Los cronistas más bovinos suelen utilizar la expresión "dantesco" para cualquier desperfecto intrascendente. Los milenians incluso la recuerdan cuando se cortan al afeitarse. Pero en la Comedia de Alighieri no solo se encontraba en infierno y sus grandes imágenes entre llamas y bilis, sino también el purgatorio. Ahí, en el círculo del purgatorio, se pudrió la Cámara canaria la mañana de ayer bajo la presidencia de Gustavo Matos, que en un ambiente tan soporífero se olvidó, incluso, de dar la cortés bienvenida a Elena Máñez, todavía flamante consejera de Economía, Conocimiento y Empleo, y no lo hizo hasta dos horas después.

Porque las primeras preguntas del pleno fueron, precisamente, para inquirir al presidente del Gobierno sobre el empleo. Nada menos que tres preguntas, por cierto, porque todo el mundo tiene derecho a diez minutos de fama interrogando a Ángel Víctor Torres. En el jocoso programa Ilustres ignorantes siempre se concede la primera palabra, por casualidad, a Javier Cansado, en el programa que se emite desde la calle Teobaldo Power siempre es la primera de tomar la palabra Nira Fierro, presidenta del grupo parlamentario socialista, cuya tendencia a preguntar al presidente y al mismo tiempo responderse a sí misma alcanza ya una perfección formal insuperable. Entre otros apuntes, Fierro aseguró que la reforma laboral del Partido Popular "nos ha llevado a trabajadores pobres", quizás sin reparar en que la recuperación del mercado laboral en el último trimestre del año pasado que alaba se hace, precisamente, bajo la reforma laboral del PP.

Torres respondió que los datos eran los mejores de los últimos doce años y que, por supuesto, había que reformar la reforma laboral para que se cree empleo de calidad. Luego se ensombreció el ambiente, como cuando llega Maléfica al castillo sin haber desayunado antes, y María Australia Navarro censuró agriamente la inhibición del Gobierno autónomo ante el repunte sostenido de la migración ilegal, 19 migrantes llegados en patera en enero de 2019 y 700 en enero de 2020. Ligeramente apocalíptica Navarro garantizó al presidente que el PP "no va a permitir que endose el problema migratorio a los ayuntamientos de las islas" y advirtió que "la única solución no pueden ser las repatriaciones".

Torres estuvo de acuerdo y, como siempre que alguien menta las corporaciones locales, recordó nostálgicamente su etapa de alcalde de Arucas, y cómo en su municipio se acogió a migrantes sin recursos.

Luego todo se fue combinando cruelmente, es decir, se insistió en las cifras y porcentajes de empleo según el gusto de cada parroquia -Canarias va bien en creación de empleo, Canarias sigue yendo bien como en los tiempos felices del Clavijato, Canarias no puede ir bien con un gobierno de socialistas y comunistas (sic) vampirizando la patria- y también se habló de Fitur, porque Luis Campos, portavoz de Nueva Canarias, tuvo la ocurrencia de preguntarle al respecto al presidente Torres, que ya son ganas de preguntar al filo del suicidio retórico. "Ya sé que parece una pregunta fuera ya de contexto", se disculpó Campos que, al contrario que Francisco Déniz (por ejemplo) siempre teme resultar pesado. Casimiro Curbelo -que ejerce como un Tanos benevolente pero que jamás olvida que solo con chascar los dedos puede crear o destruir un Gobierno- expresó su preocupación por los animales asilvestrados "que como todos sabemos causan daños irreparables en las islas". No señaló a nadie de los presentes. El diputado Curbelo insistió mucho en que hay que buscar soluciones no solo para satisfacer a los animales - aunque no voten - sino también a los animalistas -que pueden votar y todo-. Después de varias intervenciones de las consejeras de Sanidad y Educación -a las que la oposición, obviamente, les ha tomado un incansable cariño- se cerraron las preguntas y llegó lo único con contenido sustancioso de la mañana: la comparecencia del Gobierno, y en concreto de su consejero de Administraciones Públicas, Julio Pérez, para tratar sobre los nuevos límites fronterizos que pretende imponer el Reino de Marruecos sobre aguas territoriales de España y de Canarias o viceversa. Más de un tercio de los escaños de la Cámara ya estaban vacíos a la una de la tarde, hora parlamentaria del chisme en el pasillo o el vermú en la calle.

La salsa la puso Juan Manuel García Ramos, diputado coalicionero que se prodiga poco, y cuyas opiniones sobre la política cultural del Gobierno del cuatripartito sería interesante escuchar. Socialistas y conservadores se limitaron a expresar su malestar por la política de "hechos consumados" de la que son consumados actores las autoridades marroquíes. Luis Campos consiguió aplausos de todos los escaños nacionalistas recordando que la pretensión marroquí no solo de desplegar su apetito territorial sobre aguas canarias, "sino de continuar con el abuso sobre el pueblo saharaui invadiendo o queriendo invadir sus aguas territoriales". "Un Estado que utiliza sistemáticamente la política de hechos consumados", dijo Campos, "¿es digno de ser aliado estratégico de España y la Unión Europea?". En realidad la dignidad no es un requisito fundamental para ser aliado de la UE ni lo ha sido -que se lo pregunten a Gaddafi o a alguna pariente vivo o moribundo del dirigente libio- nunca pero lo del portavoz Campos se entendió perfectamente.

El profesor García Ramos, dueño de una ironía a menudo empapada en mala leche, pero siempre avanzando en un tono cortés -incluso llamó "compañero hispanoamericanista" al presidente del Gobierno- expresó que Marruecos es como es, y siempre ha sido como es, y que lo que de verdad le preocupa es España "que no actúa con la fortaleza y la diligencia debida en este asunto". Recordó que en 1975 "España abandonó el Sáhara y dejó a Marruecos actuar como quiso" y que la situación no ha cambiado desde entonces sino a peor "para los saharauis y el derecho internacional en la zona". "No me hable de Margarita Robles", gruñó García Ramos, "que se dedicó a dar pábulo a las falsas noticias de los marroquíes sobre ataques terroristas a cargo del Polisario en los campamentos de refugiados, no me hable de Margarita Robles, por favor". Julio Pérez sonreía en su escaño. En realidad sonreían casi todos al poder asomarse, por un momento, al borde de un verdadero debate político: un breve alivio.

El portavoz de CC asombró un tanto al respetable al mencionar el punto tres del artículo 198 del Estatuto de Autonomía, que establece que Canarias podrá solicitar al Gobierno del Estado "la celebración de tratados y convenios internacionales" en materia de interés para las islas, pero, sobre todo, "las relacionadas con su situación geográfica como región ultraperiférica". "Señor presidente", recalcó García Ramos, "dispone usted de ese artículo: empléelo". Sería realmente magnífico que un presidente canario lo hiciera, pero parece harto improbable. Cuando Julio Pérez contestó a García Ramos que no entendía el nacionalismo el presidente del PNC le indicó sardónicamente:

- Pues pregúntele usted a Román Rodríguez, lo tiene al lado.

El consejero de Administraciones Público afirmó que prefería un Gobierno autónomo que trabajaba con rigor y en colaboración con el Gobierno español para despejar cualquier peligro o reserva que cualquier teatrillo que aproveche una crisis. Pero es que antes García Ramos había sentenciado que la diferencia entre su grupo político y el Ejecutivo de Torres era la que existía entre una conciencia nacionalista y un autonomismo "blandito". Como son distingos que solo le interesan a los nacionalistas, al fin y al cabo, Gusstavo Matos suspendió la sesión y en menos de dos minutos el salón de plenos quedó vacío.