Ningún partido reconoce haber sufrido una derrota tras las elecciones. Es un clásico poselectoral que todos ganen, mejoren, progresen o se afiancen, de una forma u otra. En la madrugada del 26 al 27 de mayo, Noemí Santana rompió esa tradición reconociendo su fracaso. En justicia, no fue solo un fracaso local, se produjo en todo el país: Podemos sufrió un varapalo monumental, con la pérdida de hasta un millón de votos en las Europeas. En Canarias sufrió también una debacle sin paliativos: la alianza podemita con Sí Se Puede y Equo perdió en tan sólo un mes, desde las elecciones generales del 28 de abril, algo más de la mitad de sus votantes. Un desastre reconocido por una tristísima Noemí Santana, flanqueada a su izquierda por el cariacontecido Juan Márquez, antiguo competidor suyo por la secretaría general de los morados, pero a la sazón convertido en el visir principal de Santana en las guerras internas de un partido que acudió completamente roto a las elecciones, fraccionado en dos sectores irreconciliables.

Si el conflicto fratricida es una constante histórica de la izquierda española, Podemos es hoy la principal heredera de esa tradición, y Canarias un lugar donde se ha jugado a la autodestrucción desde todos los bandos podemitas: solo unas horas antes de cerrarse el plazo para la confirmación electoral de las listas regionales, el sábado 27 de mayo previo a las elecciones al Congreso, los seguidores de Meri Pita, antigua secretaria general del partido, enfrentada a Noemí, dejaron a la candidata presidencial del Sí, Podemos plantada, colocando al partido al borde de no tener lista por Gran Canaria y muy tocado en otras circunscripciones. La retirada masiva y fulminante de una docena de cargos internos del partido, afines a Pita, sin previo aviso, apurando al máximo los plazos (Santana supo lo que había ocurrido gracias a una notificación de oficio de la Junta Electoral) no fue una chiquillada: abandonaron las listas el grupo de inscritas notables enfrentadas a Santana: Carmen Valido, María del Pino Alemán, Otilia Navarro, Milagros Sosa o la majorera Natividad Arnáiz. Un acto de boicoteo bochornoso, del que Santana no quiso dar explicaciones, alegando que había que "hablar de los problemas de Canarias y no de los de Podemos".

Explicaciones no dio, pero la jugada de Pita fue rápidamente contestada: en una demostración de absoluto desinterés por los resultados de su partido, Santana recurrió -para vengarse de su antigua mentora y de los suyos-, al mismo procedimiento que ella había sufrido, la deserción masiva de sus afines de la lista municipal de Las Palmas de Gran Canaria, controlada, al igual que la mayoría de las candidaturas municipales e insulares, por los seguidores de Pita. Hasta diez candidatos de la lista de Las Palmas de Gran Canaria abandonaron a la zorruna y simultáneamente la lista, coincidiendo con la presentación de la alianza de Podemos con Equo, poco antes de acabar el plazo de registro oficial en la Junta Electoral. Dejaron a Javier Doreste, candidato a la alcaldía, con una lista vacía que hubo que rellenar -como había hecho antes Santana- con meritorios y espontáneos.

En esas condiciones de división interna y guerra sin cuartel se había enfrentado Podemos a las elecciones regionales y locales, en un contexto de desencanto con la marca por parte de los electores de izquierda, y de concentración del voto progresista en el PSOE. En la campaña, aunque sí participó en su cierre con Pablo Iglesias en La Laguna, Santana no fue a los actos de las candidaturas de los cabildos de Gran Canaria, Fuerteventura y la capital grancanaria, encabezados por inscritos de la corriente Todas a ganar 2019, elegidos en primarias frente a las propuestas de Juntas más fuertes, capitaneada por ella, y que sólo se impuso en las listas autonómicas. El batacazo fue monumental: Podemos perdió 90.000 votos -el 54 por ciento- en su lista regional, en relación con los resultados del partido en las elecciones generales celebradas un mes antes, en las que ya había perdido 30.000 votos con respecto a las anteriores.

Las caras compungidas

Así las cosas, parecían más que lógicas las caras compungidas de Santana y sus escuderos, la noche electoral. Habían sufrido una derrota sin paliativos, y el partido estaba virtualmente desecho, después de continuas peleas, insultos y guerrillas en twitter (la especialidad de Santana), y con pocas posibilidades de obtener poder local, más allá del tripartito de Las Palmas. ¿Pocas? No tan pocas: Pablo Iglesias, que aquella noche abandonó la sede electoral de Podemos en el Teatro Goya de Madrid sin decir ni pío sobre el fracaso podemita en toda España, compareció sin embargo el lunes para anunciar la intención de su partido de contribuir con sus cuatro diputados regionales en Canarias -perdieron tres- al cambio político en las islas. No puso ninguna condición al PSOE, ninguna: ni dejar fuera al cacique Curbelo, ni abstenerse de pactar con Ciudadanos. La hoja de ruta quedaba trazada.

En Ciudadanos también cocían habas esa noche: los resultados no habían logrado cubrir las expectativas. Las encuestas -muy generosas siempre con Albert Rivera- daban al partido naranja en Canarias entre cuatro y siete diputados regionales. Un sondeo, encargado por el PSOE canario cuando Sánchez y Rivera se querían, llegó a pronosticar hasta doce diputados, y en el partido se confiaba absurdamente en un efecto mágico del cambio de las normas electorales, que en 2015 habían dejado a Ciudadanos fuera del Parlamento, por faltarles un 0,04 por ciento de los votos para situarse en el tope regional del 6 por ciento. Por eso, el presidenciable histórico en las islas, el risueño Mariano Cejas, desplazado por decisión de Rivera por la periodista Vidina Espino, había decidido pelear por encabezar la candidatura regional, absolutamente convencido de que era un puesto seguro. No era sólo una cuestión de ego, también respondía al deseo del 'presidente' Cejas y su amigo Amigó de controlar la mayoría del futuro grupo parlamentario, sumando así a un diputado más por Tenerife, para evitar que la presencia de Espino diera al traste con el statu quo favorable a la mayoría tinerfeña en los órganos de dirección regionales.

Ciudadanos es un partido singular, en el que se concentra mucho poder en muy pocas manos, y las estructuras territoriales tienen poco peso en las decisiones y nombramientos. Las primarias para elegir candidatos, en las que participa únicamente una reducida parte de los afiliados, solo afectan a los candidatos principales. El resto de las listas las decide -siempre con la bendición de Madrid- el secretario de organización. Todo se había torcido para Cejas, portavoz regional del partido, cuando Madrid decidió sustituirlo como candidato principal, y por eso se planteó reforzar la presencia tinerfeña, colocándose en la lista regional.

Pero los votos no acompañaron. Ciudadanos se quedó solo con dos diputados, Vidina Espino, por la lista de Gran Canaria, y Ricardo Fernández de La Puente, por la de Tenerife. Cejas sacó menos votos y se quedó bastante lejos de entrar. Su decepción fue tan grande que al darse cuenta de que no iba a ser diputado perdió los nervios y rompió a llorar.

En la sede del partido en la calle Jesús y María de Santa Cruz de Tenerife, habilitado como local de cierre de campaña, el ambiente era de desastre absoluto, muy tenso e irrespirable, con la mayor parte de los dirigentes del partido encerrados en una sala reservada, tomando copas y digiriendo muy malhumorados los resultados. Los periodistas esperaban aburridos a que alguien apareciera y ofreciera una valoración de los resultados, pero el compungido portavoz Cejas se negaba a hacerlo: "si salgo a hablar la voy a armar, la voy a armar", amenazaba. Y fue entonces cuando se produjo un incidente presenciado por casi todos los presentes: la mujer de Cejas, Gelu, visiblemente enfadada, casi agresiva, comenzó a increpar a gritos a Espino delante de todos los afiliados: "Esto es culpa tuya, tú has provocado esto, Mariano se merecía ser diputado, tú eres una recién llegada y le has quitado el sitio, aquí no pintas nada", mientras Espino le replicaba: "Eres una maleducada, eres una maleducada".

No corrió la sangre: Teresa Berastegui intervino y se llevó a Espino de allí. Al rato fue ella la que ofreció la valoración a los medios, un canutazo rápido y escueto en el que felicitó a los socialistas por su victoria, admitió que esperaban un mejor resultado y dijo que los dos diputados de Ciudadanos se dejarían la piel para alcanzar acuerdos "desde la moderación". Poco después, Mariano Cejas se fue sin despedirse de todos. Seguía llorando: los medios contaron al día después que se fue el hombre muy afectado.

Ángel Víctor Torres es consciente de la importancia de los tres diputados de La Gomera.

Mañana, capítulo 5: El factor gomero