Aquella mañana se levantó con la impresión de que todo estaba patas arriba: a finales de semana se iban a votar los ayuntamientos y lo cierto es que no había nada de lo importante cerrado. Antona estaba cumpliendo a rajatabla su amenaza a Barragán: "no me interesa llegar a ningún acuerdo, yo lo que voy a hacer es levantarles todo lo que pueda". El presidente regional del PP ya tenía cerrado apoyar a Lola Corujo en el Cabido conejero, a cambio de meter a Astrid Pérez como alcaldesa de Arrecife. Quedaba el fleco de qué hacer con Eva de Anta, la protegida de la Corujo, a la que Astrid no quería suelta en el grupo municipal de Arrecife, pero era un asunto menor. Todo el mundo sabía que a Eva se la quitarían de en medio y el pacto prosperaría. Además, en La Palma eran ya un secreto a voces las intenciones del PP de cerrar un acuerdo con el PSOE, en todos los ayuntamientos donde podía producirse, empezando por Santa Cruz . Y en Tenerife se negociaba a las claras un acuerdo en Santa Cruz y el Cabildo, que el PSOE daba ya por muy adelantado.

Las opciones de mantener la presidencia del Gobierno regional eran muy escasas, por el veto de Ciudadanos a apoyar su investidura. En la reunión con Villegas en el Gran Hotel Inglés, Clavijo le había entregado toda la documentación del caso grúas y el caso reparos, y el secretario general de los naranjas le había pedido dos días para responder. Pero había pasado ya casi una semana y ni Espejo ni Villegas le cogían el teléfono, ni a él ni a Barragán? Cuando uno es presidente del Gobierno, que no te cojan el teléfono debe resultar perturbador.

También se había reunido un par de veces con Vidina Espino, que siempre le decía lo mismo: "Ciudadanos no puede votar candidatos imputados". Aquel lunes, después de llamar a Villegas de nuevo, sin obtener respuesta, Clavijo marcó el número de la periodista y diputada de Ciudadanos. Ella le dijo lo de siempre, que le habían transmitido instrucciones muy claras: "No vamos a apoyarte, Fernando, no es nada personal contigo, y sabes que lo siento, pero mi partido no va a votar a un presidente imputado". Fue entonces cuando decidió llamar a Teodoro García Egea. Se habían caído bien en el encuentro del martes anterior, en Madrid, y se pasaron los teléfonos. Marcó el número de su móvil y García Egea contestó inmediatamente: -¡Hola Fernando! ¿Qué tal, como va todo por ahí? Su respuesta resultó apurada y casi descortés: -"Oye tío me gustaría verme contigo, y ya, si puede ser". Se lo anticipo por teléfono: "Quiero contarte mi relato y a partir de ahí que lleguemos a un acuerdo". El otro se mostró muy interesado: "Por supuesto, Fernando, mañana mismo, si puedes?".

Y quedaron en verse. Mañana. El martes a las doce del mediodía en Génova. Repitió el mismo viaje del martes anterior, en el mismo vuelo de Air Europa a las siete. Llegó a Barajas puntual y lo recogió en los aparcamientos de la terminal el chófer contratado por Román Rodríguez cuando era presidente, que ha seguido desde entonces trabajando para el Gobierno canario en Madrid. Se llama Vicente y conduce un Toyota Rav4 híbrido, de color blanco. Llegaron en menos de 20 minutos a la sede del PP y subió inmediatamente al despacho del secretario general en Génova, en la última planta, al lado del de Pablo Casado. Clavijo fue muy contundente, sacó lo del mapa sin mucha dilación: "Mira, si aquí asumen las directrices de tu presidente regional, en Canarias esto va acabar así, con todo el mapa de color rojo. El PSOE se va a quedar mandando en todo. Esto va a ser como Andalucía. Pero podemos hacer que acabe de color azul. Yo os cedo la Presidencia del Gobierno". García Egea se mostró inmediatamente interesado: -Vaya, Fernando, es una oferta muy generosa, por supuesto que vamos a llegar a un acuerdo. Nunca hemos tenido la Presidencia en Canarias. No podemos dejar pasar esa oportunidad". Clavijo planteó primero cómo sumar los votos necesarios. -"Nosotros aportamos los nuestros y los de la Agrupación Gomera, Curbelo no me va a fallar. Ustedes tienen que aportar el voto suyo y el de Ciudadanos, y garantizar que Asier no nos haga alguna jugarreta?". Y luego el reparto del Gobierno: "Para el PP, la presidencia, para nosotros, la vicepresidencia, y las consejerías se reparten en función del número de diputados. Si son 36 votos, y nosotros tenemos 20, a nosotros nos tocarían el 55,7 por ciento de las consejerías, creo que es de justicia".

Clavijo explicaba el acuerdo

Egea asintió, mientras Clavijo seguía explicando el alcance del acuerdo. "El panorama local tiene que ser muy claro: nos dejáis los cabildos, incluyendo el de Lanzarote, y las alcaldías en que tengamos mayoría. Hay que darle la vuelta a la que ha montado Asier en La Palma y que además pretende repetir en toda Canarias. Hay que parar este disparate". Y García Egea: "por supuesto, nos vamos a entregar para que salga bien. Lanzarote puede necesitar algo más de tiempo, pero hablaremos con Astrid, y La Palma por supuesto, y Fuerteventura también, si sumamos? esto es una oportunidad que no podemos dejar pasar, te garantizo que sí o sí va a salir, y además esto va a ser el principio de un acuerdo a muy largo plazo? ya lo verás?". Muy motivado, Egea, aseguró que él se encargaba de todo: "No te preocupes por Asier, hablaré con él, y voy a llamar a todos los presidentes insulares. Ya verás que esto va a quedar inmediatamente controlado?"

En el vuelo de la tres, de regreso, Clavijo no paraba de darle vueltas a la cabeza a la oferta que le había hecho a García Egea: convertir en presidente del Gobierno al hombre que un par de días atrás había declarado a los medios que se veía "ya presidente de un pacto de centroderecha", porque Ciudadanos vetaría a Clavijo para la presidencia. Asier Antona hizo esas declaraciones en la sede del PP en Gran Canaria, después de un encuentro de escasa enjundia y sin resultado alguno, el que iniciaba la ronda con Coalición Canaria, y al que llegó bastante cabreado, tras haber leído un suelto de prensa en la que una fuente no identificada de su propio partido negaba cualquier posibilidad de un acuerdo regional con el PSOE. En sus declaraciones, Antona explicó que aunque "ya me veo como presidente" no sólo podía ser presidente con el centroderecha, sino también entrar en el Gobierno de Ángel Víctor Torres con algún otro cargo. "no descarto ninguna opción", dijo. Fueron unas declaraciones un poco surrealistas. En realidad, sólo Antona creía en la posibilidad de un acuerdo del PP con el PSOE, que nadie consideraba viable en su partido, ni en Génova, ni en Canarias.

María Australia Navarro era la que lo tenía más claro. Había comentado en varias ocasiones, con miembros de su propio partido y de otras fuerzas políticas, que las reuniones con el PSOE eran una absoluta pérdida de tiempo que no llevaban a ningún lado, que el PSOE no tenía ninguna intención de pactar con el PP. Durante las negociaciones se la vio frecuentemente disgustada, convencida de que les estaban tomando el pelo, enfadada y abochornada por el crédito que Antona y su asesor principal en esta refriega, su jefe de gabinete, Ángel Llanos, daban a un hipotético acuerdo que todo el mundo sabía era absolutamente inviable desde el punto de vista programático: "Si firmáramos un pacto con el PSOE, el gobierno que salga no sabría si subir los impuestos o bajarlos".

En el avión de regreso, Clavijo iba pensando en Antona. Pero también pensaba en María Australia Navarro?y en el papel firmado que llevaba doblado en su mochila.

Faltaba apenas un día para la cita conjunta de las fuerzas del pacto de derechas, que habían de verse en la residencia del presidente, el chalé de la calle Camille Saint-Saëns en Ciudad Jardín, para cerrar el acuerdo que -de acuerdo con lo pactado con García Egea en Madrid- convertiría a Asier Antona en presidente del Gobierno. Fernando Clavijo se reunió con Román Rodríguez para pedirle -entre otras cosas- que asistiera a esa reunión. Fue en la sala de autoridades del aeropuerto de Gando, el jueves a las nueve y media de la mañana, y en aquel encuentro, dos días antes de la constitución de los ayuntamientos y cabildos, se trataba de intentar evitar daños innecesarios en la constitución de los ayuntamientos. Hubo más cháchara sobre la unidad nacionalista futura, y Román insinuó que Clavijo debía irse, que eso podía despejar algunas claves, que emperrarse en seguir podía bloquear toda posibilidad de que hubiera un presidente nacionalista.

Solo ellos estaban al corriente

Clavijo y Barragán se miraron. En esa reunión, sólo ellos dos estaban al corriente de la oferta realizada el martes al PP. Pero lo que cuenta es que Carmelo Ramírez se comprometió con Mario Cabrera a trabajar lo del Cabildo majorero si se resolvía lo de Telde, un acuerdo en ese momento ya cerrado entre el PSOE y Coalición, y pendiente de ser anunciado en rueda de prensa el día siguiente. Ramírez decía estar muy cabreado con el PSOE "que están muy subidos", y alguien calificó de "delincuente" a Blas Acosta, el candidato socialista a presidir el Cabildo de Fuerteventura. También hablaron de Ornella Chacón, exdirectora de puertos del estado con Sánchez, y exconsejera de Obras Públicas del Gobierno, que entre 2011 y 2015 había sido consejera de política territorial del Cabildo: "es una mujer competente y decente, habría sido mejor candidata que Blas", afirmó Barragán. Todos asintieron, pero Carmelo Ramírez no garantizó poder parar la moción de censura contra Lola García, porque "no depende sólo de Nueva Canarias y quizá no podamos pararlo". Sí le concedió a Mario Cabrera una prórroga de cien días en el Cabildo majorero: "cien días al menos, a ver lo que se puede avanzar de aquí a entonces".

A eso si se comprometieron, pero todo condicionado a lo que ocurriera en Telde, donde Alejandro Ramos, el candidato a la alcaldía del PSOE había estado resistiendo como un cosaco las presiones crecientes de su propio partido para que no obstaculizar un acuerdo que permitiera a Nueva Canarias seguir en el ayuntamiento.