La tenería de Mezque se sitúa en el poblado del mismo nombre donde Pedro Trujillo, el último curtidor de Canarias, se dejó la piel. Fuerteventura está caracterizada por una tradición milenaria: la ganadería. De hecho, sin este oficio no hubieran existido tampoco las tenerías. Es más, la gran mayoría de cuero que se creaba provenía de ese animal que conquistó la isla: la cabra, además de haber sido y es el medio de subsistencia para muchos majoreros.

Según el restaurador de Pájara, Antonio Cabrera Robayna, "las tenerías, o bien provienen de los antiguos aborígenes, los denominados mahos, cuando estos utilizaban la piel de los mamíferos para protegerse de las inclemencias del tiempo, o bien llegaron después de la conquista de los andaluces, pues era una técnica muy utilizada en el sur de Andalucía, y de ahí la palabra cordobán, de Córdoba, cuyo término está designado históricamente al cuero de cabra o macho cabrío de alta calidad, muy ligero y suave, que se obtenía mediante la curtición vegetal con sustancias especiales, entre ellas los taninos obtenidos a partir del zumaque".

En la isla majorera se continúa con la actividad hasta mediados del siglo XX, allá por los años 50, de la mano de Pedro Trujillo, quien rehabilitaría la actual tenería sobre otra construida anteriormente, siendo la única tenería de Fuerteventura donde se mantuvo el proceso hasta entonces, "puesto que en Betancuria hubo hasta tres tenerías por ser un lugar donde el agua estaba presente, fundamental para este trabajo. Cuando llegaba la piel del animal a la tenería, se le echaba sal y luego se metían en unos depósitos para su desalación y se sumergían en cal. Luego de ahí, se vuelven a lavar. Por lo cual, el agua era imprescindible", asegura Cabrera.

Un antiguo molino

La de Mezque, se sitúa a escasos metros un pozo, donde antiguamente se bombeaba el agua a través de un molino de viento americano a través de una atarjea que recorre el interior de los muros, canalizando el agua hacia los depósitos. Antonio Cabrera describe cómo eran aquellos 28 días en los que se tardaba en convertir la piel de un animal en cuero. Si no se aplicaba ningún tratamiento, la piel del animal se deterioraba con rapidez, se pudría, desprendía malos olores y podía provocar infecciones.

Antiguamente, se aprovechaba todo en la realización del cuero. Aunque parezca surrealista, "se utilizaban excrementos de perros, que contienen sales alumínicas, aportando al cuero durabilidad. De hecho, a día de hoy conservo un zurrón intacto de unos 150 años", cuenta Cabrera. Además, añade que "también se usaba el afrecho para dar elasticidad y el zumaque para dar color, como la cochinilla. El agua que sobraba de los diferentes materiales que se utilizaban servían para las plantaciones, la carne que va pegada a la piel del animal, la parte de dentro del zurrón, se lo llevaban los carpinteros antiguamente para hacer cola. Incluso, los pelos se reutilizaban para los encalados de las paredes de las casas. A día de hoy, hay hogares en Pájara que aún los conservan".

Además, el restaurador majorero afirma, que la gente mayor cuenta que en Risco Negro se concentraban muchos guirres para comer los despojos que se tiraban. "Hasta los huesos de las cabras se usaban como punzones para perforaciones en el cuero o como decoración en cerámica, entre otras funciones. El curtido de pieles fue una artesanía local y formó parte de la cultura aborigen", dijo Cabrera.