La foto de familia del primer Gobierno de Ángel Víctor Torres como Presidente de Canarias traslucía en sí misma toda la expectativa que concentraba aquel equipo de once personas, seis mujeres y cinco hombres, que tomaba las riendas de la administración autonómica tras el vuelco político en las Islas en las elecciones del 26 de mayo. Tomada en la sede de Presidencia, en Santa Cruz de Tenerife, el 18 de julio de 2019 y casi dos meses después de que los canarios hablaran en las urnas, la imagen resumía entonces la vitalidad aparente y lógica de quien asumía una tarea para la que se habían conjurado los cuatro partidos representados (PSOE, Nueva Canarias, Podemos y Agrupación Socialista Gomera), y sus respectivos líderes, que unas semanas antes, el 22 de junio, habían sellado un acuerdo para formar el primer Gobierno de coalición de corte totalmente progresista y de izquierdas de la historia de Canarias.

Vista hoy, la foto parece sacada de un archivo inveterado pese a que sólo hayan transcurrido 365 días y que sus protagonistas, aunque tres ya no forman parte del equipo, mantengan más o menos el mismo saludable aspecto. Pero la sonrisa de ese momento en cada uno de ellos se ha evaporado tras un largo año lleno de avatares e infortunios encadenados.

Entre la primera de sus reuniones, el mismo día de la foto, y la última del pasado martes, ha transcurrido todo un mundo, una película de sesión continua en la que la acción para sus protagonistas ha ido 'in crescendo', muy a su pesar, sin solución de continuidad en una trama sin control capaz de tensar y desencajar al más templado. El Gobierno ha vivido su primer año como una de esas malas películas de acción, en que una explosión inicial da paso a un rosario de nuevos incidentes, sin tregua para su protagonista y sin resuello para los espectadores, hasta que alguna milagrosa intervención de los buenos resuelve por fin el accidentado metraje. Pero no hay por ahora final feliz a la vista para este Gobierno de Progreso, ni sus líderes son los cuatro fantásticos con superpoderes para superar tanta desgracia.

El primer aniversario del Ejecutivo nacido del Pacto de las Flores auspiciado tras la victoria socialista y una mayoría progresista en el Parlamento regional que lograba acabar con 26 años de gobiernos presididos por CC, no puede estar sujeto a un balance al uso, y por ello resulta complejo valorar su gestión y someterla al escrutinio convencional teniendo en cuenta el carácter excepcional del tiempo y las circunstancias que le ha tocado vivir. Obviamente, es una efemérides sumergida entre tinieblas como consecuencia de la emergencia sanitaria de la Covid 19 vivida durante los últimos meses, y por los devastadores efectos sociales y económicos que está produciendo en el Archipiélago. Y aunque hasta el inicio de la pandemia, a finales de febrero, el Gobierno presidido por Torres ya tenía tras de sí una larga lista de 'accidentes' superados, la crisis del coronavirus y sus consecuencias marcan claramente no solo la mirada y el análisis que se pretendan hacer, sino la propia identidad y consistencia del equipo como tal, e incluso la de las personas que lo han integrado. Para conmemorar un primer aniversario tan atípico, este gabinete gafado se ha encontrado con ese 'apagón de velas' metafórico que ha supuesto el nuevo cero energético en Tenerife del miércoles, similar al que ya se produjo en septiembre pasado, una especie de inquietante "cumpleaños feliz" que le envían desde su escondite los pérfidos hados que le han tocado en mala suerte.

El Gobierno de Torres nació ya, de hecho, superando con creces los anteriores tortuosos prolegómenos que en Canarias acompañan la formación de los Ejecutivos regionales como consecuencia de los pactos a que obliga el sistema político isleño. Tras muchas semanas de incertidumbre, de negociaciones a varias bandas, y de lograr contrarrestar por la mínima y a última hora los movimientos de CC, el PSOE logró atar a sus socios en un Acuerdo para un Gobierno de Progreso y de Cambio en Canarias con el que abrir una nueva era política en el Archipiélago. La alianza con la NC de Román Rodríguez, con el Podemos más posibilista y con ansias de tocar poder a las órdenes de Noemí Santana, y con el hábil e impredecible Casimiro Curbelo, líder de ASG, ofrecía a los canarios tantas dudas sobre la viabilidad y consistencia del proyecto, como expectativas de cambio en la cultura política del Archipiélago.

Parte de la responsabilidad de que esa alianza fraguara recayó sin embargo en el otro bando político, integrado por CC, el PP y Cs, porque sus desencuentros sobre quien asumiría la Presidencia y el reparto del poder, acabaría por frustrar un acuerdo para un Gobierno de centro derecha para el que contaban con el necesario apoyo de Curbelo, que jugaba con las dos barajas. La negativa de Cs a aceptar a Fernando Clavijo, candidato de CC, como presidente por estar sometido a investigación por el Tribunal Supremo por la llamado 'caso Grúas', del que recientemente ha sido exculpado, y el rechazo del entonces presidente del PP canario, Asier Antona, a ceder la jefatura del Ejecutivo a la 'número dos' de su partido, Australia Navarro, como pretendía la dirección de la calle Génova a instancias nacionalistas, espantó a Curbelo de la operación y dejó expedito el camino a Torres para cerrar el llamado Pacto de las Flores, firmado en la capital tinerfeña.

Perfil político

El pacto de progreso compuso un documento de 26 páginas que vertebraba en ocho ejes el programa de gobierno que pretendía desarrollar una "agenda de cambio" que debía suponer un nuevo impulso para Canarias: la lucha contra la pobreza y por la inclusión social; fortalecimiento del estado del bienestar, potenciando y mejorando los servicios públicos esenciales (sanidad, educación y dependencia); fomento de la igualdad de género; favorecer el empleo y el crecimiento económico; desarrollo sostenible y lucha contra el cambio climático; la regeneración política; y una política fiscal justa y suficiente, además de defender los derechos e intereses de Canarias en sus relaciones con el Gobierno de España y con la Unión Europea. Un ambicioso plan para el que se compuso un Ejecutivo muy heterogéneo, como cabía esperar en un pacto cuatripartito, con un perfil más político que técnico, y cuyo desarrollo está aun lejos de encauzarse.

Además de Rodríguez, que ocuparía como único representante de NC en el Consejo de Gobierno una especie de 'presidencia bis' a través su alto puesto de co-mando concretado en la Vicepresidencia y de la consejería de Hacienda, se integró también la propia Noemí Santana como responsable del área de políticas sociales, a la que Unidas Podemos trataría de sacar partido demostrando que "otra gestión es posible" también en este ámbito. Los socialistas combinaron la inclusión de pesos pesados e históricos del partido como Julio Pérez, Sebastián Franquis y Carolina Darias en consejerías claves, (Justicia y Portavoz; Transportes y Obras Públicas; y Economía) con otras figuras más ligadas a áreas profesionales como Teresa Cruz y María José Guerra en Sanidad y Educación, las dos parcelas más sensibles del Gobierno. Se completó el Ejecutivo con los también socialistas José Antonio Balbuena (Política Territorial), y Alicia Vanoostende (Agricultura y Pesca), y la gomera Yaiza Castilla de AGS, que asumió Turismo.

Los primeros compases se desarrollaron en un ambiente de alta expectación y de ambiciosos horizontes ante al Estado, al frente de cuyo gobierno en funciones por el bloqueo político estatal se encontraba el socialista Pedro Sánchez, que, seis meses después, lograría formar un Ejecutivo en Madrid de indeseada coalición con Unidas Podemos tras las generales del diciembre. Pero muy pronto empezaron a desencadenarse las variadas emergencias en Canarias a las que ha tenido que dedicar gran parte de sus energías el entonces recién estrenado gabinete multicolor regional. La primera de ellas la de los dos grandes incendios en Gran Canaria en agosto, cuya gestión y explicación pública asumió personalmente el propio Torres. Pese a la gran devastación forestal que provocaron esos dos grandes incendios, con más de 10.000 hectáreas de bosque calcinado, la gestión de los mismos fue considerada impecable y no supuso ningún desgaste para el Gobierno, sino todo lo contrario, reforzando sobre todo la figura el presidente.

Sin apenas tiempo y oxígeno para respirar, el Ejecutivo de Progreso se enfrentó solo unas semanas más tarde, a su segunda emergencia, la quiebra del turoperador británico Thomas Cook, responsable de trasladar a las Islas a uno de cada cuatro turistas extranjeros. También en este caso se llevó a cabo una gestión que fue considerada eficaz y en la que jugo un papel destacado Yaiza Castilla como consejera, junto al propio Torres, para forzar al Estado a un plan de ayudas, y para negociar con los operadores aéreos la recuperación de las 2,5 millones de plazas perdidas con la compañía británica.

Primeros presupuestos

El respiro ante tanto contratiempo lo encontró el Gobierno en otoño con la presentación y posterior aprobación, antes de finales de año, de sus primeros Presupuestos, la clave de bóveda de la política progresista que se pretendía impulsar. La cohesión del Gobierno quedaba expresada en las prioridades del proyecto (8.000 millones de recursos), que sin embargo amagó con resquebrajarse por las tensiones con el Estado y el Ejecutivo de Sánchez por la aportación de fondos estatales, y por los problemas de gestión que empezaron a aparecer precisamente en las consejerías que sustentan los servicios públicos, Educación, Sanidad y Asuntos Sociales.

En todo caso, tras un falso amago del presidente de hacer una amplia remodelación aprovechando la necesaria sustitución de Darias, que había sido nombrada ministra en el Ejecutivo de Sánchez, por Elena Máñez, y remover de sus puestos a las consejeras cuestionadas, el Gobierno enfilaba el nuevo año con una agenda clara y renovado impulso. Pero la aparición del coronavirus, a finales de febrero, rompió todos los moldes y todos los planes y puso de nuevo a Torres frente a sendas emergencias, sanitaria primero y luego económica, que van a marcar el futuro de este Ejecutivo y, sobre todo, el futuro inmediato de los canarios por las consecuencias del parón del sector turístico.