Los socialistas no sólo habían logrado dar la campanada en Santa Cruz de Tenerife, captando a los dos concejales de Ciudadanos: una imparable ola de cambio barrió las islas el 15 de junio. En la casi totalidad de los municipios de Canarias donde podía producirse aritméticamente algún tipo de acuerdo para sacar al que gobernaba, eso fue lo que ocurrió. Poco más de la mitad de los ayuntamientos -47- mantuvo a sus alcaldes sin grandes dificultades en la negociación, como ocurrió en Las Palmas de Gran Canaria, donde Augusto Hidalgo -que obtuvo un buen puñado de concejales más a costa de su socio podemita- revalidó mandato con el tripartido integrado por el PSOE, Nueva Canarias y Unidas Podemos.

Hasta 36 municipios de las islas cambiaron de alcalde y de color político, entre ellos los de todas las capitales insulares, menos San Sebastián de La Gomera, y los de ciudades importantes como Telde, Santa Lucía, San Bartolomé de Tirajana y La Laguna. En La Laguna José Alberto Díaz había cerrado un pacto con Pedro Ramos, el hombre fuerte del PSOE lagunero, antes de las elecciones, para que el PSOE y Coalición mantuvieran el gobierno juntos. Ramos le había dado su palabra y él se lo creyó. Pero la noche de las elecciones, las cuentas lo cambiaron todo: la mayoría de izquierdas sumaba catorce concejales, y tanto Santiago Pérez como Rubén Ascanio enterraron las "diferencias insalvables" con Luis Yeray Gutierrez, su bronquista biografía, y su creativo currículo y -pelillos a la mar- le hicieron alcalde. Estaba cantado.

El 60%, gobernado por el PSOE

Así, casi el 60 por ciento de la población de las islas pasó a estar gobernada directamente por los socialistas. Y eso sin contar los ayuntamientos dónde el PSOE no logró la alcaldía pero sí participar en el gobierno. Es cierto que perdieron también algún ayuntamiento dónde tenían alcalde y no lograron mayoría absoluta, pero se hicieron con el control de siete ayuntamientos más, 35 de los 88 municipios de las islas, entre ellos los de las dos capitales y las ciudades más pobladas, excepto Telde -renunciaron expresamente para no dinamitar las posibilidades de Ángel Víctor Torres de pactar la presidencia con Nueva Canarias- y Arrecife, entregada al PP sacrificando a Eva de Anta, la ex alcaldesa, a cambio de que el PP apoyara a Lola Corujo -ganadora de las elecciones- en el Cabildo de la isla.

La dirección regional del PSOE no dejó pasar una, y lo de Telde fue ejemplar: la rueda de prensa para anunciar el acuerdo suscrito con Coalición Canaria para asumir la alcaldía fue suspendida cuando apenas faltaban unas horas para la celebración del pleno. Probablemente se precipitaron al forzar a sus colegas, y al día siguiente, Coalición Canaria y Nueva Canarias anunciaron un acuerdo time-sharing, para dar la alcaldía durante los próximos dos años a Héctor Suárez.

En las negociaciones con Coalición Canaria, Carmelo Ramírez, partidario de darle a Carmen Hernández más protagonismo como diputada, y necesitado de tiempo para formar como aspirante a la alcaldía al número dos de su lista, pidió expresamente gobernar en "el segundo turno". Y así quedó el acuerdo. Justo lo contrario de lo que ocurrió en Tacoronte, donde había ganado Ciudadanos, y Nueva Canarias logró arrancarle al PSOE el primer turno de otra alcaldía time-sharing.

El PSOE intentó evitar el acuerdo para defenestrar a la candidata de Ciudadanos, partido cuyo apoyo se consideraba aún vital en las negociaciones para el Gobierno de Canarias, pero los ediles de Tacoronte están muy entrenados en materia de rebeldías, y al final los del PSOE votaron en contra de las instrucciones recibidas. A pesar de la advertencia de expedientarlos, cuando el pacto regional cayó del lado de la mayoría de izquierdas, el expediente se perdió en las brumas del recuerdo. En Santa Lucía de Tirajana, el PSOE se hizo también el harakiri, como en Telde, para evitar dinamitar el posible acuerdo regional con Román Rodríguez.

En Santa Lucía la gente de Román llevaba cuatro décadas gobernando y los resultados de las municipales habían sido decepcionantes, con cinco concejales menos. Marino Alduán intento pedir ayuda a Podemos, pero no le hicieron maldito caso. Y el PSOE no resolvía el problema. Al final, y por sorpresa, salió Santiago Rodríguez, del partido La Fortaleza, un grupo local próximo a Coalición Canaria.

En Santa Cruz de La Palma, la elección del alcalde resultó surrealista: Asier Antona y Gabriel Matos hacían cerrado un acuerdo para apoyar a Elías Castro, candidato del PSOE a la alcaldía y ganador de las elecciones municipales. Tras el encuentro de Fernando Clavijo con Teodoro García Egea en Génova, el vicepresidente del PP llamó personalmente a los presidentes insulares del partido, ante la sorpresa de algunos, como Manuel Domínguez, de Tenerife, que creía sinceramente que la posición de Antona favorable a pactar con el PSOE ayuntamientos y cabildos contaba con la bendición por Madrid. García Egea hizo saber a sus concejales que no podían apoyar al PSOE, que tenían que votarse a sí mismos.

Sorpresa tras la votación

Asier Antona decidió seguirle la corriente: los concejales de la capital palmera se votarían a sí mismos, nadie tendría la mayoría absoluta, y el alcalde sería automáticamente el de la lista más votada, el socialista Elías Castro. Satisfecho por su ocurrente jugada, el día de la votación no podía creérselo cuando se contaron los votos: los cuatro concejales de Coalición habían votado a Juanjo Cabrera, del PP, convirtiéndole en alcalde de la ciudad. Los socialistas, que abarrotaban el salón de plenos para celebrar la victoria segura de su candidato, se quedaron pasmados, pero el más pasmado de todos era el candidato del PP. Recogió el bastón, atributo de su mando en plaza, con la misma cara de asquito que habría puesto si alguien le hubiera colocado entre las manos una sierpe. Improvisó un discurso deshilvanado en el que lo primero que hizo fue pedir disculpas por no haberlo traído preparado.

En El Hierro, la derrota de la Asamblea Herreña fue aplastante: lo perdieron todo. La ruptura del partido, fraccionado por la gestión de Belén Allende, provocó que todas las alcaldías herreñas pasaran al PSOE.

La Isla Colombina

En La Gomera, Casimiro Curbelo ganó las elecciones en cuatro de los seis municipios y empató en Hermigua con un partido local, con el que Curbelo cerró un pacto que le dio la alcaldía. Necesitaba también pactar en San Sebastián y Valle Gran Rey. No tuvo problemas en la capital, y no parecía previsible que los tuviera en Gran Rey, antiguo bastión nacionalista en La Gomera, en dónde Curbelo había logrado imponerse. Para cerrar ese acuerdo, había pactado con el PSOE, como condición clave para apoyar un gobierno regional de izquierdas, que los votos de los concejales del PSOE revalidaran la mayoría relativa alcanzada por los cinco concejales gomeros e hicieran alcalde a su candidato.

Ese día, Casimiro se desplazó desde Gran Canaria a La Gomera en avión y nada más llegar al aeropuerto, a punto de coger el coche para desplazarse al valle y festejar con los compañeros la elección de su candidato, se encontró con un amigo que le contó que su archienemigo, el hotelero y constructor Agustín Marichal, estaba en Gran Rey. Había ido, le dijeron, para verse con el cabeza de lista del PSOE, Christopher Marrero, y con el antiguo alcalde de Coalición, Ángel Piñero, concejal ahora por Nueva Canarias. Curbelo se olió inmediatamente la tostada, y decidió no bajar a Gran Rey. "Si voy habría hecho el ridículo", comentó tras saber que Piñero votó con los socialistas convertir a Christopher en alcalde.

Esa misma tarde, tras constatar que el PSOE había incumplido, hizo una declaración chocante. Dijo que la posibilidad de un pacto de centroderecha se había frustrado y que era el momento de recomponer "una alternativa para conformar mayoría parlamentaria". Y luego añadió que esa reflexión también tenían que hacerla los socialistas gomeros. Ya estaba negociando que le devolvieran su alcaldía.