El nacionalismo canario vuelve a presentarse a unas elecciones generales en la misma lista electoral, aunque no tan unido como cabría presumir. En una jugada estratégica que ha levantado más de una ampolla, CC y NC, regresan a una fórmula que antaño les reportó algunos logros, pero que en el actual contexto en Canarias crea dudas. Nacionalistas de uno y otro perfil comparten algún ideario sobre cómo trasladar a Madrid determinados asuntos relacionados con Canarias, pero les separa un mundo en cuestiones ideológicas y de intereses en las Islas. Su experiencia común de acción política en el Congreso de los Diputados y en el Senado ha pasado por todas las fases imaginables, predominando en ocasiones un sentimiento mutuo de recelo y de lucha sorda por dominar el relato sobre los avances del Archipiélago en el escenario estatal.

Confirmada ayer la coalición para el 10-N, sería la segunda ocasión en que lo hacen ante una cita electoral nacional, sólo con el antecedente de las elecciones del 2011 que dieron paso a la XI Legislatura dominada por la mayoría absoluta de Mariano Rajoy (PP). La anterior ocasión en que ambas formaciones compartieron espacio en el Congreso coincidió precisamente con la escisión nacionalista, en la IX Legislatura del primer gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) entre el 2004 y el 2008 que, junto a la fundación de NC (2005), provocó la ruptura y desaparición del grupo nacionalista canario en el Congreso. Desde entonces, nunca entre ambas formaciones se ha recuperado la confianza pese a esa alianza posterior del 2011 y al entente cordial que pactaron para la ocasión, y pese a la convivencia pacífica que han mantenido sus respectivos representantes en el Congreso: Ana Oramas (CC) y Pedro Quevedo (NC), en las dos legislaturas en que éste se presentó en las listas del PSOE.

Aquella primera experiencia compartida del 2004 fue paradigmática de hasta qué punto la acción política en Madrid está condicionada por la situación en las Islas, sobre todo en el campo nacionalista, y cómo el inédito panorama actual abre dudas sobre esta nueva alianza entre CC y NC. En aquellas elecciones, antes de la escisión, la formación nacionalista logró tres escaños, dos por Santa Cruz de Tenerife, y uno por Las Palmas. El líder orgánico de CC, Paulino Rivero, y el veterano, recientemente fallecido, Luis Mardones fueron los diputados electos por la circunscripción oriental, y Román Rodríguez, quien logró el único escaño obtenido en la provincia occidental.

Unidad de acción en la crisis

La relación funcionó razonablemente pese a los puntuales problemas de coordinación y protagonismo que se evidenciaba entre dos políticos de trayectorias en ese momento contrapuestas. Rivero era ya líder de CC y se preparaba para la candidatura a la Presidencia de Canarias, mientras Rodríguez venía de ocupar ese cargo sólo un año. Cuando en 2005, siendo ya diputado, fundó NC, Rodríguez sabía que la convivencia en Madrid se resentiría, pero formalmente no afectó al funcionamiento del grupo parlamentario que CC había logrado mediante el préstamo de dos diputados socialistas por Toledo. Pero la situación cambió radicalmente cuando tras las elecciones autonómicas de mayo del 2007, CC pactó con el PP un Gobierno regional de coalición en el que el vicepresidente era nada menos que José Manuel Soria, presidente de los populares canarios y enemigo acérrimo en la política regional y en la de Gran Canaria.

Ya con Ana Oramas como sustituta de Rivero en el Congreso desde junio de ese año, Rodríguez dinamitó el entente en julio, se dio de baja en el grupo y provocó la desaparición del mismo al quedarse con menos de la mitad de sus integrantes iniciales, pues los dos socialistas prestados ya estaban en su grupo natural. Los tres diputados canarios pasaban al grupo Mixto. Era la primera vez que CC se quedaba si grupo propio desde que entró en la Cámara en 1993 con cuatro escaños. Otra consecuencia práctica fue su también total ruptura estratégica. Mientras NC mantuvo el apoyo básico al gobierno de Zapatero, CC se alió con el PP en la oposición. Ese año Rodríguez volvió a apoyar los presupuestos estatales de Zapatero, como ya había hecho junto a Rivero en el 2006, mientras Oramas los votó en contra.

Esa experiencia y la batalla política del día al día marcó las relaciones entre ambas formaciones y evitó cualquier posibilidad de candidatura conjunta en 2008. Fue un gran descalabro para el nacionalismo canario que por primera vez desde 1993 se quedaba sin escaño en la provincia de Las Palmas, aunque mantenía sus dos escaños por Santa Cruz de Tenerife, de Oramas y el palmero José Luis Perestelo.

CC vivió esa segunda legislatura de Zapatero en confrontación total con el PSOE sin contrapesos desde el sector progresista del nacionalismo canario, hasta que la crisis económica provocó el ataque de responsabilidad de Oramas votando junto al Gobierno el decreto de los recortes, recriminando al PP su escaso sentido de Estado, y alabando al líder socialista cuando éste, ya convocadas las elecciones del 2011, se despedía de la política activa.

Las generales de ese año representaron el regreso de la alianza nacionalista y el de NC al Congreso. Pedro Quevedo, cabeza de lista por Las Palmas, logró el escaño tras el nuevo pacto con CC y convivió sin problemas con Oramas y Perestelo, que repetían, en un contexto de mayoría absoluta del PP, y de consenso nacionalista contra las políticas de recortes de Rajoy. La política canaria volvió sin embargo a separar los caminos de ambas formaciones en 2015, para las que NC pactó integrar a su candidato en las listas del PSOE, fórmula que se repitió en la segunda vuelta del 2016 tras la fracasada investidura del socialista Pedro Sánchez.

Quevedo y Oramas

Tras la nueva investidura de Rajoy en agosto de ese año, con el apoyo de Oramas, única diputada de Coalición Canaria, y el voto en contra de Quevedo, la legislatura provocó, sin embargo, una cierta linea de actuación conjunta a cuenta de la negociación de las reformas del REF y el Estatuto, y de la necesidad de ambos votos para aprobar los Presupuestos estatales de 2017 y 2018.

Con perfiles personales y políticos totalmente distintos, Oramas y Quevedo se dispensan un mutuo respecto personal y una cierta antipatía política, que se acrecentó por parte del grancanario al comprobar cómo CC ha tratado de adueñarse del logro del 75 % en el transporte aéreo para residentes logrados por el escaño 176 que él representaba en las negociaciones presupuestarias.