A dos días de que se acabe 2019 ya han llegado a las Islas 2.498 migrantes, que han navegado desde África en 116 embarcaciones hasta Lanzarote, Gran Canaria, Fuerteventura y Tenerife, nada menos que un 77%% más respecto al año pasado. Un "drama humanitario" al que Canarias no va dar la espalda, según el presidente del Ejecutivo, Ángel Víctor Torres. Hace dos semanas la Delegación del Gobierno en las Islas solicitó a los municipios y a otras administraciones e instituciones espacios disponibles para albergar a las personas que vienen en patera y por ahora solo han respondido 18 ayuntamientos y un cabildo. Al requerimiento del Estado se ha sumado la Autoridad Portuaria de Las Palmas, que propone una antigua nave de Fedex, la patronal de exportadores de productos hortofrutícolas de la provincia oriental, que necesita ser remodelada. La Casa del Marino, en Las Palmas de Gran Canaria, alberga también a una veintena de migrantes.

Y allí viven Abdoulie Barry, Ebrima Njie, Cheik Tidiane, Ibrahima Chonga y Abdoulie Chongan, cinco jóvenes procedentes de Gambia que llegaron en una patera el pasado 22 de noviembre . A bordo iban 79 personas de origen subsahariano, entre ellas tres mujeres y un menor. Durante seis días navegaron en condiciones infrahumanas. En la segunda jornada ya no tenían agua ni comida. Cargar provisiones era demasiado peso para la embarcación. Solo el acceso a la patera fue "muy duro", cuenta Ibrahima Chonga, de 25 años. Él mismo se hizo daño al subirse al barco. Afirma que era profesor de ciencias sociales y medioambientales en un instituto de secundaria en su país.

Al quedarse sin agua optaron por beber agua de mar. Muchos de ellos estaban mareados por el oleaje, vomitando lo poco que tenían en su interior. "Las olas eran como estar escalando una montaña", recuerda con gestos que visualizan la magnitud del temporal y el miedo que tuvieron que padecer. Ninguno de ellos sabe nadar, pero no les importó adentrarse en el mar. Allí eran pobres, dice, aunque dos de ellos fueran maestros, otro electricista y uno agricultor. Solo quieren aprender español para poder trabajar en este país. Y, por ello, piden que les den una oportunidad, los ansiados documentos para tener una oferta laboral que mejore sus condiciones de vida y las de sus familiares que dejaron en Gambia.

"No somos criminales, no tenemos antecedentes en nuestro país, estamos aquí por nuestra situación y solo queremos que nos ayuden con los documentos y empezar a valernos por nosotros mismos trabajando", insiste Ibrahima Chonga. Aunque era profesor, su sueldo no le daba para comprarse "una camiseta o unos zapatos", expone, y por eso "la juventud arriesga su vida" para venir a Europa.

El viaje les costó en torno a 520 euros. Canarias era la costa más cercana y, por el boca a boca, se enteraron de que podían venir a las Islas en barco. Abdoulie Barry, de 24 años, es electricista pero allí se dedicaba a pescar y fue ahorrando para poder pagar el trayecto. Sabía que iba a ser peligroso pero era su futuro. Cuenta que era muy pobre en Gambia y que sus padres se fueron cuando él y su hermano tenían pocos años. Su abuela se hizo cargo de los dos. Allí dejó a ambos. Solo quiere quedarse en España. ¿En qué ciudad? No lo sabe, pero desea trabajar aquí e ir a Gambia temporalmente a ver a su familia. Tiene claro que quiere estudiar, como todos los demás que ansían aprender el idioma e integrarse.

El problema es que no son menores de edad y pese a su juventud tienen un documento con un sello de devolución a su país. Niega con la cabeza. No quiere volver.

Ebrima Njie, de 25 años, cuenta que su madre le pagaba el colegio y cuando falleció no tuvo recursos para proseguir con sus estudios porque su padre era mayor. Repite constantemente que quiere estudiar aquí.

Cheik Tidiane, de 24 años, tiene una amplia sonrisa. Era profesor de educación física en Gambia, asegura, pero, como Ibrahima Chonga, ser funcionario no les solucionaba la vida. "Están las altas esferas y después los demás que viven sufriendo", asevera con el rostro más serio. "No tenía elección", relata. "El salario era muy bajo y no podía mantener a mi familia", insiste. Tiene dos hermanas y tres hermanos, sus padres son mayores y él ayudaba en los gastos.

Daba clases a niños de secundaria. "Tengo el certificado de profesor", afirma con contundencia, pero para él fue imprescindible adentrarse en el mar para buscar un nuevo horizonte laboral.

Cuando se enteró que existía el viaje optó por venir y no se lo dijo a sus padres. Con su salario y pequeños trabajos ahorró el dinero para pagar la patera. Ahora solo tiene una meta: aprender el idioma, continuar con su profesión y dar clases a los chicos españoles.

Quiere quedarse en España y sabe que en estos momentos tienen que tener "paciencia" y esperar a ver qué sucede. Todos asienten.

Ibrahima Chonga, de 25 años, es el que más habla. Es profesor de ciencias sociales y medioambientales. Su historia es muy complicada y prefiere no contar su vida. Cuando conoció el viaje pensó que era el momento perfecto para escapar de la situación en la que se encontraba. No es que quisiera irse, precisa, pero no tenía otra opción.

Le gustaría progresar en sus conocimientos y, sobre todo, si tiene la oportunidad pondrá en práctica las ideas que piensa en el campo de la educación.

Abdoulie Chongan solo vivía con su madre. Trabajaba en la agricultura. Él no pudo ahorrar para el viaje y se ofreció a trabajar en la patera como fuera, achicando agua si hacía falta, y lo aceptaron. Quiere trabajar en el campo y si le dieran esa oportunidad sería un sueño.

Cuando llegaron al puerto de Arguineguín los trataron muy bien, sostienen. Primero estuvieron en la comisaría de policía y después los trasladaron a la Casa del Marino. Nunca han estado en la calle, como otros que no han tenido albergue. Les han comprado ropa y les dan comida. La Policía les dijo que la Cruz Roja les iba a ayudar y que eran libres para moverse.

Y vuelven a decir que quieren quedarse, estudiar y trabajar, que no quieren volver a su país. Algo que está en manos del Estado.

En este sentido, el senador por la Comunidad Autónoma de Canarias, Fernando Clavijo, solicitó ayer la comparecencia urgente de los titulares de los ministerios del Interior y Exteriores para que informen sobre el repunte en la llegada de inmigrantes a Canarias en 2019.

Clavijo presentó estas iniciativas "ante el silencio del Gobierno de España, que no ha ofrecido ninguna explicación sobre las causas del aumento de los movimientos migratorios en el entorno geográfico de Canarias".

Agrega que tampoco el Ejecutivo nacional ha informado de las acciones diplomáticas emprendidas con los países desde los que parten las embarcaciones ni tampoco ha aclarado si ha solicitado la ampliación del control por parte de Frontex (Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas) en las aguas canarias.

El senador de Coalición Canaria subraya que "es inaceptable que ningún alto cargo del Gobierno de España haya dado la cara o se haya desplazado a las islas para informar a las administraciones públicas canarias sobre la situación que vivimos desde hace varios meses ni sobre los mecanismos que prevé activar para colaborar con el Gobierno de Canarias, los cabildos insulares y los ayuntamientos, que son los que asumen la atención a los inmigrantes ante la ausencia de respuesta por parte del Gobierno del Estado".

"La transparencia y la coordinación son dos elementos claves para que exista la máxima coordinación institucional, en colaboración con las organizaciones no gubernamentales, y se pueda prestar una atención digna a las personas que arriban a las islas en una situación de extrema delicadeza", añade. En su opinión, la falta de sensibilidad del Gobierno de España con respecto a este asunto ha quedado patente en innumerables ocasiones.