La alcaldesa Goodway es una de las protagonistas de Patrulla Canina, una serie infantil de dibujos animados. Godway es la edil principal de Bahía Aventura, nieta del primer alcalde de su pueblo y tiene una mascota, la gallina Chikaletta, un bicho simpático y pizpireto. A Romeo, a punto de cumplir los cuatro años, le encanta ver Patrulla Canina en la tele de casa de sus padres. Cuando supo que su madre quería ser alcaldesa, lo primero que le dijo es que necesitaba una gallina: "para ser alcaldesa tienes que tener una gallina". A los padres les hizo tanta gracia que buscaron por todas las jugueterías de Santa Cruz, pero no la encontraron. Un día del mes de octubre, rebuscando entre sus juguetes, Romeo encontró una gallina de peluche de Ikea que nadie recordaba. Se acercó a su madre y se la dio: "es para ti, ya tienes la gallina y ya eres alcaldesa". La madre se emocionó y le dio las gracias, pero le explicó que no, que aún quedaba para ser alcaldesa, y Romeo no suelta desde entonces su gallina ni para dormir.

La mañana del 15 de junio, poco antes de salir del hotel Taburiente, frente al Parque García Sanabria, en que se habían quedado a dormir sus padres con los otros ocho concejales del partido, Romeo se dio cuenta de que la gallina se había quedado en su casa, y su padre tuvo que ir corriendo a buscarla, mientras los concejales desayunaban en grupo en el restaurante Strasse. Se la trajo y el agarró a la gallina y la llevó sin soltarla ni un minuto al salón de plenos del Ayuntamiento de Santa Cruz, donde su madre arrebataría aquella mañana la alcaldía a José Bermúdez. Romeo se sentó en las rodillas de su padre, y siguió muy serio y pensativo las incidencias del pleno, agarrado a la gallina. Cuando se cantó el voto número quince a favor de Patricia Hernández, y el pleno estalló en plausos, estrujó contra él a Chikaletta, sabiendo que él había tenido mucho que ver con lo que había pasado. Poca gente se dio cuenta, pero a veces eso es lo de menos. Lo importante es que mamá es quien manda ahora y tiene su gallina de mandar.

Centenares de personas se agolpaban en la calle esperando con entusiasmo que Patricia Hernández se convirtiera en la primera alcaldesa de la ciudad. Las cuentas estaban echadas, contaba con el apoyo de los tres concejales de Unidas Podemos y sólo se trataba de confirmar si los dos de Ciudadanos la apoyarían o no. Los afiliados y simpatizantes del PSOE arremolinados en el salón de plenos y los que esperan en la calle, también gritaron de entusiasmo cuando saltó el voto número quince. Un voto que confirmaba muchas cosas: confirmaba a Patricia Hernández como primera alcaldesa de la historia de Santa Cruz, como primer alcalde socialista de la ciudad desde la reinstauración de la democracia, confirmaba el triunfo de la voluntad de cambio en la ciudad, y confirmaba -también- la traición de Matilde Zambudio y Juan Ramón Lazcano al compromiso contraído con su partido, Ciudadanos, de votarse a sí mismos. También confirmaba la habilidad de la candidata Hernández para construir una alternativa viable al gobierno de Coalición Canaria, después de más de cuarenta años de consistorios presididos por Hermoso, Zerolo y Bermúdez. Confirmaba el compromiso y la capacidad de guardar secretos de Ramón Trujillo -luego presumiría públicamente de ello-, la perspicacia de Guillermo Díaz Guerra, que estaba seguro de lo que iba a pasar, y la ingenuidad de los negociadores de Ciudadanos al esperar hasta después de producirse los acontecimientos -ya irreversibles- para tomar medidas contra Zambudio y Lazcano.

Es curioso como ocurren a veces las cosas: Teresa Berástegui, de la comisión de pactos de los naranjas, había llamado a Bermúdez para asegurarle que sus dos concejales se habían comprometido a votarse a sí mismos. Una forma de cumplir con las instrucciones del partido, que habría permitido a Bermúdez -al no conseguir ninguno de los dos candidatos mayoría absoluta y ser la suya la lista más votada en las elecciones- revalidar su cargo de alcalde. Berástegui le explicó las dificultades que estaban teniendo, pero confirmó que su seguridad de que los concejales cumplirían su palabra: -"Tienen instrucciones muy concretas y me han dicho que van a hacer caso al partido". Le pidió al alcalde estar en la sesión plenaria, para manifestar con su presencia la posición firme de Ciudadanos contra un acuerdo con el PSOE en el que no estuviera el PP y participara Podemos. Y Bermúdez le consiguió un asiento en primera fila.

La certeza de ganar

Mientras Bermúdez y ella esperaban esa mañana, a las doce y algunos minutos, que ocurriera algo muy distinto a lo que finalmente ocurrió, Patricia Hernández y los suyos ya tenían la certeza de que las cosas irían como finalmente fueron.

Es cierto que Patricia tuvo la convicción de que iba a ganar desde el primer momento en que asumió la pelea por hacerse con la alcaldía, y que esa convicción la había acompañado incluso en los momentos más duros. Dos días antes del día de las elecciones, murió su suegra en Argentina, y su marido -Carli- tuvo que irse. Pasó sola el día de reflexión, mirando en internet parques públicos de Vigo y de Málaga, pensando en los que ella impulsaría desde la alcaldía. Nunca se dejó derrotar por las dudas, pero fue aquella noche, víspera del 15 de junio, cuando la voluntad de ganar dio paso a la certeza de que había ganado. Había recibido varias llamadas adelantadas felicitándola por su elección, celebrando ya su éxito y la derrota de Bermúdez, que aún no se había producido. Le llamaron dirigentes de Ciudadanos en Tenerife y el diputado Saúl Ramírez, colega suyo en la tertulia regional de la COPE, y hasta tres dirigentes del PP. Incluso su competidor por la alcaldía, Guillermo Díaz Guerra, que intentó sonsacarla: -"Te veo muy tranquila", le dijo, y añadió: -"Pero si ya lo tienes hecho?". Fueron esas llamadas de la competencia las que le dieron la seguridad de que la pelea había concluido. También le llamó Ramón Trujillo, de Unidas Podemos: -"Estoy viva el día antes", le dijo. -"Y si yo estoy viva es que el otro puede morir mañana."

En capilla

Se habían refugiado en el hotel Taburiente, frente a la esquina del Parque García Sanabria, en capilla todos los concejales del PSOE, unos dicen que para evitar retrasos -"si alguno se retrasa a mí me da un ataque de nervios", dijo Patricia, y otros dicen que para evitar que algún concejal pudiera ser tentado, comprado o secuestrado. Ella lo había discutido con su secretario de organización, el murguero Andrés Martín Casanova, de la Ni Pico-Ni Corto, y le había dicho también que compraran cervezas para hacer fiesta en el local del partido el día del pleno por la tarde, y que creía que debían pasar la noche los nueve concejales juntos, y al final fue que sí, y vinieron muchas parejas, una tropa feliz, convencida como ella de que el día siguiente sería el día del gran cambio.

Se quedaron, pues en el Taburiente, y fueron a cenar con sus compañeros y parejas en una tasca de la calle Doctor Guigou, y allí brindaron todos por el día después. Ni por un minuto tuvieron dudas de la victoria. Conocían la posición de los dos concejales de Ciudadanos, y aunque nunca les llegaron a confirmar su voto, lo daban por seguro. Ella creía además que esa era la posición no solo de la Zambudio y Lazcano, también del Comité Local de Santa Cruz y estaba convencida de que la Zambudio haría lo que tenía que hacer.

Estaba segura, apenas agarrada por el vértigo y los nervios por hacer algo mal, por equivocarse, por fallar. Tan segura que aquella noche, le pidió el portátil a José Ángel Martín y se puso a escribir su discurso de victoria. Solo de victoria, no cabía otra: instalada en la terraza cerrada que hay en el hall del hotel, de vez en cuando les leía trozos del discurso a los tres presentes, Marta Arocha, Tino Guzmán y Martín, y cuando José Ángel se ponía demasiado pesado corrigiendo, se abstraía pensando en estrenar su vestido de alcaldesa. Lo había comprado una semana antes en una tienda de marca de Inditex, un traje rojo vino, de guerrera. Le encantó nada más verlo: -"esto es el vestido que voy a ponerme para mandar a ATI a la oposición", se dijo. Pero luego lo pensó dos veces: -"¿Será demasiado?" Le hizo entonces una foto con el móvil y la colgó en el chat de los concejales, preguntando si era mucho para ir al pleno. -"Es un traje de superheroína", le contestó alguien. Se río: -"Un vestido de Wonder Woman no es para ser portavoz de la oposición?". Y esa frase confirmó el flechazo entre el vestido de cuero rojo y la mujer maravilla?