El cambio climático amenaza con modificar las corrientes marinas y la producción de oxígeno en el mar y se suma así a los desafíos que representan otros grandes problemas para el futuro de unos océanos sanos, como la sobrepesca y los vertidos plásticos e industriales, según expertos consultados por Efe con motivo de la conmemoración del Día Mundial del Medioambiente el próximo 5 de junio.

Un informe publicado por el Grupo Mediterráneo de Cambio Climático del Instituto Español de Oceanografía (IEO), que recopila información obtenida durante casi 30 años de campañas oceanográficas, constata el aumento de las temperaturas marinas y de la salinidad de sus aguas, así como los graves efectos de esta tendencia en los ecosistemas: desde la modificación de corrientes marinas hasta la muerte de corales por blanqueamiento, incluyendo las dificultades para mantener el proceso de fotosíntesis, base de la cadena trófica que genera hasta el 50 % del oxígeno del planeta.

El físico del IEO Manuel Vargas, uno de los autores de este estudio, ha indicado a Efe que el Mar Mediterráneo se calienta "a un ritmo de unos 2 grados cada 100 años", una tendencia "más pronunciada" que otras grandes masas marinas, lo que está afectando a su salinidad y "podría llegar a alterar sus corrientes", ya que este incremento en las aguas superficiales "crea un fuerte contraste de temperatura y densidad" respecto a las profundas e impide que ambos niveles "se mezclen".

Sin embargo, esa mezcla es necesaria porque "las aguas profundas no tienen oxígeno pero son ricas en nutrientes" que necesitan las algas unicelulares que viven en la superficie y que generan la mitad del oxígeno de la Tierra.

El IEO también investiga en la actualidad los riesgos asociados a la fauna marina por culpa de este aumento térmico, que Vargas ejemplifica con la sardina, "una especie de agua fría que necesita una bajada de temperatura para desovar" y a la que el calentamiento impide prosperar.

Otra consecuencia del ascenso de temperaturas es la muerte por blanqueamiento de los corales en sus arrecifes, debido a la ruptura de la relación simbiótica entre el alga que convive con el coral en estas colonias submarinas.

La bióloga española María Marcos, integrante de un proyecto de restauración de corales en la Península de Malaca (Malasia), ha precisado a Efe los "devastadores efectos" de esta situación en los servicios ecosistémicos que proporcionan, entre los que se cuenta el suministro de alimento, la protección del litoral y su condición de hábitat para "el 25 % de las especies marinas".

Según datos de la ONU, el 30 % de estos ecosistemas submarinos ha desaparecido en los últimos 10 años y casi el 90 % restante podría haberlo hecho en 2050, y este proceso condena también a los pescadores locales, que ven vaciarse el ecosistema pues "como ellos mismos explican, sus abuelos pescaban más".

Esto "termina perjudicando el desarrollo socioeconómico" e incentivando técnicas agresivas como la pesca con dinamita, "procedimiento con el que obtienen más capturas a corto plazo pero que complica aún más la situación de los arrecifes".

A la pérdida de biodiversidad se suma el problema de la basura plástica en los océanos, una "invasión que no sólo produce contaminación visual" sino que, reducida a partículas casi microscópicas, afecta a "toda la columna de agua".

Un estudio publicado por el Centro Helmholtz de Investigación Ambiental de Alemania constataba que hasta el 95 % de los desechos plásticos transportados por los ríos a los océanos provienen sólo de diez de ellos, todos ubicados en Asia y África.

Uno de los efectos más desconocidos del consumo accidental de plástico en la fauna marina se da en los corales donde, "a diferencia de la muerte por obstrucción gástrica" en otras especies, el consumo de microplásticos "provoca una sensación de saciedad en la cavidad gastrovascular del coral, una falsa percepción que a la larga provoca la muerte del arrecife".

Otros problemas que afrontan mares y océanos son los efectos de los vertidos industriales, sobre todo en mares "cerrados" como el Mediterráneo, donde la renovación de oxígeno y agua es más difícil, y los de la sobrepesca que implica capturar más peces de los que nacen, por lo que las especies no llegan a regenerarse y van extinguiéndose poco a poco.

Un informe de la FAO, organización de la ONU para la alimentación y agricultura, publicado hace ya un par de años cifraba en un 90 % el porcentaje de reservas de peces hoy sobreexplotadas ya que, en los últimos tres decenios, su consumo se ha duplicado en el planeta.