Gustavo Matos aún no había terminado de proclamarlo presidente del Gobierno cuando su hijo, un desinquieto de melena rubia y tan solo cuatro años, le hizo el regalo al que Ángel Víctor Torres seguramente se aferrará en los momentos duros. "¡¡¡¡¡Papiiiii!!!!!", gritó el pequeño desde el palco de invitados del salón de plenos. Fue un reclamo, incluso con cierto tono de enfado, de quien no tiene edad para protocolos. Y de algún modo libró a todos en el Parlamento del corsé de las normas de conducta. Al auditorio, a los diputados y por supuesto a su padre, que difícilmente pudo haber imaginado que la persona más importante de su vida haría coro al presidente de la Cámara. "37 votos a favor, 31 en contra; Ángel Víctor Torres es el nuevo presidente...", explicaba Matos cuando el vástago del ya nuevo timonel de la Comunidad Autónoma le interrumpía el discurso y ponía así el perfecto broche de oro al día más importante en la carrera política de su padre. O de papi, que ayer se convirtió en el décimo presidente de Canarias desde la reinstauración de la democracia en España, el segundo socialista tras el histórico Jerónimo Saavedra.

Tras el grito del infante y las risas de los diputados, risas que en la bancada del PSOE se mezclaban con las lágrimas de décadas de oposición o de gobierno en segundo plano, Fernando Clavijo fue el primero en felicitar a su sucesor. El nacionalista dejó su escaño tapizado en azul, el color que distingue los asientos destinados a los miembros del Gobierno, para abrazar a Torres, que a su vez se había levantado de su escaño revestido de rojo, el color del parlamentario que no tiene cargo en el Ejecutivo. Se abrazaron en medio del pasillo que lleva a la tribuna y que separa las bancadas de los principales partidos del gobierno y la oposición.

En perfecta equidistancia entre un escaño y otro, entre esos sillones que se intercambiaron para los próximos cuatro años. Así lo prometió Casimiro Curbelo, que fue el primero en hablar en la segunda jornada del debate de investidura, reservada para los portavoces de los grupos parlamentarios que sostendrán el cuatripartito. El fundador de la Agrupación Socialista Gomera (ASG) aseguró que las plantas del Pacto de las Flores (el acuerdo de gobierno se presentó junto al Reloj de Flores de Santa Cruz de Tenerife, de ahí el sobrenombre) "echarán raíces". Y Curbelo recibía el aplauso de todo cargo y militante del PSOE presente en la sede de la céntrica calle Teobaldo Power. Incluso de quienes por acción u omisión lo empujaron a inventarse la ASG tras el vodevil que protagonizó junto con unos policías en Madrid. Entonces Ferraz sentenció a Curbelo antes de escucharlo. Han bastado ocho años para que el dirigente gomero le diera la vuelta a la tortilla. "Caminante no hay camino, se hace camino al andar", recordó en sus primeras palabras desde la tribuna de la Cámara. Palabras de Antonio Machado que le sirvieron para garantizar que el de ayer fue solo el primer paso de un largo camino pero que bien podrían valer para resumir lo ocurrido entre su salida del PSOE y su vuelta al PSOE. Curbelo, que esperó por su amigo Clavijo hasta que tuvo la certeza de que con Ciudadanos y el PP no había posibilidad de entenderse, reconoció los esfuerzos del anterior Ejecutivo, para el que tuvo buenas palabras. El líder de la ASG volvió a poner de manifiesto, aunque fuera indirectamente, lo mucho que lo separa de Podemos, a cuya portavoz, Noemí Santana, sería casi imposible sacarle un elogio al ya expresidente o a Coalición Canaria (CC). Una Santana que echó mano una vez más de ese discurso pretendidamente social que caracteriza a la fuerza política de Pablo Iglesias. Eso sí, ya sin revoluciones. La secretaria general de Podemos en el Archipiélago explicó que nada tiene de revolucionario pedir un sueldo digno y la defensa del Estado de Bienestar, con lo que la representante de "las nietas de los abuelos que pelearon para traer la democracia" podía pasar perfectamente (histrionismos al margen) por representante de la socialdemocracia sueca, finlandesa o noruega.

Más difícil le resultaría a Román Rodríguez, no tanto por su discurso como por su característica tez morena, difícilmente imaginable en un miembro de, por ejemplo, la Socialdemokratiet danesa. Por eso y porque también cuesta compatibilizar la sobriedad escandinava con la corbata que lució para la ocasión el representante de Nueva Canarias (NC). "¿No te gusta?", preguntó sin respuesta el próximo vicepresidente autonómico. Rodríguez, con toda la experiencia que les falta a sus compañeros de gabinete (presidió el Gobierno entre 1999 y 2003 bajo las siglas de CC), articuló un discurso de vuelo bajo. Ni se van a solucionar todos los problemas ni se producirán cambios radicales, dijo el nacionalista-progresista en un aviso que podría haber sido uno más de los muchos que lanzó Clavijo a lo largo de la anterior legislatura. Por eso hubo en el grupo de CC quien asintió y replicó con la mirada: "Pues claro, pues claro". Una mirada muy parecida a la que puso Ana Oramas cuando Rodríguez se atribuyó buena parte de las conquistas del nacionalismo canario en Madrid. La representante de Coalición en el Congreso esbozó varias veces una sonrisa a medio camino entre la irritación y la resignación, pero su excompañero de partido no pudo apreciarla desde la tribuna. No pudo aunque Oramas estaba cerca de Antonio Morales, al único al que la mala vista de Rodríguez le permitió intuir entre los invitados. Al presidente del Cabildo de Gran Canaria, confirmó el dirigente de NC, le brilla la calva, algo de lo que él mismo se había jactado en el rifirrafe que tuvo con la consejera insular del PP Aurora del Rosario a cuenta de sudores, bigotes, calvas y el machismo. El caso es que el destello de la cabeza de Morales lo hacía fácilmente identificable, pero más complicado era reparar en la reveladora sonrisa de la rubia Oramas.

El último turno fue para el PSOE. De hecho, buena parte del alegato de Sebastián Franquis fue más para loar al partido y su historia que al futuro Ejecutivo regional. A 1879 se remontó el portavoz del grupo parlamentario socialista para repasar a su modo los 140 años de historia de un partido que "siempre cumple su palabra". "La cumplió incluso con Primo de Rivera", bromeaba en los pasillos de la Cámara un representante del PP que aprovechó el viaje en el tiempo de Franquis para sacar a colación uno de los capítulos negros de la historia del PSOE. La chanza siguió después de que el portavoz afirmase que algunos "están donde están", en clara alusión a CC y el PP, por la "soberbia" y la "imposición". "Y lo dice alguien que tiene a Pedro Sánchez de jefe", respondía el popular desde uno de los pasillos que da al patio de la sede de la Cámara. Era un diálogo sordo pero un diálogo al fin y al cabo, un primer paso para importar al Archipiélago y sus instituciones la "cultura del diálogo" que "no ha sido asumida en toda su extensión por la política canaria". "Quizás", se apresuró en matizar Franquis tras reparar (también quizás) en que del diálogo han salido varios gobiernos con cuota socialista, sin ir más lejos los dos anteriores.

Para cuando Franquis terminó, las lágrimas ya se veían en muchos de los rostros socialistas presentes en la institución. La votación no dejó sorpresas, más allá del error de saltarse el turno de votación de Patricia Hernández o de la aún poca destreza de Gustavo Matos con el monitor de control de tiempos, que en la jornada del jueves ya le había jugado una mala pasada durante la intervención de Fernando Clavijo, quien por dos veces tuvo que esperar a que se le activara el micro.

Torres, que vistió la misma corbata que hace 15 años llevó en el vigésimo quinto aniversario de los ayuntamientos y cuyas palabras más repetidas se muestran en el gráfico de la izquierda, ya había insistido en las "tres eses" de su hoja de ruta (más justicia social, más solidaridad y más sostenibilidad), pero aun así se empeñó en un último agradecimiento. Tal vez por eso el "¡papi!" que gritó su vivaracho hijo sonó más a amonestación que a otra cosa.