El presidente del Partido Popular (PP) en Canarias, Asier Antona, tuvo ayer un mal día. Inició las negociaciones como futuro presidente del Archipiélago y las terminó dibujando en un mapa mental una estrategia para minimizar daños de cara a la constitución de las nuevas 88 corporaciones municipales de las Islas. Libertad para que los populares pacten con quien más convenga en los ayuntamientos, pero con el freno echado. Preocupan movimientos como el que con toda probabilidad entregará hoy a la socialista, Patricia Hernández, la Alcaldía de Santa Cruz de Tenerife.

Los conservadores tienen al PSOE por su enemigo natural. Las alianzas alcanzadas por ambas formaciones en el pasado fueron experimentos con gaseosa en lo que Canarias se refiere. La Palma fue hace ocho años el mejor ejemplo. Movidos por desalojar a CC pactaron allí donde fue posible sumar mayorías. Ahora, la quiebra de las negociaciones desata las manos al PP, que no puede perder la cautela.

En Santa Cruz de La Palma, el acuerdo PSOE-PP estaba cerrado para que gobernaran los primeros hasta el momento en que CC colocó la carga de profundidad en Génova: alianza con los populares para el Ejecutivo regional y la Presidencia para Antona. A cambio, se debían revisar todos los pactos que los populares habían cerrado con los socialistas en todo el Archipiélago.

Demasiadas exigencias

Fuente de la negociación describieron un panorama con demasiadas exigencias alrededor de la mesa. Con el agravante de que el pacto debía contar con la anuencia de al menos cuatro formaciones: Coalición Canaria (CC), Ciudadanos (Cs) y Agrupación Socialista Gomera (ASG), además del PP. Antona pisó fuerte y reclamó sin éxito áreas de vital importancia como Hacienda, Turismo e Industria. Primer baño de realidad.

El segundo llegó cuando los negociadores de CC le hicieron llegar su intención de mantener las secretarías generales de los departamentos del Ejecutivo. Si de entrada se rechazaron sus pretensiones, nada coherentes con la correlación de fuerzas -once diputados, por 20 de CC-, al momento se encontró con que sería un presidente capitidisminuido, sin apenas control de la máquina de un gobierno de muchos socios.

Asier Antona no es un presidente de prietas las filas. Se mueve bien en negociaciones no lineales, de esas que hoy viajan en una dirección, mañana dan un rodeo y pasado parten de cero. Tanto es así que hasta se ha situado como serio presidenciable con unos muy pobres resultados de su partido en las elecciones autonómicas.

La contestación, tan contenida como cierta, que tiene dentro de la formación se multiplica ahora por la pérdida del caramelo de los cargos que han podido ser y ya no son. No solo en el Gobierno regional, sino también en otras instituciones que como, por ejemplo, la Autoridad Portuaria de Las Palmas dependen del Ejecutivo regional por más que la palabra última la tenga Madrid.

"Seguimos abiertos a los contactos", aseguró un Asier Antona que no podía ocultar su desencanto rodeado de Lope Afonso, Sergio Ramos y Ángel Llanos en el hotel de la capital grancanaria al que se dirigieron los negociadores del PP toda vez que el intento de cerrar el acuerdo con CC y el resto saltó por los aires.

Sin entrar en más detalles, con escasas ganas de hablar, el presidente de los populares canarios redujo sus exigencias a dos: "36 votos, que no sé si los hay", en referencia a la indefinición de ASG, "y un pronunciamiento público" sobre la existencia de esa sólida mayoría y su rol como presidente. Después, voló a La Palma, desde donde hoy sigue las evoluciones de sus compañeros en la constitución de los ayuntamientos.