El temor al Covid-19 se ha expandido mucho más rápido que el brote chino en una sociedad hiperconectada que vive a golpe de pantalla y click de ratón buscando noticias sobre el coronavirus.

Entre los bulos que se han extendido en las redes intentan hacerse hueco las claves para no alarmarse en una enfermedad que con una tasa de mortalidad fuera de China del 0,7% que incide especialmente en ancianos.

La televisión ha trasladado desde China imágenes sacadas de película con profesionales sanitarios enfundados en trajes que les aislan completamente del exterior y cuando ya ha superado sus fronteras y se han detectado los primeros positivos por coronavirus en Italia nos han enseñado a periodistas y reporteros con mascarillas y guantes generando tantas preguntas esa situación como alarma innecesaria en la sociedad. Aunque la OMS desmiente que el coronavirus se propague muy lejos a través del aire, las mascarillas son cada vez más habituales e incluso agotando existencias en algunas tiendas.

La picaresca y el intento de ganarse un dinero ha hecho que surjan decenas de ofertas de venta de mascarillas de todo tipo en mercados secundarios como son las redes sociales y las plataformas de venta entre particulares. Desde las que tienen un alto nivel de protección hasta las que se utilizan normalmente para pintar, o lijar. Un intento de deshacerse de un stock de productos que probablemente quede unas semanas abandonad en cajas y cajones.