identidad marroquí, no lo consiguen. “Muchos invierten dinero en los pasajes con la esperanza de que las autoridades no les pidan la documentación, pero se quedan a las puertas de la salida”, lamenta Suárez, quien asegura que no ha tenido ningún problema de convivencia con los jóvenes. “La mayoría son gente humilde, gente buena que quiere seguir su camino”, apunta el dependiente.

Estos jóvenes prefieren recurrir al avión, pero hace tan solo diez días alrededor de 200 intentaron trasladarse a Huelva por barco. El primer paso para ello fue viajar desde Gran Canaria a Tenerife, islas separadas por 64 kilómetros, pero la mayoría quedaron bloqueados en el puerto de Santa Cruz de Tenerife al carecer del pasaporte. Finalmente solo 20 pudieron partir.

Este fenómeno es nuevo dentro de los flujos migratorios. Antes, llevar consigo los documentos que los identifican suponía el riesgo de ser devuelto al país de origen, pero la pandemia también ha cambiado esta situación. El cierre de fronteras provocado por el virus impide la repatriación de los inmigrantes irregulares que arriban a las costas canarias. El Gobierno de España, el competente en Migración, ha habilitado con carácter temporal hoteles y recursos turísticos (6.500) y el Ejército ha levantado en menos de una semana un Centro de Atención Temporal a Extranjeros (CATE) en el antiguo acuartelamiento de Barranco Seco para 700 personas. La ley establece que las personas solo pueden estar retenidas un máximo de 72 horas, por lo que al poseer la documentación, el dinero es lo único que separa a estos chicos de su sueño de llegar a Europa, como ocurre con cualquier residente de terceros países que quiera desplazarse: el pasaporte es la llave aun cuando también tenga orden de deportación.

Los taxistas ven esta situación todas las semanas: grupos de muchachos magrebíes con el dinero por delante que quieren ir al aeropuerto. “Ellos no hablan ni papa de español, pero te dan el billete de 50 euros y te dicen que quieren ir a Gando”, explica José Antonio Pérez, taxista en Mogán desde hace más de once años. El conductor reclama al Ejecutivo central más apoyo para hacer frente a la crisis migratoria en el Archipiélago y sospecha que detrás hay intereses ocultos. “No es normal que el Estado mire para otro lado y permita estos flujos sin control”, critica. Diego Hernández y Jairo Hernández, otros dos taxistas de la zona, coinciden con Pérez al asegurar que en todos los años de trabajo nunca habían visto tal cantidad de población inmigrante en el sur de la Isla.

Paquetes de familiares

La mayoría de los africanos se pasa el día hablando por teléfono, o paseando por la zona. Los más afortunados utilizan los ahorros que les envían sus familiares para trasladarse a la localidad vecina de Vecindario a realizar algunas compras o visitar a amigos instalados en la Isla desde hace años. “Muchos nos piden que los llevemos a establecimientos especializados en correos ya que están pendientes de recibir paquetes de sus familiares”, apunta Diego Hernández.

Los restaurantes y comercios de Puerto Rico, localidad donde se concentran la mayoría de hoteles destinados a acogerlos, también son conscientes de estos viajes privados. “Lo vemos todos los días, ellos quiere irse de Canarias”, subraya Jefferson Robles, camarero del Restaurante Balcón Canario, ubicado a pocos metros del locutorio en el que se reúnen los migrantes durante el día. Para este trabajador la situación “se ha desbordado” en las Islas por lo que aplaude que algunos grupos continúen su camino “por su cuenta”.

El dueño de una perfumería del mismo centro comercial, que prefiere no identificarse, coincide con Robles al apuntar que hay “demasiados inmigrantes”. Y asegura que aunque no son problemáticos, provocan el “rechazo del turista extranjero”. Lo mismo piensan algunos taxistas que incluso han oído comentarios al respecto de los pocos que visitan el municipio sureño. “Algunos preguntan que por qué hay tantos” y se aventura a asegurar que otros “han cancelado sus estancias en la Isla por la crisis migratoria”, explica Pérez. La proyección nacional e internacional de la continua llegada de pateras y las imágenes del hacinamiento en el muelle de Arguineguín, en el mismo municipio, preocupa a los trabajadores de la localidad, que temen que puedan dañar, aún más, al sector tras el cero turístico al que obligó la pandemia.

La historia de Bahir

Bahir Drissi, otro joven migrante magrebí, espera cada día con ilusión la llegada de su pasaporte para realizar el mismo camino que sus amigos. Lamenta que algunos vecinos les vean “con malos ojos”. “Nosotros solo queremos llegar a España y coge un autobús que nos lleve a Francia”, relata. No todo es recelo. La situación también ha despertado la solidaridad. Durante el día no falta quien se acerque con bolsas de ropa a los locales que frecuentan los migrantes para entregarlas de forma caritativa. “Esta gente lo pasa muy mal, cuando llegan no tienen ni unos zapatos con los que calzarse”, indica una vecina de Mogán que prefiere no identificarse.

El perfil de este grupo de chicos es similar: la mayoría son varones, muchos trabajaban en Marruecos en el sector turístico, uno de los más dañados por la pandemia. Es el caso de Drissi, que tras pasar meses sin encontrar trabajo de guía en Marruecos decidió jugarse la vida en el mar para poder ir en busca de sus primos que viven en Toulousse (Francia). “Es una decisión difícil pero no había otra opción”, apunta. También tomó ese camino Said, quien recuerda con miedo el trayecto hacia las Islas pero reconoce que valió la pena por tener “una oportunidad en Europa”. Entre 500 y 1.000 personas han muerto este año en su intento de cruzar la ruta Atlántica, según datos de Cruz Roja. Por lo que el peligro es altísimo. Justamente el pasado martes se ahogaron ocho a pocos metros de la playa del puerto de Órzola, en Lanzarote.

Estos traslados de motu proprio a la Península de los migrantes que arriban a las costas canarias no están registrados en ningún documentos oficial ni contabilizados. Las autoridades hasta el momento no han querido pronunciarse al respecto. Lo que está claro, y en lo que coinciden todos los elementos implicados, es que los inmigrantes no se quieren quedar en el Archipiélago. Ahmed Moussa, cónsul general de Marruecos en Canarias, desconoce las cifras de desplazados a la Península. Asegura que conversa “muy poco” con los migrantes irregulares procedentes de Marruecos pero asegura que ellos no se quieren quedar en Canarias. “Este no es su destino”, apunta.

Moussa recuerda que el Gobierno de Marruecos está “totalmente en contra” de la inmigración ilegal y aboga por una migración ordenada, legal y bien canalizada. En este país africano, llevar a cabo estos viajes irregulares supone una infracción que conlleva multas e incluso puede provocar “la estancia de varios meses en prisión”, según apunta Moussa. Para el cónsul las mafias son las principales responsables de esta crisis. “Utilizan y engañan a la gente aprovechando que nos encontramos en un momento crítico para la economía mundial”, lamenta.

La lucha contra las mafias es precisamente uno de los objetivos clave del plan del Gobierno estatal para gestionar la presión migratoria en el Archipiélago. Tanto el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, como la ministra de Política Territorial y el ministro de Migraciones, Carolina Darias y José Luis Escrivá, mencionaron durante sus visitas a Gran Canaria, la importancia de acabar con estas redes para estrangular el flujo hacia las Islas.

Txema Santana, portavoz de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Canarias, tampoco maneja las cifras de magrebíes desplazados a la Península ya que según explica, “no hay ninguna oficialidad al respecto”. Pero para la ONG es “obvio” que se están produciendo estos movimientos, ya que “Canarias es un lugar de tránsito, si existe una posibilidad de avanzar se utilizará, y más si es una posibilidad regular”. Santana asegura que además de este tema, hay otros muchos asuntos al respecto de los que se sabe su existencia pero de los que “no se habla” ya que no “existe nada contable”. “Ocurre lo mismo cuando se incumple el máximo de retención que marca la ley en 72 horas, o la falta de abogados que informen sobre los derechos de asilo. Son temas que están ahí, pero de los que no se habla”, denuncia.

Lo que dice la aritmética

¿Qué nos dice la aritmética sobre este asunto? ¿Cuadran las cifras? No. A las Islas han llegado más de 19.000 personas en pateras o cayucos desde que comenzara el año. A día de hoy, unos 6.500 están alojados en 17 hoteles y complejos turísticos, en torno a 700 están en el CATE de Barranco Seco. Otros 2.000 están ubicados en distintos centros de asilo. Del total, 2.000 son menores no acompañados y otros 2.000 son los que el Ministerio del Interior reconoce que han sido derivados a la Península. Este último grupo lo conforman personas vulnerables, en su mayoría: mujeres y niños o demandantes de asilo. Apenas, 22 han sido repatriados como consecuencia del cierre de fronteras. En el muelle de Arguineguín vuelven a hacinarse unas 1.000 personas tras las llegadas de los últimos días. La suma no se acerca ni de lejos a los 19.000 que han llegado ¿Dónde están los que faltan? Muchos habrán conseguido, gracias a su pasaporte, cumplir su sueño: llegar al continente europeo.

Ultimátum de los hoteles

Los municipios turísticos de Mogán y de San Bartolomé de Tirajana, en Gran Canaria, exigen al Estado que inicie ya la reubicación de los más 6.000 migrantes que permanecen en 16 hoteles y complejos turísticos de sus municipios antes enero para poder reactivar la economía de la Isla. Reclaman al Gobierno de España que asuma sus competencias y utilice –para montar los campamentos militares– los 300.000 euros que, dicen, el Estado se gasta diariamente en mantener a los migrantes en los complejos. |