Mogán esconde en sus entrañas seis de los 85 árboles, arboledas y otro tipo de flora que se incluyen en el primer catálogo de Árboles Singulares de la Isla elaborado por el Cabildo de Gran Canaria. El ejemplar singular más antiguo es un pino de 300 años ubicado en el barranco del Mulato, que logró resistir al gran incendio de 2007, mientras que el más joven de los que se encuentran en esta localidad es un flamboyán del barranco de Veneguera plantado a finales de la década de los años 50, por lo que se estima que tenga una edad aproximada de 60 años.

El resto del catálogo de ejemplares singulares presentes en la geografía moganera lo componen la cardonera de las Casas de Veneguera, el drago del Pinillo, el tabaibal del Lomo de La Verga y un conjunto de 12 pinos localizados en el barranco de Arguineguín, según recoge el informe coordinado por Agustín Suárez, técnico del Servicio de Medio Ambiente de la Corporación insular. Pocos son los árboles de Mogán que incluye este primer catálogo, si bien es cierto que la localidad tiene aún más árboles de interés, según revela el técnico, quien espera que puedan incorporarse en un futuro a esta lista o que el Ayuntamiento apruebe con el tiempo su catálogo local.

El viaje por la riqueza natural de Mogán comienza con el majestuoso pino del Mulato, ubicado en el barranco del mismo nombre. En la pista que conduce hacia el Aula de la Naturaleza de la Reserva de Inagua se encuentra el ejemplar de pino más alto de Gran Canaria, con una altura de 45 metros, un tronco de 1,8 metros de grosor y además es el ejemplar singular moganero más antiguo, con 300 años. Este pino ocupa el primer puesto en el ranquin insular desde 2007, año en que el gran incendio forestal de Gran Canaria que arrasó con 20.000 hectáreas de terreno hirió a su pino hermano, de 47 metros de altura. El fuego llegó a su corazón y tras aguantar unos meses inclinado, terminó cayendo. Aunque este ejemplar se encuentra en terreno público y es visitable, lo cierto es que los accesos para llegar hasta él son complejos.

Cuatro ejemplares singulares

A pocos kilómetros, en el entorno de Veneguera se encuentran dos de los cuatro ejemplares singulares. El primero de ellos es la cardonera de las Casas de Veneguera, un señorial y gigantesco conjunto vegetal que se eleva cinco metros sobre el nivel del suelo, y un diámetro de copa de otros 15 metros. De 200 años, se encuentra en una antigua zona de cultivos junto al camino Real que conecta las Casas de Veneguera con Los Almácigos.

El área donde se ubica fue un terreno utilizado antaño como estercolero, según identifica Agustín Suárez en el catálogo, y la cardonera logró sobrevivir a la urbanización gracias al nacimiento de la representación del Belén Viviente que los vecinos de la zona organizan cada 25 de diciembre desde 1982. "Hoy en día la zona recibe un uso recreativo por parte de la vecindad y el turismo que la visita, resultando la cardonera un patrimonio natural valorado, además de reclamo turístico gracias a su espectacularidad y su buen estado de conservación", señala el catálogo. Se encuentra en un terreno público y es fácilmente visitable ya que sus accesos no presentan gran dificultad.

Barranco abajo, a medio camino en el sendero que lleva en dirección a la playa de Veneguera, está el ejemplar más joven de todos los ubicados en el municipio: un flamboyán de 7,7 metros de altura y 20 metros de diámetro de copa ubicado frente a la finca de Las Culetas, en terrenos propiedad de la empresa Lopesan, que desde hace varios años lleva a cabo labores de regeneración agrícola en el barranco.

Protección

A sus 60 años, es probablemente el flamboyán más antiguo de Gran Canaria, recoge el documento, y fue plantado entre 1957 y 1958 por Eulogio Afonso Hernández, según ha explicado al Cabildo Valentín Afonso, sepulturero de Mogán y La Aldea. "Las semillas las trajo Francisco Quintana, conocido como Pepe 'el de la Cogolla', de la Comunidad de los Quintana y según cuenta, no fructificó durante los primeros veinte años", señala el documento coordinado por el técnico de Medio Ambiente. Aunque se encuentra en terreno privado, sí es visitable desde el exterior del camino y tiene un acceso sencillo ya que se observa desde la carretera.

En el otro extremo de la localidad, barranco de Arguineguín arriba, se descubre en el Morro del Pinillo, cerca del barrio de El Horno, un drago de 250 años y una altura de cuatro metros cuya principal característica radica en su ubicación, ya que se encuentra enraizado en el borde de un risco del barranco en un lugar conocido como Roque del Drago. "La singularidad principal del drago del Morro del Pinillo quizás sea su propia identidad, ya que de considerarse un drago común - Dracaena draco- durante siglos pasó a describirse en 1998 como una nueva especie endémica de Gran Canaria, rebautizándose como Dracaena tamaranae", expone el catálogo.

Dragos silvestres

El documento explica que en los años 60 el Grupo Universitario de Montaña y Grupo Montañero de San Bernardo encontraron un grupo de dragos silvestres en la zona sur de Gran Canaria. "El descubrimiento fue comunicado a Günthel Kunkel el famoso naturalista y botánico alemán que lo dió a conocer entre 1972 y1973, aunque inicialmente tanto en las citas de Kunkel como en otras contribuciones, estos dragos se consideraron como ejemplares silvestres de la especie Dracaena draco, sin apreciar diferencias morfológicas", expone Suárez en el catálogo, "sin embargo, en la década de los 90 del siglo XX, algunos investigadores como Águedo Marrero y Rafael S. Almeida recogieron semillas para reproducirlo y lo compartieron con el Jardín Botánico Canario Viera y Clavijo. A raíz de ello y con la colaboración del biólogo Manuel González Martín descubrieron que se trataba de una entidad taxonómica diferente". Este ejemplar se encuentra en una finca privada y no es visitable por el público.

Doscientes años tienen el conjunto de 12 pinos ubicados en el barranco de Arguineguín y su peculiariedad radica en que nacen en cotas muy bajas y entre cardonales y tabaibas. Tienen una altura de 30 metros y una copa aparasolada y de regeneración natural. Su curiosa distribución ha sido objeto de estudio por científicos alemanes como Voggenreiter. La gran diversidad de topónimos con que se ha conocido a la zona a lo largo de la historia, como Finca del Pinillo, Espigón del Pinillo o Cañada del Pino de la Jarra, entre otros, hacen pensar a los investigadores que en épocas pretéritas existió una mayor densidad de población en este pinar, casi el doble que en la actualidad, de unos 500 ejemplares. En el catálogo, Agustín Suárez recomienda una mayor protección del espacio donde nacen y crecen estos pinos, dado que se proximidad a las áreas turísticas provoca que se desarrollen actividades en sus inmediaciones que pueden generar un impacto en el entorno.