Solo tiene nueve meses, se llama Zeineb Cissé y en algún lugar de Marruecos su abuela da gracias a Dios, porque hace menos de una hora la creía muerta, pero ella ha sobrevivido a un fuerte temporal y a la falta de escrúpulos de quienes empujan las pateras al Atlántico aun con tan mala mar. Al abrigo del puerto de Arguineguín, la pequeña Zeineb se toma sonriente un biberón en brazos de su madre en el hospitalito de la Cruz Roja. Acaba de ser rescatada junto con otras 24 personas por una embarcación de Salvamento Marítimo a 55 kilómetros de Gran Canaria, entre olas de cinco metros y vientos de fuerza 7.

Cuando la Salvamar Menkalinan llega al muelle, parece que a bordo no viene nadie a bordo. Los inmigrantes africanos a los que acaba de salvar de un temporal contra el que llevan luchando de cuatro a cinco días llegan tumbados en la popa, cubiertos por lonas. Los primeros se intentan erguir en cuanto la lancha queda amarrada al puerto, pero se tambalean, algunos se doblan para vomitar y de las ropas de la mayoría, más que empapadas, cae tanta agua como si acabara de estallar sobre ellos una ola.

Son los supervivientes de 48 horas frenéticas durante las cuales los servicios de emergencia españoles han buscado a 143 personas que entre el viernes y el sábado pasado se embarcaron rumbo a Canarias en cinco pateras que salieron entre Cabo Bojador y Dajla, a dos o tres días de navegación de las islas, cuando todo va bien. El número de las personas que vienen a bordo, 16 hombres, ocho mujeres adultas y una bebé, revela que posiblemente forman parte de la primera de las barquillas que se hizo al mar este fin de semana.

Malas noticias

De las otras cuatro, hay muy malas noticias: una de ellas ha naufragado esta tarde en las costas del Sahara y a 14 de sus 28 ocupantes se los ha tragado el mar, incluyendo a algunos menores. Cuanto esa noticia saltó a los medios y comenzó a correr por Marruecos, la abuela de la pequeña acababa de enterarse de que su hija y su nieta se había subido hace unos días en una patera hacia Canarias, con semejante mar. Y la mujer se temió lo peor. "Estaba histérica, pensaba que iban en la patera que ha naufragado esta tarde en Sahara", relata a Efe una colaboradora de una ONG que ha estado en permanente contacto con ella, como con otras familias que preguntan por los hijos y hermanos que van en esas barcas.

Pasadas las 22:00 horas, a esa mujer que llama desde algún lugar de Marruecos le llegan noticias esperanzadoras: la Salvamar Menkalinan ha llegado a Arguineguín con una bebé. Poco después, recibe vía WhatsApp una foto de la niña tomando el biberón en manos de un voluntario de la Cruz Roja. Y alguien le dice que la madre de la pequeña ha escrito su nombre en un papel: Zeineb Cissé. La mujer da gracias a Dios. Su nieta de nueve meses y su hija de 29 años están a salvo. Sobre todo la pequeña, que no presenta ni las magulladuras, ni los mareos, ni la hipotermia que han hecho mella en sus compañeros de travesía.

Dos barcos desaparecidos

Dos de las pateras que salieron al mismo tiempo que los rescatados la noche del martes, con medio centenar de ocupantes entre ambas, siguen perdidas. Otra fue interceptada por la Marina Real marroquí y la última se ha hundido. "Es horrible, no tienen escrúpulos", se lamenta la cooperante que acaba de dar a los Cissé la mejor de las noticias. "Hace falta tener muy pocos escrúpulos para lanzar cinco pateras al mar con este temporal y para llenarlas de bebés y mujeres en las últimas semanas de embarazo. Esta ruta cada vez es más peligrosa".

La persona que hace estos comentarios tiene muchos años de experiencia en este campo. Y la Cruz Roja de Canarias corrobora su criterio: nunca habían visto tantas pateras con embarazadas y bebés a bordo, ni siquiera en la crisis de los cayucos de 2006, cuando esta misma ruta trajo a casi 32.000 personas a las islas. Y mucho menos habían vivido dos partos en menos de un meses a bordo de pateras. Uno con final feliz hace solo unos días al sur de Gran Canaria, otro con un desenlace dramático en Lanzarote.