"Lo más duro son los desalojos. Sacar a las personas de sus casas, llevárselas durante varios días y ver sus caras de terror porque el fuego se les viene encima. Esos son los peores momentos". Jorge Parra es uno de los profesionales que lucharon a brazo partido contra los tres incendios que el mes pasado azotaron Gran Canaria. "Y todo eso te lo llevas a casa. Es imposible no hacerlo, es algo intrínseco de nuestro trabajo. Hablas con tu familia, con tus amigos..., pero va contigo las 24 horas del día", explica el que fuera director técnico del Plan de Protección Civil y Atención de Emergencias (Infoca) durante el operativo contra el fuego. Parra lleva ocho años en Protección Civil y 15 en el Gobierno de Canarias, e incluso en situaciones tan difíciles como la que se vivió en esa isla reconoce que la experiencia es un grado. "Después de tantas emergencias, la experiencia te permite afrontar las cosas de una manera más tranquila y sosegada. Pero eso no evita que te lo lleves a casa. Pasa al menos un mes hasta que vuelves a la normalidad", ahonda.

Ayer aún no había transcurrido ese mes necesario para restablecerse del estrés, el esfuerzo y las lágrimas, pero el reconocimiento que les brindó el Parlamento de Canarias "siempre se agradece". Bomberos, policías, guardias civiles, militares, técnicos, voluntarios de Protección Civil, instituciones... Todos recibieron el aplauso de la primera institución del Archipiélago por su esfuerzo para mitigar el drama que sufrió Gran Canaria. "Es verdad que es nuestro trabajo, que tenemos que hacerlo y que nos hemos preparado para ello, pero que una institución como el Parlamento nos conceda esta distinción y reconozca nuestra labor es algo que valoramos mucho", reconocía Jorge Parra nada más concluir el homenaje en la Cámara autonómica. Y así lo revelaba el rostro de José Antonio Castellano, un veterano integrante del cuerpo de Protección Civil de La Aldea de San Nicolás. "Fue mucha la tensión, mucha. Sobre todo cuando tuvimos que evacuar a gente de Tasarte y de Tasartico. Después estuvimos echando una mano en Gáldar, en zonas de la cumbre y también de retén en Guayedra, porque el fuego se venía acercando a la Villa", recuerda Castellano, que coincide en que "lo más difícil fue ver las caras de la gente". "La gente lo dejaba todo atrás: sus casas, sus animales... Todo. Es muy triste volver y ya no encontrar lo que tenías. Es muy triste", insiste.

Fueron en total 66 los cuerpos e instituciones homenajeados en un acto que contó con la presencia de los presidentes del Ejecutivo y del Legislativo de la Comunidad Autónoma, Ángel Víctor Torres y Gustavo Matos; de la ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, Magdalena Valerio; y del presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales. No pudo asistir el jefe de Emergencias de esa corporación insular. El tinerfeño Federico Grillo, que jornada tras jornada fue explicando la evolución de las llamas y los esfuerzos del dispositivo para contenerlas con una pedagogía inusual ?lo que le ha valido el reconocimiento, la admiración y el cariño de la sociedad canaria?, se ha convertido en un "símbolo", dijo Torres. "Pero Federico es Marta, es Antonio... Y es cada uno de ustedes", subrayó el jefe del Gobierno regional.

El incendio de Gran Canaria fue en realidad la concatenación de tres fuegos que se sucedieron en apenas doce días. Una dramática serie de sucesos que dio lugar al incendio más grave que ha sufrido España en los últimos doce años. La noche del 19 de agosto fue la peor. "Por un momento pensé que no íbamos a poder hacer nada", admite uno de los bomberos a los que distinguió el Parlamento minutos antes del comienzo del acto. Esa misma noche, reconoció después el propio Torres, "creímos que nos vencía". Sin embargo, ocurrió un pequeño "milagro". Fue Federico Grillo quien cogió el coche y se lanzó a la carretera para ver de cerca los puntos más preocupantes de un fuego que por momentos parecía inabordable. El jefe de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria informaba a través del chat del operativo contraincendios de lo que se iba encontrando en cada zona. Y llegó entonces "la mejor noticia de la noche", rememoró el presidente del Ejecutivo autonómico. Las llamas no habían penetrado en una zona que era vital para poder plantar cara al incendio. Al día siguiente se comenzó a ganar la batalla al fuego, una lucha para la que Gran Canaria contó con la ayuda de las restantes islas, que contribuyeron con medios materiales y humanos, e incluso de otras comunidades autónomas. Particularmente de Castilla-La Mancha, que envió a las Islas su flota de hidroaviones. José Luis Escudero, consejero de Desarrollo Sostenible del Gobierno castellano-manchego, fue quien recibió la distinción del Parlamento al Ejecutivo que preside Emiliano García-Page.

El agradecimiento de Canarias a la región del centro de la Península sirvió a la ministra Valerio para destacar la capacidad de colaboración que caracteriza al país. "Aquí es donde se ve qué país somos; cuando hay que dar la cara, nuestra capacidad de respuesta y de trabajar unidos es evidente. Ahora hace falta mantener esa unión", insistió la responsable de las áreas de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, que recogió la distinción en nombre del Ministerio de Agricultura, del que dependen los medios aéreos y terrestres que se despliegan por las distintas regiones en caso de incendio: aviones anfibios, helicópteros Kamov, aeronaves de carga en tierra, etcétera. Valerio, que tenía en su agenda el viaje al Archipiélago antes de lo sucedido en Gran Canaria, cambió la visita que tenía prevista a las dependencias que su Ministerio tiene en Tenerife para estar presente en el homenaje, "porque es de bien nacidos ser agradecidos". La representante del Gobierno central, ahora en funciones, aseguró que el Consejo de Ministros aprobará las medidas que sean necesarias en cuanto se evalúen todos los daños ocasionados por el fuego.

"Mirar hacia delante"

El presidente del Cabildo de Gran Canaria trasladó el agradecimiento de su isla al resto del Archipiélago y en especial a las corporaciones insulares de Tenerife y La Palma, que colaboraron estrechamente con los profesionales de la institución grancanaria y que también recibieron el aplauso de la Cámara. Morales destacó el ejemplo de solidaridad que dio la sociedad de su isla, que se volcó con los alrededor de 10.000 evacuados por un incendio "de una voracidad tremenda". Ahora, enfatizó, hay voluntad "de mirar hacia delante"; eso sí, mirando más hacia el mundo rural, cuyo abandono y despoblación es también alimento para las llamas, y tomando las medidas que sean necesarias para acabar con la serie de 16 incendios que han azotado la región en lo que va de siglo.

Por su parte, Gustavo Matos se detuvo en los anónimos, esas personas que durante los doce días de incertidumbre "dieron todo lo que tenían, por poco que fuese, para acoger a las familias desplazadas o para ayudar a los medios de extinción". "A todos ellos el pueblo de las Islas les entrega una medalla simbólica", remarcó el presidente de la Cámara autonómica.

Matos recordó también las tragedias que provocaron los incendios de La Gomera en 1984, en el que murieron 20 personas, y de La Palma en 2016, que segó la vida del guarda forestal Francisco Santana. A todos hizo extensivo el homenaje de la institución.

"Lo peor es ver el terror de la gente porque el fuego se les viene encima"

La idea que voy a exponer hoy no es nueva, ya estuvo implementada en tiempos pasados. Se trata de rescatar una antigua figura de actuación rural o su adecuación conjugándola con alguna intervención de otras actividades como pueden ser las obras públicas, y actualizarla ajustándola a las necesidades y circunstancias económico-sociales, ambientales y tecnológicas.

En España existió la figura de los peones y capataces camineros que actuando cada uno en su demarcación, cubrían buena parte de las necesidades básicas de la red de caminos y carreteras. Recuerdo que una buena parte de estos trabajadores tenían resueltas sus necesidades de vivienda, construida ad hoc, sobre el terreno. Estos trabajadores llegaron a tener la consideración de cuasi funcionarios del Estado.

No se trata de resucitar la figura del peón caminero, sino de adaptarla a las nuevas exigencias y dedicarla a la protección de la naturaleza y medio ambiente, al mantenimiento de un territorio más limpio, más sostenible y más bello para disfrute de nuestra población autóctona y de nuestros visitantes.

El nombre que tendrían esos agentes por ahora no es importante, pero sí lo es la labor que tendrían que desempeñar.

Si dividimos el territorio por su uso normativo, tenemos zonas de diversa protección y actividad: forestales, forrajeras, agrícolas de secano o regadío, ganaderas de estabulación o semiestabulación, y por qué no, de aprovechamiento ocio-recreativo-turístico. Si a cada segmento le aplicamos una cierta racionalización, ecológica, social, cultural-etnológica y económica, podríamos mantener sobre el territorio una población ocupada, que, incluso, podría generar actividades productivas que coadyuvarían a mitigar los fuegos de nuestras islas.

Es evidente que para cumplir con lo anterior se necesitaría una coordinación-pública y unas expectativas privadas que hagan posible la realización de este plan. Desde lo público se puede proponer el pago de la seguridad social y una cantidad mensual (a determinar ) de forma permanente, mientras se preste el servicio.

El territorio donde intervendrán estos agentes puede ser público o privado y las formas de interacción diferentes, pero en todas ellas se propone dos tipos de actuación complementarias:

1. Cuidado, limpieza, mantenimiento y embellecimiento del territorio.

2. Actividades económico-productivas dedicadas al gastro familiar o dirigidas al mercado. Por supuesto, los beneficios serían para el agente. Estas últimas necesitan de asesoramiento público sobre el qué y el cómo y un estudio sobre la distribución posterior de los productos obtenidos, lo que generaría otra actividad complementaria en el sector terciario de la economía, e incluso alguna actividad de tipo agroindustrial.

Indudablemente para implantar lo anterior hay que luchar desde diferentes ángulos interdisciplinares y transversales, incluso bordear, a veces, la legislación vigente o adecuarla a las nuevas figuras que actúan sobre el territorio, en especial por la reciente declaración de patrimonio de la humanidad de Risco Caído y Montañas Sagradas de Gran Canaria.

¿De cuántos agentes de la naturaleza hablamos? He tomado la cifra redonda de 1.000 agentes en Gran Canaria y he calculado un gasto mensual de 1.750 euros, entre gratificación y seguridad social, lo que supondría unos ingresos anuales por agente de 21.000 euros al año y un coste total para el proyecto de 21.000.000 de euros.

Estos 21.000.000 servirán para aumentar las cuentas de la seguridad social y elevar el gasto en consumo privado así como la recaudación de impuestos indirectos.

Los beneficios obtenidos por las actividades productivas aún no los he cuantificado, pero puede hacerse y creo que el resultado será interesante para el aumento del consumo privado y de las arcas de la Hacienda Pública.

Por supuesto que hay otros gastos desde la Administración Pública en proyectos, asesoramientos y control de las actividades. Pero pueden ser asumidos con muy poca reestructuración.

¿De dónde vendrían los ingresos para financiar este proyecto?

De las Administraciones Públicas a todos los niveles, a través de: fondos europeos, fondos nacionales, fondos autonómicos, fondos insulares y fondos locales.

Incluso quizás, con una buena campaña, desde la propia sociedad civil, como ya se ha hecho en otras ocasiones y lugares, pues tan sagrado es Notre Dame en París como nuestras Sagradas Montañas en Gran Canaria.

¿Qué beneficios obtendríamos?

En primer lugar, la mejora del entorno y la prevención de incendios. Lo que significaría un ahorro importante en la extinción de fuegos.

En segundo lugar, el impacto paisajístico, su recuperación y la racionalidad en el uso del territorio.

En tercer lugar, la creación de puestos de trabajos dignos, que haga interesante la vuelta al campo o mantenimiento de las nuevas generaciones y preservación de nuestra cultura ancestral.

Y por último, una mejora de nuestra actividad económica que en estos momentos es difícil de valorar.

Por supuesto, todo lo expuesto no es más que un boceto que todavía necesita mucho análisis y esfuerzo para su desarrollo. Me atrevo a ofrecerlo a quien le interese, mediante su publicación. Estas reflexiones, a vuela pluma, son el resumen de una visita a casa de un buen amigo, ubicada en la zona de Juncalillo; al preguntarnos sobre lo que está pasando en nuestra isla en los últimos tiempos con respecto al riesgo de incendios forestales.