Año 2011: en los sótanos del centro comercial Azca, en Madrid, a poco más de cincuenta metros de distancia, conviven el bar de alterne La Sauna y la hijuela de una comisaría. Sólo cincuenta metros, esos cincuenta metros que el hijo de Casimiro Curbelo recorrió más rápido que su padre, han cambiado para siempre la historia política de esta región, demostrando que la vida es bastante impredecible.

Ocurrió la madrugada del 14 de julio, después que Curbelo, su hijo Aday y un colega universitario terminaran de cenar en el restaurante de un conocido gomero para celebrar el éxito en sus estudios. Buscando donde tomarse la última copa, los tres recalaron en un bar de chicas, en el que el hijo de Curbelo y un cliente tuvieron una discusión. Quizá fue cosa de copas -o de chicas-, pero los camareros pidieron al hijo de Curbelo que se fuera, y él recorrió entonces esos cincuenta metros para presentar una denuncia contra el establecimiento en la comisaría cercana. Antes de entrar, el chico se tropezó con dos policías a los que contó lo que le había ocurrido y que intentaron disuadirle de presentar la denuncia. No les hizo caso. Curbelo -más viejo y cauto- espero fuera unos minutos. Como su hijo no volvía, entró a preguntar qué pasaba. El encuentro de su hijo con los policías fuera de la comisaría y la espera de Curbelo en la puerta fue grabada por las cámaras exteriores de la comisaria y formó parte del sumario.

Pero lo que pasó dentro -que también fue grabado- se ha perdido. Por eso hay dos versiones. Una es de la Policía, que dice que Curbelo entró en la Comisaría, vio que habían detenido a su hijo (que entró a poner una denuncia) y entonces calificó a los policías de terroristas y agredió al agente CPN 100396 "llegando a abalanzarse sobre él y causándole lesiones consistentes en eritema en zona anterior de ambos antebrazos, zona latero-cervical anterior izquierda y dorso de mano izquierda que curó en un día sin tratamiento médico necesario".

La versión de Curbelo

La versión de Curbelo difiere, claro. Él contó que preguntó por su hijo, y que le dijeron que estaba detenido, y que al querer saber por qué, le insultaron, le calificaron de "sudaca de mierda", le increparon y finalmente le pegaron, tirándole al suelo, y rompiéndole las gafas. Fue entonces cuando su hijo les dijo a los polis que su padre era senador, a ver si dejaban de pegarle. A partir de ahí, la historia es conocida: los polis llamaron a El Mundo y la número dos del PSOE de entonces, Elena Valenciano, pidió la cabeza de Curbelo por ser un putero.

¿Pero quién decía la verdad, la Policía o Curbelo? No puedo saberse con certeza, porque nunca aparecieron las cintas que se grabaron dentro de la comisaría y que Curbelo reclamó se incorporen al sumario. Habían desaparecido misteriosamente. Es probable que unos guardias probablemente acostumbrados a cruzar ellos también los cincuenta metros entre su trabajo y el local de alterne, fueran bastante correosos con un pibe que iba a presentar una denuncia contra el bar, y luego se pasaron un poco con su padre de acento indefinible y aspecto sudamericano. Hasta enterarse de que era senador, claro. La otra opción es creer que alguien que va a presentar una denuncia, se líe a bofetadas con la poli. Y luego llegue su superpadre de sesenta años a repartir más leña: no conozco gomeros tan brutos ni de chiste, pero estamos hablando de Curbelo, cualquiera sabe.

En fin, que la denuncia contra el bar de alterne nunca fue tramitada. Alguien se ganó un guisqui gratis (o lo que le pidiera el cuerpo), Curbelo -perro viejo, ya se dijo- aceptó un acuerdo y pagó una multa para quitarse el proceso y a los medios de encima, y dejó el PSOE, y creó su propio partido. Podría decirse que el día que un camarero echó a su hijo de un local de chicas, a él le tocó la Lotería.

Pero no fue exactamente así, no fue tan rápido: primero tuvo que dimitir como senador porque se lo pidió su partido, y luego Julio Cruz, que había sido su pupilo, levanto el PSOE canario contra él para hacerse con la presidencia del Cabildo. Empapelaron La Gomera con panfletos infamantes y fue sometido a escarnio público durante meses y años Pero ocurre que La Gomera es un sitio especial, de gente con retranca, donde todos se conocen, y donde los esqueletos de cada cual se cuelgan en las puertas de las casas.

Algunos le siguieron

La mitad del PSOE gomero lo dejó tirado, pero algunos le siguieron, y con ellos y alguna gente joven montó su propia Agrupación Socialista Gomera, más gomera que socialista, más socialista que de derechas, y volvió a recorrer cada barrio y cada pueblo de la isla y barrió en las elecciones. Y apoyó el entendimiento entre el PSOE y Coalición Canaria de 2015, y cuando ese entendimiento se quebró, fue el único apoyo seguro del Gobierno en minoría de Clavijo, su leal compinche. Sacó todo el partido que pudo de ese apoyo, y consolidó un poder casi absoluto en La Gomera.

Y mucho más cerca, en las segundas elecciones locales y regionales a las que se presentó por su cuenta, volvió a ganar con mayoría absoluta el Cabildo y cuatro de los seis ayuntamientos de la isla y repitió con tres diputados los resultados que tenía cuando apoyaba al Gobierno de Clavijo. Tres diputados que sumaban 36 con la derecha y 37 con la izquierda. Tres diputados claves para cualquier gobierno. Por eso, Curbelo fue el primero de los llamados. Le llamó el propio Ángel Víctor Torres el mismo día 27, para animarle a recorrer el camino arrasado por el dinamitero Julio Cruz, pero al revés. Quedaron en verse cuanto antes.

Tenía que haber sido el tres de junio, cuando el secretario general del PSOE inició la ronda de contactos con todos los partidos -excepto con Ciudadanos, que no nombró hasta ese día su comisión regional de pactos- pero Curbelo no pudo acudir. Envió al encuentro con Torres en el hotel Iberia a la diputada Melodie Mendoza, que explicó que la Agrupación Gomera no vetaba a nadie en ningún pacto, en relación a Podemos, y puso sobre el tapete las primeras exigencias, tres compromisos políticos difícilmente asumibles para la izquierda: primero, contar con grupo parlamentario, algo que requeriría una específica modificación del Reglamento del Parlamento, a la que tanto el PSOE como el PP, Podemos y Nueva Canarias se habían opuesto radicalmente en una de las últimas sesiones parlamentarias de la legislatura recién finalizada.

La segunda, no tocar ni una coma de la Ley de Islas Verdes, una de las bichas de Nueva Canarias y Podemos, en la que el PSOE está dividido: la ley fue defendida por los socialistas de La Palma, La Gomera y el Hierro, pero no por el PSOE canario. La tercera condición era sin duda la más dramática y difícilmente asumible por la izquierda: Curbelo exigió no tocar más la proporcionalidad establecida en el nuevo Estatuto para fijar con carácter transitorio el régimen electoral canario, es decir, exigió mantener lo ya aprobado por el Estatuto, sin entrar en un nuevo debate sobre la representación. Adiós, pues, a la revisión prometida. Las propuestas de Curbelo no provocaron ninguna reacción negativa de Nueva Canarias o en la izquierda, muy crítica anteriormente con las tres exigencias gomeras. Preguntada Noemí Santana, que había asumido el rol de Juana de Arco en su crítica a la creación de un grupo parlamentario gomero ad hoc, respondió cándidamente: "Hay que hablarlo, hablando se entiende la gente".

Pero quien no tenía ningunas ganas de hablar con Curbelo era el secretario general de los socialistas tinerfeños, Pedro Martin. El mismo día del encuentro del candidato socialista con el resto de los partidos, la lió abriendo la caja de los truenos contra Curbelo en una muy dura rueda de prensa, en la que acusó al gomero de impedir con la presentación de la Agrupación Socialista Tinerfeña que el PSOE fuera la fuerza política más votada en Tenerife, y él mismo el presidente automático del Cabildo tinerfeño.

El anuncio de Villegas

Martín no mentía, pero su airada denuncia molestó lo suyo a Ángel Víctor Torres, que volvía de Madrid de reunirse con Sánchez, y acababa de declarar que había sido autorizado por su jefe para llegar a un acuerdo con Curbelo. Tras la reunión de la Ejecutiva de Ciudadanos -celebrada ese día para designar las Comisiones de pactos en toda España- y el anuncio realizado por José Manuel Villegas confirmando su preferencia por acuerdos con la derecha, Torres era absolutamente consciente de que no lograría nunca encajar un gobierno sin contar con los tres diputados gomeros.

Ciudadanos comienza a romperse. Amigó desvela su estrategia en una reunión en su casa.

Mañana, capítulo 7: La chica que siempre sonríe