Vuelo JK5022. 20 de agosto de 2008. 14.45 horas. 154 fallecidos. 18 supervivientes. Se entremezclan las cifras que dan forma al accidente del avión de Spanair que jamás llegó a cubrir la ruta Madrid-Gran Canaria. Unos números a los que los miembros de la Asociación de Afectados del Vuelo JK5022 se encargan de poner rostros y sonrisas, nombres y apellidos, historias y rutinas. Lo hacen con tenacidad y con emoción cada año. Y ya van once.

"Ellos no murieron para que todo siguiera igual", asegura Federico Sosa, vocal de la asociación que perdió a cuatro familiares, pero que se empeña en poner voz a "todas y cada una de las víctimas y supervivientes" de aquel día fatídico. Una voz que suena más alta y más clara si cabe cada 20 de agosto, una fecha marcada indeleblemente en sus vidas.

Como cada año, la cita es ineludible en dos puntos claves de la capital:?el monumento Luces en el Vacío, en La Isleta, y la Plaza de la Memoria, baluartes de quienes se resisten a que sus familiares sean desdibujados por el olvido colectivo. Dos actos hermanos que culminaban con la tradicional misa que acogía por la tarde la Catedral de Santa Ana.

El sencillo monumento de cristal de la Plaza de la Memoria recuerda para siempre los nombres de las mujeres, hombres y niños que se dejaron su vida en esa aeronave que se estrelló cuando acababa de despegar en el aeropuerto de Barajas. Un avión que ya había abortado su primera salida por problemas que se creyeron resueltos. Pero no. En su segundo y trágico intento, falló el sistema de advertencia sonoro (TOWS) del defectuoso modelo MD-82 y la catástrofe inundó la pista madrileña.

Los años pasan y las respuestas que servirían para atenuar el dolor no llegan. "Las preguntas golpean nuestras cabezas y las responsabilidades, lejos de diluirse en el tiempo, están cada vez más nítidas dentro de la cadena de la seguridad aérea", asegura Federico Sosa. Los miembros de la asociación mantienen el firme compromiso de seguir trabajando para "lograr que se impongan en el sistema de aviación civil mejoras que resuelvan los puntos negros que provocaron la cadena de errores que originó la tragedia".

A las calurosas doce de la mañana, en la Plaza de la Memoria se reúnen medio centenar de personas que se reconocen al mirarse, que se entienden y que se abrazan con naturalidad. Se acompañan. Resisten juntas.

De riguroso negro, el violinista Sergio García interpreta el Hallelujah de Leonard Cohen, que enmudece a todos los presentes. Sin embargo, en esta ocasión hay una banda sonora que, por inusual, oportuna y poética, acapara toda la atención: la que entonan los hidroaviones que ensordecen el cielo y que siguen embelesando a los transeúntes, aunque hayan pasado ya en incontables ocasiones por encima de ellos.

El incendio que lleva días destrozando Gran Canaria y que justo ayer comenzaba a vencerse se cuela también en este homenaje. "Nos acordamos de todas esas personas que están fuera de sus casas por el terrible y voraz fuego que asola la isla, otra vez en agosto". Un mes que se presenta aciago para Federico Sosa, que aun así está seguro de que Gran Canaria "volverá a renacer demostrando su fortaleza". La misma de la que hacen gala los familiares del accidente de Spanair, que no pierden la esperanza de que un día puedan ofrecer "una rueda de prensa para comunicar que la asociación ha cumplido con los objetivos para los que nació".

Mientras siguen en esta lucha, Federico Sosa coloca una corona de rosas blancas en el monumento, de la mano del alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Augusto Hidalgo. Una señora se acerca para colocar una flor solitaria. La poesía toma las rienda del acto.

'Invictus'

Máximo Delgado, hijo de una de las víctimas, Lidia María, elige la obra Invictus, de William Ernest Henley, que en su segunda estrofa proclama: "En las garras de las circunstancias / no he gemido ni llorado. / Bajo los golpes del destino / mi cabeza ensangrentada jamás se ha postrado". Una oda a la fortaleza del ser humano que mantuvo férrea la voluntad de Nelson Mandela durante su encarcelamiento.

Ayudada por una muleta se acerca al atril Loreto González, una de las 18 personas que lograron sobrevivir al accidente que arrebató la vida a su hija Clara, cuyo recuerdo le hace emocionarse al recitar el poema En ese cielo, escrito por Ángel Company para la asociación. Sus versos evocan la continua presencia de los seres queridos que se marcharon antes de tiempo, la soledad y la compañía que todavía representan y el anhelo del reencuentro tantas veces imaginado.

Con esta emoción toma la palabra Augusto Hidalgo, que se dirige a los familiares como alcalde, pero ante todo como ciudadano de una ciudad que "siempre les ha brindado su más sincero consuelo, su cariño y su apoyo ante un inmenso dolor que prosigue a pesar del bálsamo que supone el paso del tiempo, una ciudad que nunca ha dejado de sufrir por ustedes". Hidalgo reconoce "la tenacidad y la valentía" de los afectados, "que constituyen un ejemplo a la hora de luchar contra el olvido y contra la posibilidad de que una desgracia así se vuelva a repetir".

Termina el acto con las tres principales quejas que se repiten a lo largo del tiempo: "La falta de verdad, la ausencia de justicia y el ensañamiento por parte de la aseguradora", explica Federico Sosa. Todo ello cobijado bajo el paraguas de la "desidia y la indolencia" del Estado, "que ni siquiera se ha planteado pedirnos perdón". El homenaje finaliza, la lucha prosigue.