La existencia de un enorme agujero en la capa de ozono (situada en la estratosfera terrestre) fue descubierta en 1985 y desde entonces se convirtió en uno de los grandes caballos de batalla de los movimientos ecologistas. Pero no solo de ellos, también de los gobiernos del planeta, que supieron reaccionar con inusual agilidad.

Solo dos años después de haberse detectado el problema se firmaba el Protocolo de Montreal, en el que 196 países y la Unión Europea pactaron la eliminación de las sustancias causantes del problema. Los resultados de aquel acuerdo no fueron inmediatos, pero ahí están: el agujero en la capa de ozono se ha reducido ya a los niveles de 30 años atrás.

El ozono es un elemento singular. Cuando se encuentra en las capas bajas de la atmósfera (en la tropósfera, donde vive el hombre) actúa como un peligroso contaminante y es uno de los objetivos a batir. Sin embargo, en las capas altas, en la estratosfera (entre 16 y 50 kilómetros de altura) constituye un potente escudo para detener las radiaciones más perjudiciales que provienen del sol.

Atrapa hasta el 99% de los rayos ultravioleta y gran parte de la radiación infrarroja. El agujero surgido en esa capa de ozono en los 80 disparó las ventas de cremas protectoras solares de alta intensidad, puesto que el sol, como advertían entonces los médicos, "quema ahora como nunca lo había hecho".

Esta grave lesión en tan decisiva capa atmosférica fue causada por algo tan aparentemente inocente como los aerosoles y las instalaciones de refrigeración, además de pesticidas y disolventes. Todos estos elementos generan gases clorofluorocarbonados (CFC), que son generados principalmente en las ciudades y tienen una larga vida.

Desde sus puntos de emisión viajan hacia los polos a través de la circulación atmosférica y destruyen el ozono en la Antártida durante los meses de septiembre y octubre "porque solo allí se dan las condiciones necesarias para la reacción química: temperaturas muy frías combinadas con radiación solar", explica Natalia Calvo, física de la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Panel de Evaluación Científica sobre el Agotamiento del Ozono.

Por este motivo, a pesar de que la capa de ozono cubre homogéneamente todo el planeta, es en el polo sur donde se concentra el agujero.

Buenas noticias, con matices

El pasado mes de septiembre, coincidiendo con el 32 aniversario de la firma del Protocolo de Montreal, se dieron a conocer los últimos resultados sobre la evolución del agujero por parte de los científicos del Servicio de Vigilancia Atmosférica Copernicus, que monitoriza permanentemente este fenómeno. La superficie del agujero está progresando a un ritmo notablemente inferior a lo habitual. Esto se traduce en que durante 2019 ha vuelto a apreciarse, una vez más, que sus dimensiones son menores y, además, también dura menos.

"Es una gran noticia para el hemisferio sur", según Paul Newman, científico jefe de Ciencias de la Tierra en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA. "Pero es importante reconocer que lo que estamos viendo este año se debe a temperaturas estratosféricas más cálidas. No es una señal de que el ozono atmosférico esté repentinamente en una vía rápida hacia la recuperación", matizó.

El problema está aún lejos de solucionarse. Según una conferencia de expertos celebrada el año pasado, la recuperación total de la capa de ozono de la Tierra no tendrá lugar hasta el año 2060 aproximadamente, cuando se restablezcan los valores existentes en 1970, antes de que surgiera el problema.

Además, los logros alcanzados presentan flecos. Se ha detectado que, pese a la prohibición mundial de productos que causan CFC, sigue habiendo puntos de la Tierra donde persisten las emisiones de este tipo de gases. "Hemos descubierto que estos gases no se han reducido en la atmósfera de la manera que esperábamos, es decir, nuevos gases CFC siguen siendo emitidos", afirma el copresidente del comité de expertos del Protocolo de Montreal, David Fahey. Por ello, se han puesto en marcha los mecanismos para averiguar "de dónde vienen esas emisiones", aunque todo apunta a determinadas regiones del este de Asia.

A pesar de todo, los científicos son unánimes al considerar que «se ha entrado en el buen camino» y todo presagia que, salvo sorpresas, la Tierra logrará cerrar con éxito lo que en su día supuso un gran desafío mundial.