La Cámara regional arrancó ayer la nueva Legislatura, y lo hizo con diez nuevos escaños, más grupos parlamentarios que nunca desde 1991, hasta siete, y también nuevo presidente, el socialista Gustavo Matos. Aunque el primer pleno de un nuevo período legislativo suele ser esencialmente institucional, este tuvo más política de lo que podría pensarse. Al menos esa que se desliza entre líneas, entre los huecos que separan los escaños y entre las miradas cruzadas de unos y otros. Uno como Asier Antona y otra como Australia Navarro. No es que no hablaran, es que no se miraron.

La casualidad ha querido que sea precisamente la décima legislatura autonómica la que estrene los diez nuevos escaños de la reforma electoral. El salón de plenos del Parlamento celebró ayer su primera sesión con 70 asientos. Pero con solo 69 diputados ocupando su plaza. La ausencia la protagonizó la socialista Loly Corujo, quien seguramente pasó la noche y la madrugada del martes consultando su smartphone y la previsión del tiempo. Y efectivamente la mañana fue muy nubosa en el área metropolitana de Tenerife, y aún más en el aeropuerto de Los Rodeos, con lo que el miedo a una de las habituales cancelaciones recomendó a Corujo quedarse en Lanzarote. Por la tarde resultaría investida como nueva presidenta del Cabildo insular, un hito demasiado importante como para arriesgarse a quedarse compuesta y sin nombramiento en medio de la terminal de salidas. Así que los "motivos personales" eran al menos tan políticos como personales.

Sea como fuera, habrá que esperar para ver a sus 70 señorías haciendo honor a una reforma electoral tan aclamada por la mayoría como denostada por una minoría en nada despreciable. Hará falta para ello que las instituciones no se contraprogramen. "La culpa es de San Ginés", el antecesor nacionalista de Corujo al frente de la corporación de Lanzarote, al que había en el PSOE quien culpaba de haber urdido un maquiavélico plan que acabaría con la ya presidenta insular penando por los pasillos del aeropuerto. Pedro San Ginés contó con el mal tiempo a su favor pero no cayó en que los smartphones informan del clima minuto a minuto. Minipunto para el PSOE, que vive días de vino y rosas.

Porque en el PSOE todos eran rostros de victoria. Destacaban el del nuevo presidente de la Cámara, Gustavo Matos, y el del próximo jefe del Gobierno regional, Ángel Víctor Torres, pero todos sin excepción eran rostros de una indisimulada alegría. Acaso algo menos el de Nayra Alemán, que por el mero hecho de ser mujer se quedó sin poder ocupar una de las secretarías de la Mesa del Parlamento, el órgano de gobierno de la institución. ¿Que cómo es posible que una mujer, por el mero hecho de serlo, no pueda acceder a un cargo? Por la misma norma que, paradójicamente, trata de garantizar la presencia de mujeres en los órganos de la institución. La composición de un hombre y cuatro mujeres rompía el equilibrio entre sexos, así que al PSOE no le quedó más remedio que sacrificar a Alemán y poner en su lugar a Jorge González. Un Jorge González que apunta otro mérito a su currículum. Secretario de Organización del PSOE canario y, desde ayer, secretario primero de la Mesa de la Cámara, y todo eso solo cuatro años después de que el partido lo expulsara por sumarse al pacto con el PP en el Cabildo de la isla bonita. Toda una esperanza para otros expulsados.

Las caras de alegría en el PSOE contrastaban con la compungida bancada del PP. Es lo que tiene verse tan cerca de gobernar. Tan cerca de gobernar como ahora de la mayor revuelta interna que se recuerde. Asier Antona, presidente del PP, y Australia Navarro, secretaria general, no es que no hablaran durante el pleno. Es que ni siquiera se miraban. La nube de tensión sobre los 11 escaños que ocupan los populares era evidente, y ya para entonces había quienes deslizaban que Antona había apartado a Navarro de la portavocía del grupo. Por la tarde se esforzaron en negar que la defenestración tuviera relación con la voluntad de Navarro de ocupar la Presidencia del Gobierno en un nonato pacto con CC, pero bastó ver el rostro de aquella al abandonar la reunión de la cúpula del partido para invalidar la explicación oficial.

En lo protocolario, la excepción (cada vez menos excepción y más postureo) la pusieron los habituales que prometen el cargo "por imperativo legal", léase los de Podemos, o "por las generaciones presentes y futuras", léase Noemí Santana llevándose la mano a su vientre embarazado. Eso entre los que prometieron. Los que juraron lo hicieron sin crucifijo presente, con lo que la X Legislatura arranca más aconfesional que nunca. Quedará la duda de saber que habría hecho o dicho un eventual diputado de Vox al verse jurar sin crucifijo.