Fernando Clavijo esperó a las primeras reuniones de Ángel Víctor Torres antes de comenzar con las suyas. Sabía por Curbelo que Torres no contaba con los votos suficientes para poder cerrar un acuerdo y que el socialista estaba haciendo lo imposible por comprometer a Ciudadanos, que aún no había definido su política de pactos, pero ya había anunciado -lo hizo su candidata a la presidencia durante toda la campaña- que no apoyaría en ningún caso a políticos imputados por delitos de corrupción. Y Clavijo arrastraba desde hacía ya unos meses la mochila de la investigación por el 'caso grúas', que le inhabilitaba para ser un candidato viable a la presidencia. Para despejar dudas, se reunió en una cafetería de Las Palmas, en la trasera de la clínica Santa Catalina, con Vidina Espino, candidata de Ciudadanos, que le explicó la dificultad de hacer una excepción con él: "la negativa a apoyar políticos imputados es una seña de identidad de nuestro partido. No implica que creamos en tu culpabilidad, pero el partido ha mantenido siempre esa posición y no creo que vaya a cambiarla". Espino había hecho una reflexión parecida dos días después de las elecciones, en la que defendió la presunción de inocencia de Clavijo en una entrevista en La Provincia, que provocó un aluvión de críticas en redes sociales y en los medios más beligerantes. En la reunión, Espino fue más precisa, no sólo sacó el ADN del partido sobre el apoyo a imputados, también recordó la dificultad que suponía para Ciudadanos apoyar para la presidencia a una fuerza nacionalista. Clavijo, que había tenido sus más y sus menos con la candidata de Ciudadanos en su etapa como periodista, abandonó aquel encuentro pensando que le iría mejor reuniéndose con la dirección de Ciudadanos en Madrid. Organizó un viaje para verse con Villegas y, también, con el PP y establecer los pasos a seguir.

El martes 4 de junio cogió el Air Europa de las siete de la mañana para verse con José Manuel Villegas. Durante el vuelo pensó en la posibilidad de abandonar: la presión judicial por el 'caso grúas' era cada día más intensa e insoportable, sentía que todo el asunto -una denuncia de las versiones locales de Podemos y Nueva Canarias en La Laguna- se había montado para destruirle políticamente y percibía como una maniobra artera e injusta el acoso político y judicial al que había sido sometido, por un asunto en el que siempre creyó haber actuado en defensa del interés municipal. Su mujer estaba básicamente harta de la situación, de verle hacer esfuerzos más bien inútiles por no perderse la infancia de sus dos hijas pequeñas, harta de horarios imposibles, de temer lo que pudiera pasar. Y él sentía que ya había cumplido en el gobierno.

Había logrado la reforma del REF, el nuevo Estatuto y los compromisos adquiridos en la investidura: la Ley del Suelo, el desarrollo turístico de las islas verdes, el plan de inversiones para el desarrollo, el cambio de relaciones con Madrid -estropeado en los últimos meses por la censura de Sánchez?- y había logrado mejorar los resultados de Coalición en todas las islas, después de dos legislaturas en las que Rivero había retrocedido. En Tenerife, su isla, los resultados habían mejorado bastante en La Laguna y en Santa Cruz -también en el Cabildo- y Ana Oramas había logrado en las últimas elecciones volver a recuperar los dos diputados al Congreso, que Coalición solo había conseguido en sus mejores momentos.

La tentación de irse y dar el relevo a otro era muy fuerte, pero también la rabia por verse obligado a dejarlo porque Santiago Pérez hubiera logrado embarcarle en el 'caso grúas' y un partidete de diseño, con apenas dos diputados regionales, impusiera como condición para que Coalición siguiera en el Gobierno su salida como un apestado. Pensaba: "¿Y por qué tengo que irme solo porque estos me lo pidan? Me iré cuando yo quiera, no cuando me lo impongan?". En su cabeza comenzó a trazar un plan, llegar a un acuerdo con el PP en el que el PP aportara sus votos y los de Ciudadanos, y él mismo garantizara los suyos y los de Curbelo. "O eso o un gobierno de izquierdas, Ciudadanos tendrá que elegir". Ni siquiera se le pasó entonces por la cabeza que la elección de Ciudadanos incluiría sacarlo a él del Gobierno y a su partido de la Presidencia.

Había quedado con Villegas en el Gran Hotel Inglés de la calle Echegaray, a apenas dos manzanas del Congreso de los Diputados. El hotel es famoso en Madrid por su estilo art-decó y su restaurante El Lobo, transformado por el chef Willy Moya -también chef y manager de El Cucufate- en uno de los templos gastronómicos de moda en Madrid. Villegas y otros muchos diputados suelen almorzar con frecuencia allí. Pero la cita no fue a comer: se vieron en el bar del vestíbulo, el LobByto, y la reunión no duró mucho. Clavijo explicó la situación en Canarias, le contó a Villegas el estado de su investigación, y que el otro candidato presidencial -Torres- también estaba siendo investigado por un asunto de su etapa como responsable del Arena de Las Palmas, algo que Villegas parecía conocer ya. Clavijo fue directo: quería saber la posición de Ciudadanos, si estarían dispuestos a apoyar un gobierno con el PP y Coalición, y si él podría ser candidato o no. Villegas le pidió algo de tiempo para consultarlo con Rivera y la permanente del partido y darle una respuesta. "Dos días, dame dos días y te contesto", le dijo".

Las putaditas de Antona

De ese encuentro, Clavijo salió disparado al siguiente: había quedado con Teodoro García Egea para almorzar en Norte y Sur, una marisquería cerca del Retiro, próxima al domicilio de García Egea. Compartieron un arroz caldoso y la reunión dio para bastante más: García Egea dio por hecho que habría un pacto de centroderecha. Explicó que su partido ya había cursado instrucciones para que los acuerdos municipales e insulares se realizaran con Coalición Canaria y para avanzar en dirección a un acuerdo también en el Gobierno. Sin embargo, reconoció que Asier Antona estaba provocado dificultades: "Asier empieza a hacer las putaditas de siempre", dijo. Y era verdad: las noticias de Canarias resultaban alarmantes para Coalición: sobre todo en La Palma, donde Antona controlaba absolutamente el partido, y todo apuntaba a un pacto en cascada del PP con el PSOE en todas las instituciones, siguiendo el modelo ya ensayado en 2011, cuando PSOE y PP firmaron un acuerdo para compartir el Cabildo y diez ayuntamientos en la bodega del entonces presidente del PSOE palmero, Álvaro Argany, en Breña Baja.

La consejera Nieves Lady Barreto, que había ganado las elecciones al Cabildo en la isla, había llamado horas antes a Clavijo para informarle de los movimientos de Antona con el PSOE, las reuniones y los acuerdos que ya se habían cerrado, repitiendo el formato de 2011. Clavijo se lo contó a García Egea. Pero este no le dio demasiada importancia: "No hay de qué preocuparse, así está entretenido. Pero esto es el PP: al final hará lo que se le diga, sabe que si nos la juega tendrá que atenerse a las consecuencias, y no está precisamente muy bien colocado ahora", aseguró.

Clavijo planteó a García Egea lo que había ocurrido en el encuentro con Villegas, el plazo de dos días para una respuesta, y su preocupación por una sorpresa de última hora: "no tengo interlocutores de Ciudadanos en Canarias, allí no se sabe quién manda?", García Egea le dijo que no se preocupara que de Ciudadanos se encargaban ellos (eso era precisamente lo que Clavijo esperaba escuchar), que él había hablado con Villegas dos días antes y que al día siguiente la ejecutiva de Ciudadanos se había pronunciado "por unanimidad" declarando al PP "socio preferente en todas las regiones", que tenían muchas de las grandes ciudades y gobiernos regionales en juego y que Ciudadanos cumpliría con el PP, que lo que había dicho Villegas de que no se descartaba algún acuerdo puntual con el PSOE era sólo de cara a la galería.

Clavijo abandonó el almuerzo satisfecho, convencido de que las cosas estaban para ellos mucho mejor de lo que parecía, pero con la impresión de que Antona podía ser el agujero negro de toda la historia. Habló con Barragán de regreso ya a Barajas, que le llamó para comentar una reunión con mucho secretismo que Barragán iba a tener con la gente de Nuevas Canarias el día después para intentar resolver Fuerteventura, donde se estaba liando mucho la cosa. Había informaciones de una mayoría alternativa a Coalición en Puerto del Rosario, que necesitaba del apoyo de Ciudadanos y Podemos, y de que se estaba preparando una moción de censura en el Cabildo para hacer presidente al socialista Blas Acosta. Clavijo le contó a Barragán como habían ido sus citas con Villegas y García Egea: que todo estaba bien, que las reuniones habían salido como él esperaba, pero que lo que no le gustaba nada era "el caminar de la perrita". La perrita era Asier.