La Mesa del Parlamento se ha hecho un pequeño lío con la acumulación de propuestas y trabajos, interpelaciones y preguntas. O eso se lo parece a la mayoría de los grupos parlamentarios. Francamente no lo tiene fácil. Para dulcificar errores y encocoramientos el presidente de la Cámara, Gustavo Matos, ha insistido en su amabilidad y se ha comprado unas gafas muy modernas que le conceden un aspecto entre un Andy Warhol cincuentón y un soldador jubilado en la Costa Azul. El hecho es que el presidente del Gobierno, Ángel Víctor Torres, no se presentó en el pleno para la sesión de control: estaba sonriendo junto al presidente del Cabildo tinerfeño, Pedro Martín, en la presentación de la obra del cierre del anillo insular, un mito insular equiparable a los trabajos de Hércules, el diluvio universal o la vergüenza de Pedro Sánchez.

A la Cámara, digamos que justificadamente, siempre le ha molestado que el presidente se ausente por peteneras de la sesión de control parlamentario. Cuando alguna que otra vez ha ocurrido en el pasado han caído chuzos de punta sobre el banco azul. Alguien llamó a Torres para trasladarle que al parecer en la sesiones de control del presidente del Gobierno es costumbre que esté el presidente del Gobierno y el jefe salió al galope hacia Teobaldo Power, y sus edecanes indicaron a la Mesa que sí, que cambiaban de opinión, que el presidente intervenía. María Australia Navarro expresó la irritación de su grupo y se negó a aceptar el cambio. Finalmente el presidente Torres contestará mañana a las preguntas. También la consejera de Derechos Sociales, Noemí Santana, pidió que se agruparan todas las preguntas en un mismo turno y las responderá hoy. Gracias a las buenas relaciones internas de la mayoría parlamentaria y a la flexibilidad de los grupos de la oposición todo se fue desatascando poco a poco, pero anoche sus señorías se fueron a su casa (o a su hotel) sin conocer exactamente el orden del día de la sesión de hoy, que además, tendrá una segunda parte en el debate de primera lectura del proyecto de ley presupuestos generales para 2020.

Las preguntas orales (y las respuestas) de la sesión de ayer fueron tan predecibles e interesantes como los diálogos de Pimpinela. Parecían copiados de todos los plenos pasados y los plenos por venir. El Gobierno sigue enamorado de sí mismo y la oposición continúa sin hacerle pupa. Cuando por ejemplo el joven diputado socialista David Godoy - que habla como recién salido del konmosol- le pregunta al consejero de Transición Económica, José Antonio Valbuena, por la presencia de Canarias en la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático que se celebrará en Madrid. Godoy afirma que los presupuestos generales de Canarias para luchar contra la crisis climática se elevarán a 140 millones de euros. "Los jóvenes no vamos a permitir que se destruya nuestro planeta", le aclara al respetable. Valbuena pestañea ligeramente y le contesta que, por supuesto, la delegación canaria no solo será amplia, sino que será más amplia todavía de lo amplia que ya iba a ser. Quizás habrá una gran delegación Canaria y los delegados de la ONU orbitando a su alrededor y pidiéndonos permiso para tomar su bacon churruscado. Todo sigue siendo ligeramente chiflado en el afán inmoderado por aplaudirse mutuamente, como cuando Ventura del Carmen Rodríguez pregunta por el resultado de las reuniones de trabajo de la Comisión Canarias-Estado sobre pesca, acuicultura y turismo marinero, y aplaude con entusiasmo la respuesta de la consejera de Agricultura y Pesca. Paco Déniz divagó un rato sobre Benito Pérez Galdós, se entusiasmó y terminó pidiendo que fuera obligatorio en las escuelas isleñas, no sé, como si fuera un uniforme deportivo, y por supuesto María José Guerra Palmero, la titular de Educación y Cultura, rindió tributo de admiración al novelista, sentenciando que, aunque parezca mentira, todavía existe y persiste esa España rancia y reaccionaria que tan sabiamente retrató. Uno tiende a creer que don Benito apenas reconocería este país, desde el agua caliente en las casas, la sanidad pública universal, las elecciones democráticas o el subsidio de desempleo hasta una Constitución que establece un Estado aconfesional.

Desde un punto de vista político lo más interesante llegó con las comparecencias y, más precisamente, con la de Julio Pérez, consejero de Administraciones Públicas, sobre el desarrollo del Estatuto de Autonomía de Canarias, cuya aprobación por las Cortes pronto cumplirá un año. La comparecencia había sido solicitada por la diputada de CC Socorro Beato, que a buen seguro sabía lo que le esperaba. Su señoría desplegó esa curiosa cantinela nacionalista que incluye como rasgos identitarios de Canarias, entre otros, la lejanía. ¿La lejanía de qué? ¿Cómo puede argumentarse una posición nacionalista caracterizando al país a partir de la distancia que existe un centro político? Peor todavía estuvo (y suele estar) el señor Déniz, que protagonizó una nueva excursión por las nubes ideológicas, porque un buen nublado ideológico te protege de todo mal. El nuevo Estatuto, en fin, no estaba mal, pero echaba en falta que no insistiera más en los derechos colectivos de Canarias como pueblo, no esa cosa, tal vez pequeñoburguesa y algo ruin, de los derechos individuales, amén del REF "y ese tipo de asuntos" (sic). "Canarias debe tener una relación con el Estado en pie de igualdad", dijo Déniz, que sin duda en un momento de distracción que con un Estado solo puede hablarse de tú a tú si eres otros Estado. Nueva Canarias habló de todos los derechos que caben en el Estatuto, incluidos los derechos de los animales. La socialista Nayra Alemán -una de las mejores diputadas de su grupo- pasó directamente a afearle la conducta a Coalición Canaria por no haber hecho más pedagogía, es decir, más propaganda, con el nuevo Estatuto. En su réplica Socorro Beato hizo uno de los mejores discursos de la joven legislatura. "Creo que ya es hora de que cada uno asuma su papel. Ustedes gobiernan y nosotros somos la oposición. Haber estado en el Gobierno no nos deslegitima como oposición. Haber estado en la oposición no los convierte a ustedes en un Gobierno al que no puedan dirigirse críticas. Nuestro trabajo es fiscalizar su acción de Gobierno y el de ustedes, es hora que lo asuman, el de gobernar".

Uno de los problemas del grupo parlamentario de CC es que no dispone de figuras como Román Rodríguez y Julio Pérez, que son los dos políticos con mayor experiencia política y administrativa de la Cámara. El presidente del grupo coalicionero, Pablo Rodríguez, se pasa el día colgado del móvil, exconsejeros como el herreño Narvay Quintero no pegan chapa ni por casualidad, no saben, ni contestan. Julio Pérez no lo tuvo difícil. Recordó esa brillante salida de Barack Obama en su respuesta a Socorro Beato ("usted tiene derecho a tener opiniones propias, pero no hechos propios") y afeó a CC que no desarrolla el Estatuto en los cinco o seis meses de legislatura del que dispusieron desde su aprobación hasta las elecciones. Llegó a decirle que no le diera elecciones. Luego sonrió, con la mueca de buen chico que sabe haber cometido una maldad, y se arrebujó en su abrigo, con la bufanda al cuello, resfriado, de nuevo amable y encantador, calentito y feliz.