La elección de Patricia Hernández había demostrado que derrotar a Coalición Canaria era posible, y catalizó la ilusión de la izquierda en las islas. La ya alcaldesa, con el apoyo de quince concejales, esperó a que terminaran de contarse los votos para ocupar la presidencia del Pleno. Agarró fuertemente su bastón de alcalde, decidida a no soltarlo, y fue dando la palabra a los portavoces. En una durísima intervención, Matilde Zambudio justificó su decisión y la de su compañero Lazcano de votar a la alcaldesa socialista: "Uno de nuestros principios es la tolerancia cero con la corrupción que tanto ha marcado a la ciudad. Vamos a limpiar y a regenerar las instituciones públicas", dijo. En un lenguaje muy al estilo de Ciudadanos, recordó el clientelismo y los chiringuitos y dijo que había llegado el momento de acabar con ellos, anunciando su intención de promover las auditorias que hiciera falta para determinar las responsabilidades del anterior gobierno. "Ha llegado la hora de las instituciones limpias y cristalinas, la de la regeneración democrática del municipio".

Mientras hablaba, su compañera de partido, Teresa Berástegui, aguantaba en primera fila tragando quina. La habían intentado localizar, tanto a ella como al concejal Lazcano, desde la noche anterior, sin que hubieran dado ninguno de los dos señal alguna de vida. El teléfono de la concejala estaba apagado, y el guasap se mantenía con una sola rayita. Le habían mandado una orden expresa recordando a todos los concejales que no contaran con la aprobación del Comité de pactos para alcanzar un acuerdo, que debían votarse a sí mismos o abstenerse. Berástegui, además, había acudido al pleno bastante antes de que diera comienzo, con la intención de hablar con ella, pero Lazcano y ella estaban desaparecidos. Apareció cuando entró Patricia Hernández, entro en el salón de plenos con ella, y fue a sentarse en su sitio sin hacer caso alguno de los requerimientos de Berástegui. En ese momento ya era obvio lo que los concejales de Ciudadanos iban a votar. Berástegui la escucho decir que "Nos hemos mantenido firmes a nuestro compromiso con la regeneración democrática" y se sintió revuelta: supo que unos minutos después tendría que hablar con su jefe, José María Espejo, comentarle lo ocurrido, y -muy probablemente- anunciar la apertura de un expediente de expulsión.

Ramón Trujillo, de Izquierda Unida, ahora en la lista de Unidas Podemos, fue muy explícito: reconoció la existencia de un plan de los tres grupos municipales -PSOE, Ciudadanos y Unidas Podemos- parar lograr el cambio político en la ciudad y se declaró satisfecho y orgulloso de su "necesaria complicidad" en lo ocurrido, para concluir agradeciendo a la concejal "las otras complicidades necesarias para dar lugar a este cambio democrático". Unos minutos después, contaría a los periodistas lo que ya todo el mundo sabía: que el resultado de la votación que convirtió a Patricia Hernández en la primera alcaldesa de Santa Cruz, se produjo gracias a una operación muy meditada, bien dirigida y planificada con extraordinaria reserva y cautela: "Se había hablado y tratado previamente y nos comprometimos a mantenerlo en secreto hasta el último momento".

Unidas Podemos se queda fuera

Tanto que para dar a los dos concejales de Ciudadanos la posibilidad de ampararse en el cumplimiento de las normas del Comité de Pactos, en contra de estar en cualquier gobierno en el que participara Podemos, los tres concejales de Unidas Podemos habían decidido quedarse fuera de la dirección del consistorio. Tampoco sirvió de mucho: Ciudadanos había extremado en los días anteriores su posición, exigiendo a sus cargos públicos no participar en ningún gobierno que fuera apoyado por Podemos. Nadie lo comentó, pero era una decisión contradictoria y casi estrafalaria en su propio enunciado: vetar el apoyo externo de Podemos a cualquier candidatura que Ciudadanos quisiera apoyar suponía -de hecho- dejar en manos de Podemos la capacidad de Ciudadanos de negociar autónomamente con cualquier partido.

El portavoz del PP Guillermo Díaz Guerra, intervino muy enojado, cargando contra quienes -dijo- le habían mentido y engañado: "He visto mezquindades, traiciones, actitudes miserables, pero todas ellas han sido superadas por la deslealtad y la mentira de personas que están en esta sala y también fuera de ella".

En cuanto al ya ex alcalde, José Bermúdez, sacó uno de los dos discursos que había preparado la tarde antes, el de perdedor, pero dedicó la mayor parte de su tiempo -estuvo un largo rato, muy por encima del que le correspondía- desgranando los aciertos de su gestión durante los anteriores ocho años, y no ahorró reproches a la forma en la que se le había arrebatado la alcaldía "Coalición Canaria ha ganado las elecciones en todos los distritos, y eso lo que quiere decir es que los chicharreros no votaron cambio, sino continuidad". Se le veía noqueado, más preocupado por mantener el tipo que por hacerse escuchar: terminó asegurando que lo único que tenían en común los tres partidos que habían forzado su derrota, "es su deseo de echar a Coalición". Y se sorprendió de que sus palabras fueran saludadas por un atronador aplauso. Desde la calle, donde una abigarrada multitud, compuesta de afiliados y simpatizantes socialistas y vecinos llegados de Ofra, el barrio de Patricia Hernández, celebraban el primer fracaso de Coalición en la ciudad donde nació.

Cuando intervino la nueva alcaldesa, lo primero que hizo fue agradecer a su barrio -y al resto de los barrios- el apoyo recibido en las elecciones. No había ganado en los distritos, es cierto, pero logró duplicar sus votos, en una remontada que ni Bermúdez ni el resto de los dirigentes tinerfeños de Coalición esperaba. A los barrios dedicó sus palabras: "Toman el bastón conmigo para que nunca más tengan la sensación de que no son parte de Santa Cruz", les dijo. Para ellos el primer guiño. El segundo para quienes la ayudaron a hacer prosperar la oportunidad del cambio "dentro de la normalidad democrática", después de cuarenta años de gobernar los mismos. Agradeció su voto a quienes habían hecho posible su elección: "gracias a Ciudadanos por la valentía de responder a la voluntad de cambio expresada por los chicharreros, y a nadie se les escapa que sin la responsabilidad y discreción de Unidas Podemos esto no hubiera sido posible". Y el tercer guiño, celebrar la llegada de una mujer a la alcaldía de la ciudad, y recordar a las tres mujeres que lo intentaron y no lo consiguieron antes que ella: Cristina Tavío, del Partido Popular, y las socialistas María Dolores Pelayo y Gloria Rivero.

Felicidad de los ganadores, amargura de los perdedores y el monumental enfado de quienes se sentían traicionados por Zambudio y Lazcano. Inmediatamente después de que la alcaldesa tomara posesión, Teresa Berástegui, desolada por la desobediencia de sus dos colegas, consciente de la división que habría de suponer para el partido la desobediencia de Zambudio y Lazcano, había pedido instrucciones a Madrid para decidir cómo proceder, como había que reaccionar, y le contestaron que anunciara la apertura de un expediente de expulsión. Lo comunicó a los medios antes de que acabara el pleno, y cuando los medios le preguntaron a Zambudio, negó que ella o Lazcano se hubieran comprometido en ningún momento a votarse a sí mismos, insistió en que no entendía la decisión de abrirle un expediente porque "puedo acreditar que no hemos incumplido los principios del partido". También le preguntaron si devolvería su acta en caso de que se materializara la expulsión. Contestó sin dudarlo: "no". Unos minutos después, Patricia Hernández confirmaba los rumores adelantados en la prensa semanas antes: nombraba a Zambudio su primer teniente de alcaldesa, concejala de Cultura y responsable de la Sociedad de Desarrollo. Y para Lazcano, Urbanismo "porque es el único arquitecto que va en la lista". Lo que Juan Amigó siempre quiso.

Al poco rato, un compungido Amigó llamó por teléfono al exalcalde Bermúdez para anunciarle que dejaba Ciudadanos, que estaba muy entristecido y avergonzado por el comportamiento de sus concejales. También llamó a Guillermo Díaz Guerra, que le creyó. El candidato del PP a la alcaldía declaró a los medios que la decisión de apoyar a la candidata socialista no había sido consultada por los concejales con los afiliados, ni con la dirección del partido, y que provocaría una espantada de gente, pensando entre otros en Amigó, cuya indignación por lo sucedido se había creído a pies juntillas.

Apenas un par de horas después, una periodista de La Provincia consiguió localizar a Vidina Espino y le preguntó por la posible expulsión de los concejales chicharreros. Espino había intentado localizar a la dirección nacional del partido para saber cómo reaccionar, pero el día de la constitución en toda España de los ayuntamientos, no era muy propicio para atender llamadas de Canarias, una hora menos. Al final, Espino acabó diciendo lo que muchos pensaban: "Lo que ha ocurrido en Santa Cruz ha sido un tamayazo, el secretario de organización del partido, Juan Amigo, se ha dado de baja hoy después de consumar ésta operación". Acababa de abrir la caja de los truenos.