El Pozo de la Cruz siempre tuvo aguas curativas. Los mayores recuerdan cómo los barcos llegaban hasta la playa de Charco Verde, en Los Llanos de Aridane, y allí permanecían un par de días cargando garrafas que luego se llevaban a Santa Cruz de La Palma para su distribución. Tampoco olvidan los que en el lugar se sentaban en unas maderas para dejar sus piernas a remojo. Aquellas historias, junto a la propia oquedad, se han ido perdiendo en el olvido.

Un grupo de personas a título individual se han empeñado en poner en valor esas aguas, demostrando sus cualidades minero- medicinales, similares en algunos aspectos al manantial de la Fuente Santa en Fuencaliente. Vecinos que ahora cuentan con el apoyo del Ayuntamiento, que en el remanente de Tesorería de 2019 ha decidido destinar una partida superior a los 10.000 euros para el cerramiento del pozo.

El primer teniente de alcalde, Mariano Hernández, explicó a esta redacción que "hemos decidido mostrar nuestra colaboración con esta iniciativa porque entendemos que al menos hay que proteger este lugar hasta que se lleven a cabo los estudios que certifiquen si las aguas de los dos pozos que hay en esta zona mantienen sus propiedades, que en un pasado no tan lejano las hicieron atractivas para tanta gente que acudía aquí para mojarse o llevarse incluso botellas de agua".

Cuando habla de pozos en plural, el edil aridanense se refiere también al conocido por Pozo de Julián, que sirvió además de abastecimiento para diferentes generaciones.

Luis Sarbelio Fernández, uno de los promotores de este proyecto de recuperación, explicó los pasos que están previstos acometer para lograr el reconocimiento de las aguas. Lo primero, es el cerramiento del Pozo de la Cruz por seguridad y para evitar cualquier tipo de contaminación de las aguas. Está al fondo de la playa, donde los bañistas no suele acercarse, pero... Necesitan además autorización de la Dirección General de Costas, ya que una de las excavaciones se encuentra en parte en dominio marítimo-terrestre.

Posteriormente, Sanidad debe certificar que efectivamente las aguas están libres de contaminantes, un aspecto determinante, a lo que se une además el análisis de Minas. Se busca que sean declaradas minero-medicinales, como ocurrió en su día con el manantial de la Fuente Santa, en la costa del municipio de Fuencaliente.

Si el resultado es favorable, se iniciará un estudio que se puede prolongar durante un año para comprobar aspectos como el caudal del pozo, parámetros físico-químicos o la calidad de las aguas. No es un proceso sencillo y tiene su coste. Y es que se quiere llevar a cabo con toda la minuciosidad para tener datos exactos con los que defender este proyecto o, por el contrario, descartarlo. Sin engañar a nadie.

Un dato importante es que hay estudios que se pueden entender científicos del siglo XIX, con las desventajas de la época para este tipo de pruebas, que certifican que las aguas son curativas, especialmente para reumatismo crónico, artritis, artrosis, psoriasis, afecciones de la piel, alergias, esguinces o recuperación de fracturas. Sus beneficios ya eran conocidos desde el siglo XIX. ¿Mantiene esas propiedades?, esa es la clave y lo que está por analizar.

Ahora bien, no se parte de cero. En el trabajo fin de grado de Fisioterapia del propio Luis Sarbelio Fernández, dirigido por Eduardo Navarro, de la Unidad de Hidrología Médica del departamento de Farmacología de la facultad de Medicina de la Universidad de La Laguna, se explica que las aguas emergen a 21 grados centígrados, por lo que son hipotermales, ligeramente alcalinas, con una mineralización fuerte. Son "aguas clorurado-sódicas, ricas en bicarbonato, sulfato y magnesio, y presentan algunas acciones farmacológicas e indicaciones clínicas similares a las aguas de la Fuente Santa".

Fueron incluso más lejos. No se conformaron con ese trabajo. Fernández y Navarro mostraron evidencias científicas de las propiedades curativas de estas aguas. Fue en el 2017. Hace apenas dos años y medio. El estudio lo presentaron en el XIX Congreso de la Sociedad Española de Hidrología Médica celebrado en Marchena, afirmando que "las aguas clorurado-sódicas del Charco Verde se comportan como estimulantes del sistema nervioso central cuando son administradas por vía oral, lo que implica su posible utilidad en diversos estados depresivos".

No fue una valoración aleatoria, nacida de la nada. Al contrario, utilizaron test con ratones, donde se deja al descubierto "una acción estimulante" que se manifiesta por el aumento de la actividad locomotora y del tono motor, así como por el "aumento de los movimientos espontáneos y del tono muscular, sin pérdida del reflejo de enderezamiento".

La clave es que las aguas no estén contaminadas. Si Sanidad lo puede certificar, el proyecto tendrá sentido. Y el pozo, también.