El presidente del Gobierno está perfeccionando hasta el frenesí una aptitud artística que cultiva con esmero: someterse amablemente a todas las preguntas y contestar solo a las que le interesa, pero como si no fueran importantes. En la sesión plenaria de ayer tanto CC como Ciudadanos se dirigieron al señor Torres en busca de una explicación para un hecho insólito: que no haya designado sustitutos a la exconsejera de Sanidad, Teresa Cruz, y a la exconsejera de Educación y Cultura, María José Guerra. Como es sabido el primer departamento lo dirige Julio Perez, simultaneándolo con la consejería de Administraciones Públicas y Justicia, la portavocía del Gobierno y la lectura de Catón el Viejo, y el segundo José Antonio Valbuena, consejero de Transición Ecológica. Se trata, por supuesto, de nombramientos interinos, aunque circula en las inmediaciones del Gobierno un chiste malvado. Todos los consejeros quedan infectados por el coronavirus y deben abandonar sus responsabilidades. Van cayendo uno a uno y Torres los va sustituyendo como buenamente puede. Al final, se toma la temperatura y llama a Julio Pérez. "Julio, eres el único que queda€He firmado la baja y tendrás que sustituirme hasta que esté de vuelta". La respuesta de Pérez es automática: "Al habla el presidente de Canarias. ¿Usted quién es y cómo ha conseguido este número?"

A Torres le molesta mucho que le hagan preguntas incómodas. Quizás demasiado. Su paciencia disminuye mientras la barriga le va aumentando. Así que sus respuestas suelen consistir en afearle la conducta al curioso - a Vidina Espino le dijo que debería ayudar (sic) al Gobierno, como ayudan a los necesitados los samaritanos o los san bernardos - o recordar acciones y situaciones similares que en realidad no se parecen en nada, apuntándole a José Miguel Barragán que su antecesor en la Presidencia del Gobierno "cesó a la consejera de Turismo". Es cierto, pero no tardó dos meses en sustituirla y -sobre todo - Canarias no vivía, como España y el mundo, una pandemia peligrosa y alarmante. Barragán sonrió y le replicó que a veces era más fácil remover un presidente que un consejero. Y es cierto: que le pregunten a Paulino Rivero. O al mismo Barragán sin ir más lejos.

Después llegó otro leit motiv torrecista: la compensación de las entidades locales por la falta de ingresos púbicos. Contestó a Thanos, es decir, a Casimiro Curbelo, que el suyo fue el primer gobierno autonómico que solicitó al Gobierno central que ayuntamientos y cabildos pudieran utilizar su superávit. El primero. También le repitió que la ministra le aseguró que se compensaría la baja recaudación tributaria de las entidades locales canarias, pero no soltó prenda sobre el superávit de cabildos y ayuntamientos. Curbelo lo observaba como un buda gomero que supiera que la fuente de la infelicidad es la voluntad de tumbar un gobierno antes de tiempo. A continuación llegó Manuel Marrero, de Unidas Podemos, para cantar las maravillas del ingreso mínimo vital. Torres lo caracterizó como la medida social más importante de la historia de España: supongo que la organización de un sistema de salud público universal, obra de un tal Ernest Lluch, no puede compararse a tal prodigio. Casi todos los países europeos cuentan desde hace años, a veces lustros, con una prestación de último recurso. Si tenemos en cuenta que desde 1977 el PSOE ha sido el partido que más tiempo ha gobernado en España que comience a funcionar este mes más bien parece un démerito de los socialdemócratas españoles que otra cosa. Pero bueno. Depende, como decía Pau Donés en una canción muy parlamentaria. Depende de cómo se mire, señoría, todo depende. Otro manta incansable - que ayer repitieron de nuevo los diputados de Podemos - es que en esta crisis se está actuando por parte del Gobierno español de forma distinta a la de 2008. Por parte del Gobierno español y de todos los gobiernos, socialistas, liberales y conservadores de la Unión Europea. Para la mayoría de sus señorías su patria no es el mundo, su patria no es Europa, su patria es de un alcornoque su fresca, dulce, inolvidable sombra. No faltó tampoco la pregunta no pregunta de Nira Fierro para que el presidente le confiese que sí, que es un presidente estupendo, ya me lo ha arrancado usted como cada quince días, no sé cómo se las arregla, y después llegó el momento estelar del nuevo ultracuerpo del Gobierno autónomo, el señor José Antonio Valbuena, porque ese es otro chiste gubernamental de las últimas semanas: si te quedas dormido en el despacho crece a tu lado una baya de la que emerge tu consejero sustituto, y a veces no es Julio Pérez.

Valbuena llega siempre al salón de plenos con una cartera al hombro, bambas deportivas no demasiado limpias y la camisa sobre los pantalones. Después se sienta y observa atentamente a quien le pregunta. Cuando se trata de la oposición Valbuena enarca ligeramente las cejas y su mirada tiene una chispa burlona a veces y otra claramente despectiva. La expresión corporal es inequívoca: me importa un bledo lo que estás diciendo y enseguida te lo voy a demostrar. Y así lo hizo, por supuesto, cuando la oposición señaló una evidencia: la desastrosa gestión educativa durante el estado de alarma. Es un asunto grave y delicado diagnosticado hasta el hartazgo por sindicatos, asociaciones de padres y madres, directivos de centros y profesores, pero Valbuena, sorprendentemente, vino a decir que todo eso eran patrañas, y que ni a la oposición ni a los sindicatos hay que hacerle mucho caso, más o menos como un hombre renacentista - como el propio Valbuena - no ha de temer de brujas y ogros y demás monstruos de la sinrazón. Le espetó a la diputada Lorena Hernández una ristra de órdenes emitidas por la Consejería de Educación - órdenes anacrónicas, o sin soporte logístico, o incongruentes hasta el delirio o de imposible incumplimiento - y lo resumió con una frase estupefaciente: "El fin de curso se ha hecho bien". Que un responsable político sea capaz de escurrir de tal manera el bulto - y mentir tan grotescamente- frente a uno de los mayores problemas que tiene la sociedad canaria como consecuencia de la crisis sanitaria demuestra su auténtica capacidad política, su sensibilidad social y su sentido de la responsabilidad. Quizás el problema no sea que el señor Valbuena dirija provisionalmente la consejería de Educación y Cultura. Tal vez, sencillamente, no debería dirigir ninguna consejería. Valbuena lleva Educación como lleva la camisa: arrugada y colgando por fuera.

Lo demás fueron las mañas de Elena Máñez para no precisar nada sobre las políticas activas de empleo para la reactivación social y económica con los fondos del PIEC y una nueva demostración de que Yaiza Castilla es una de las mejores consejeras del Gobierno regional: precisión, claridad e inteligencia en todas y cada una de sus respuestas. Hablaba Castilla, precisamente, de su proyecto Canarias Fortaleza, cuando por un instante apareció en una de las ventanas del salón de plenos el rostro de Fernando Clavijo. Sonrió y echó una lenta mirada a todas sus señorías y pareció musitar:

-Ya estoy aquí.