En el segundo día del pleno la consejera de Derechos Sociales, Noemí Santana, se mostró francamente satisfecha de su gestión desde los idus del marzo pandémico, y si en algún punto le faltó entusiasmo laudatorio su señoría María del Río Sánchez la socorrió prestamente. De su diálogo se podía deducir que es una fortuna que se encuentren precisamente ahí las dos. Imagínense esta crisis gestionada, no sé, por Ana Botella y Ana Rosa Quintana Qué miedo. Tanto Santana como la diputada de Podemos insistieron en uno de los mantras más despiadadamente repetidos en las últimas semanas: no reconocer que la respuesta del Gobierno central y el Gobierno de Canarias a esta crisis es totalmente distinta a la de 2008 es grotesco, insostenible y falaz. Ahora se protege a los ciudadanos y sus vidas y haciendas. Ahora se privilegia el bien común y los intereses generales frente a los banqueros, los millonarios y los consumidores de Soberano.

El debate de ayer, por supuesto, insistió en ese emocionante artilugio retórico, en el que participó igualmente la diputada de Nueva Canarias Carmen Rosa Hernández. Se trata de un sofisma que quizás merezca la pena abocetar en tres puntos:

a) Esta no es una respuesta de izquierdas frente a la coronacrisis en contraste con una respuesta de derechas frente al crash financiero de 2007/2008. Quien respondió con recortes presupuestarios brutales cuando la crisis puso al Estado español al borde del default fue un Gobierno socialista, el de José Luis Rodríguez Zapatero aunque, por supuesto, los recortes continuaron con el posterior Gobierno del Partido Popular, que endureció las condiciones del mercado laboral con su reforma de 2012, entre otras. Pero en toda la comunidad europea gobiernos liberales, conservadores y socialdemócratas actuaron básicamente siguiendo las mismas directrices. En este bloque se incluye el sonsonete de la ayuda a los bancos, cuando más del 80% del directo inyectado fue a parar a salvar -bancarizándolas- o liquidar las antiguas cajas de ahorro. Cabe insistir, igualmente, que fue la UE la que exigió a Rodríguez Zapatero reformas jurídicas y austeridad presupuestaria.

b) Precisamente si la UE actúa esta vez de manera distinta es porque se trata de una crisis económica con una etiología diferente -no tiene su origen en explosivas patologías financieras, sino en la congelación de la actividad económica por la amenaza de un virus letal que obliga a confinar a la población- y extraordinariamente concentrada en el tiempo: el hundimiento de la producción, el empleo y el consumo se ha materializado en poquísimas semanas. Resulta, por tanto, bastante inconsecuente comparar ambas crisis y, sobre todo, valorar las estrategias de contención y superación que se han utilizado en 2008 y 2020 como respuestas a un problema con una raíz similar: no lo es en absoluto.

c) En el caso de Canarias es verdaderamente notable tanto olvidar que los tres grandes partidos de la comunidad autonómica ha participado en políticas de austeridad y recortes de gasto e inversión desde el Gobierno regional y las corporaciones locales, así como ese curioso ejercicio de desmemoria por la que se prescinde de cualquier análisis relacionar los porcentajes de desempleo, pobreza y desigualdad de Canarias con las restricciones presupuestarias que se debieron asumir entre 2008 y 2015. Ocho años de miserabilismo presupuestario que explican asimismo los estrechos márgenes de maniobra para emprender reformas económicas enfocadas a la diversificación de la actividad o el impulso a la investigación y el desarrollo, sobre todo en esferas como las energías alternativas.

Pero el pasado no suele existir en la política en general y en la política canaria en particular. Sobre todo si entra un nuevo Gobierno que se define como progresista y que en medio de una pandemia aterradora insiste -como le ocurría antes -en referirse siempre al gasto (políticas sociales y asistenciales) y nunca a los ingresos (políticas económicas). Salvo para la diputada Vidina Espino, empecinada en adoptar un papel de látigo del Gobierno que le sienta como un tiro en el zapato de aguja, la opinión generalizada es que Santana ha realizado una gestión correcta, aunque ni brillante ni particularmente eficaz. De mayor inteligencia política que su compañera la consejera de Educación, desde un primer momento se apresuró a asesorarse con los técnicos -bueno, con la mayoría de los técnicos de su departamento- y así ha conseguido tramitar 38.000 expedientes para el reconocimiento del ingreso mínimo vital, aunque todavía no se ha abonado ni un céntimo a los beneficiarios. Santana aseguró que se empezaría a pagar antes de finalizar el mes y aceptó la buena gana la sugerencia de la diputada Cristina Valido, su antecesora en el cargo, para mantener abierto la inscripción para esta ayuda mientras dure el estado de alarma.

Valido mantuvo un tono constructivo sin abandonar el espíritu crítico, y advirtió a la consejera y sus compañeros del Gobierno lo peligrosos que pueden ser ciertos excesos metafóricos. "No hablen de escudo social", dijo, "porque ni este Gobierno, ni ninguno, puede proteger a todos, en todos los aspectos y en todo momento". La nacionalista recordó que las ayudas al alquiler tampoco se habían pagado. La señora Del Río, por supuesto no estuvo de acuerdo, y recordó que en las películas de romanos los que llevaban escudo tenían más posibilidades de vivir que los que no. "Buenos, a algunos los mataban también, pero tenías más posibilidades con un escudo, por supuesto", sentenció estirando la metáfora más allá de lo prudente, porque se supone que aquí y ahora los escudos los ha repartido el propio César, organizador del espectáculo. La verdadera izquierda no puede resistirse a una buena o mala metáfora. O a citar a José Múgica, como hizo Santana. Al menos en este pleno Del Río no citó a Saramago, lo que siempre se agradece.

El diputado más tierno en sus preguntas, casi todas respondidas por él mismo, fue Carlos Antonio Sánchez, que es ese diputado que siempre tiene el PP de alma socialcristiana y buen rollito dentro de un orden que le pide una y otra vez a Noemí Santana que acepte la mano tendida para la colaboración, porque a la derecha también le importan los pobres, la exclusión social, los niños abandonados o las mujeres maltratadas. Santana sonreía pero no, no le daba la mano, lo que al diputado Sánchez le colmaba de una insondable tristeza. "Yo, sin embargo", enfatizó don Carlos Antonio caballerosamente, "le seguiré tendiendo la mano y ofreciendo propuestas y acuerdos". Luego cogió la mano, se la metió en el bolsillo como un animalito malherido y regresó dignamente a su escaño.