A la una y media de la tarde de ese jueves, tres horas antes de la prevista para iniciar la reunión del pacto de la derecha en Presidencia del Gobierno, donde estaba previsto que se firmara, los digitales empezaron a echar humo con la noticia de que la izquierda había logrado cerrar su acuerdo con Curbelo y el pacto estaba hecho. Empezó a circular por los medios el reparto de poder a cada uno de los partidos. El PSOE tendría la Presidencia y siete consejerías; Nueva Canarias, la vicepresidencia y Hacienda (se especulaba con la posibilidad de que se agrupara Economía a Hacienda); Podemos tendría Asuntos Sociales y a los gomeros les correspondería Turismo. Entre la una y media y las dos, la situación fue extraordinariamente confusa, porque desde el pacto de derechas -los suyos de Coalición y los del PP, fundamentalmente- llamaban a Clavijo y Clavijo insistía en que todo eran rumores, que Curbelo le había garantizado que no firmaría -ocurriera lo que ocurriera- antes de las cuatro de la tarde. Y Clavijo seguía empeñado en confiar en la palabra de Curbelo. Cuando el Diario de Avisos retiró de su digital la noticia de que el pacto de izquierdas se había firmado, un suspiro de alivio, seguido de una enorme indignación, se instaló en Presidencia: "han estado manipulando, tenían tantas ganas de anunciar ese acuerdo que se han columpiado". Era cierto que se habían equivocado, pero sólo en un detalle: el pacto no se había firmado, pero estaba hecho. Cuando volvieron a publicar la noticia, a las dos menos cuarto, ya no se hablaba de pacto 'firmado' sino 'cerrado'. Román Rodríguez fue quien filtró la noticia y, por si había dudas, decidieron redactar un comunicado de prensa, sobre el que se estamparon los cuatro logotipos de los partidos. Ni eso convenció a Clavijo: "es una manipulación, Casimiro no ha firmado", insistía, con total seguridad.

Esa persistencia en la convicción de que se estaba ante una manipulación provocó que los responsables nacionales del PP -Teodoro García Egea y Javier Maroto- mantuvieran el viaje previsto desde Las Palmas a Tenerife para cerrar el acuerdo. Es más, García Egea llamó personalmente a Vidina Espino, que ya había confirmado a su partido en Madrid el cierre del pacto de la izquierda, y le pidió que se sumara a la expedición para firmar el pacto de centroderecha esa tarde. Espino ni siquiera tenía billete de avión y no pudo conseguirlo porque no quedaban plazas. Pidió a María Australia Navarro que le gestionara uno en lista de espera y, muy precipitadamente, metió cuatro cosas en un bolso de mano y tiró para Gando. Cuando Espino llegó al aeropuerto ya estaban allí los del PP -García Egea, Maroto, Australia, Lope Afonso, Ángel Llanos, además del séquito de jefes de gabinete y de prensa de los mandamases nacionales del PP, y también Barragán y Rosa Dávila-- y Televisión Española ya había dado la noticia del acuerdo de izquierdas, con los cuatro líderes sumando sus manos en el Parlamento, y el anunció de que el acuerdo ya cerrado se firmaría institucionalmente el sábado siguiente en Santa Cruz de Tenerife. Cuando Rosa Dávila escuchó la alerta de la noticia, dada por la Agencia Metrópolis, anunciando la convocatoria de la rueda de prensa en el Parlamento, ella estaba aún con Barragán en la Consejería de la Presidencia, dando los últimos retoques al documento del pacto. Ambos llamaron a Clavijo, que se negaba a aceptar que la información fuera cierta. "Casimiro va a esperar a las cuatro, va a esperar a las cuatro", les dijo, pero empezaba a estar también confuso e inseguro. Clavijo había llamado ya a Curbelo un par de veces y Curbelo no contestaba. No había forma de localizarlo y a Asier Antona, tampoco. Los dos estaban perdidos: Antona lamiéndose las heridas en familia y Curbelo comprándose un flamante traje de chaqueta en El Corte Inglés, sin atender el teléfono.

Antes de embarcar todos a las tres -Espino logró entrar en lista de espera- ya era público y seguro el pacto de izquierdas: Casimiro no había cumplido su palabra de esperar. Llegaron confundidos y sintiéndose engañados al aeropuerto de los Rodeos y, además, hambrientos. A esa hora iba a ser difícil encontrar un sitio para almorzar todos ellos y Rosa Dávila hizo las gestiones y encontró un reservado amplio y vacío en La Solana, en la calle Ángel Guimerá. La tropa se distribuyó en varios coches y taxis -Lope había dejado el suyo en el aparcamiento esa mañana, antes de salir para Las Palmas, y recogió a la plana mayor popular- y tiró para el restaurante. Comieron rápido y sin hablar mucho y fuera se quedaron, en la terraza, Beatriz Yanes, jefa de Gabinete de Antona -que seguía sin aparecer- y el fotógrafo personal de García Egea, que vino con él desde Madrid para inmortalizar la firma del pacto de las derechas y el hombre no tuvo al final que trabajar mucho. A mitad de la comida recibieron el mensaje de Curbelo: responsabilizaba a Asier de su decisión de cambiar de socios.

Casimiro se explica

El almuerzo lo pagó Rosa Dávila y, poco antes de las cinco, fueron a Presidencia, donde les esperaba Clavijo que ya había despachado con Barragán. Se reunieron en la sala al lado de su despacho. Curbelo, que había llamado para decir que se pasaría a saludar, fue el último en llegar y, efectivamente, saludó a todos como si no hubiera pasado nada. Luego se sentaron: estaban Clavijo, Barragán y Rosa Dávila por Coalición; Lope, Maroto y García Egea por el PP; Vidina Espino, por Ciudadanos, y Curbelo. Fuera quedó toda la tropa del PP, incluida Australia Navarro, lo que chocó a la gente de Coalición.

Egea, que llevó la voz cantante en la reunión, le dijo a Curbelo que allí tenía el acuerdo de centroderecha, que ya podía hacerse y que estaban todos, incluido Ciudadanos, porque Clavijo se retiraba. Pero Curbelo -extrañamente tranquilo en un ambiente que podría haber sido muy hostil- dijo que ya era demasiado tarde, que había cerrado con los otros, que él sólo tenía una palabra y que en ese acuerdo de derechas no las tenía todas consigo. García Egea le recriminó entonces no haber esperado a la reunión de las cuatro, cómo se había comprometido con Clavijo: "Nos han dicho que sí, que eres un hombre de palabra, que siempre mantienes tus compromisos, por eso no entendemos lo que has hecho". Curbelo contestó que él había esperado mucho "por el amigo" -por Clavijo-, pero que "las turbulencias en el PP" le habían hecho dudar de que el acuerdo fuera posible y entonces le contó cómo desde la noche anterior empezó "a recibir imputs de gente del PP, con el mensaje de que si la presidenta era Australia y no Asier, habría cinco diputados que no apoyarían el pacto". Dijo que por la mañana, durante la reunión con el PSOE, recibió una llamada de Asier con lo mismo y que le dio el nombre de los otros cuatro o cinco diputados del PP que no votarían a Australia y que también le llamaron otros dos diputados del PP con el mismo cuento. Maroto pidió los nombres de esos diputados, pero Casimiro dijo que prefería no darlos, aunque los identificó como de isla menor y explicó con pelos y señales la conversación con Antona en la que este le había asegurado que "ni de coña" apoyaría a Australia para la Presidencia. García Egea le replicó que eso no era así, que el PP es un partido disciplinado y que todos los diputados -incluido Asier- votarían al final el acuerdo que el partido decidiera, e intentó convencer a Curbelo de que se lo pensara de nuevo. Le dijo que él y Maroto se quedarían allí hasta el sábado para intentar convencer a Curbelo antes del acto de la firma. Curbelo contestó que ya había dado su palabra y que no había nada que hacer. Barragán también intentó persuadirle. Clavijo, no. No dijo nada, aunque estaba tranquilo y -según alguno de los presentes- parecía sentirse aliviado.

Al acabar la reunión e irse Curbelo, Clavijo manifestó su convencimiento de que el pacto de la izquierda no duraría, porque el resto de los partidos no cumplirían con Curbelo. García Egea insistió en quedarse en la isla hasta el sábado, y seguir presionando al gomero para hacerle cambiar de opinión y Clavijo le recomendó que se quedaran en un hotel de La Laguna, Rosa Dávila propuso el Mencey: -"No le hagan caso a Fernando, en La Laguna hace mucho frío, mejor en Santa Cruz?" y Lope defendió las opciones del Puerto de La Cruz. Salieron los del PP en dirección a Los Rodeos, donde les esperaba Manolo Domínguez, el presidente del PP tinerfeño, para coger luego hacia el Puerto, hacia el Botánico. Pero por el camino alguien convenció a García Egea de que mejor se quedaran en el Sur. Dejaron a Australia en Los Rodeos, alquilaron un coche para los jefes de gabinete y prensa y el fotógrafo y tiraron, con Manolo Domínguez y Lope, para Palacio de Isora, un hotel del grupo Meliá, en Guía de Isora, municipio del que en ese momento era alcalde el secretario general del PSOE de Tenerife, Pedro Martín, candidato socialista a presidir el Cabildo de Tenerife.

Cuando Rosa Dávila se enteró de que habían elegido ese hotel para quedarse hasta el domingo siguiente, pensó que algo no cuadraba: "¿Están en Santa Cruz y se van a Guía? ¿Qué se les ha perdido a estos en Guía?". Conspiraciones aparte, el sábado por la noche García Egea y Maroto cenaron en privado en el hotel con Asier Antona, que seguía muy enfadado.