Andrea y Catalina son dos jóvenes gallegas adoptadas. La primera acaba de cumplir 18 años y vive en la ciudad de As Burgas, la segunda tiene 23 y es de Verín. Se llevan cinco años, residen en la misma provincia y son hermanas. Pero hasta hace tres semanas no lo sabían.

La mayor, Catalina A.C., fue dada en adopción nada más nacer, en 1996, pero la pequeña, que llegó al mundo cinco años después, en 2001, mantuvo contacto con su madre biológica hasta los tres años. Fue esta, Andrea S.C., la que removió cielo y tierra hasta conocer a su hermana mayor cuando averiguó que su madre había tenido un parto anterior. Su historia daría para publicar un libro o para el guión de una película, pero Andrea, que tuvo que esperar cuatro años para conocer el nombre de su hermana, desborda emoción y necesitaba compartirla cuanto antes. Abrió un hilo en Twitter y Diario do Támega recogió su relato.

Algún recuerdo de la época que compartió con su madre biológica permanecía latente en su memoria porque Andrea adivinó con 9 años que había sido adoptada. Una noche le vino en sueños la imagen de una mujer con un bebé en brazos. La criatura se iba alejando mientras la madre permanecía. Por alguna extraña razón sintió muy adentro que aquella niña era ella. Por una compañera de colegio de origen asiático ya tenía referencias de lo que era una adopción , así que por la mañana preguntó sin más. "¿Mamá, yo soy adoptada?". Esa conversación todavía no se había producido en la familia y llegó así, de sopetón, el Día de la Madre de 2010.

Por esta llamada de su subconsciente supo Andrea que había sido adoptada en 2004, cuando tenía tres años. Su madre biológica, desesperada por no lograr una estabilidad económica que le permitiese criarla en las condiciones deseables, la había dado adopción.

Digerida esta información, con el tiempo Andrea quiso saber más. Curioseando por la casa encontró la cartilla médica de sus primeros años de vida y observó que en la información sobre el nacimiento, en la casilla de partos anteriores de la madre aparecía el número 1. Su cabeza se revolucionó entonces y no ha parado hasta encontrar a Catalina que, curiosamente, vivía a tan sólo 70 kilómetros, en Verín.

"Desde los 9 años sabía que tenía un hermano o hermana pero nada más, todo eran preguntas", recuerda. De tanto insistir, a los 14 su padre la llevó al departamento de Servicios Sociales de la Xunta pero sólo le confirmaron lo que ya sabía y la emplazaron a volver cuando cumpliese los 18 años, la edad legal para completar la información que le faltaba sobre su pasado. Esperó ansiosa cuatro años más y el 11 de marzo, a las 0.10 horas le recordó a su padre que ya era el momento.

La mayoría de edad es esa barrera simbólica que todo adolescente ansía cruzar porque representa la ampliación de derechos y libertades. En su caso, cumplir 18 suponía poder empezar a buscar, por fin, a su hermana.

Pero no resultó tan fácil ni tan rápido como esperaba. La información requería iniciar un procedimiento para solicitar la autorización de la otra parte. Al cuarto día, supo que su madre tenía 21 años cuando ella nació y que su padre, casado y con dos hijos, había renunciado a reconocerla. De su hermana le adelantaron que se llamaba Catalina y que estaba en Madrid.

Con esos datos no se resignó a esperar a la llamada oficial. Movilizó a todos sus amigos y buceó por las principales redes sociales. Incluso subió una encuesta a Instagram con la pregunta ¿Conocéis a alguna Catalina? Y una a una preguntó a las 170 personas que contestaron que sí cuántos años tenían. Se quemó la vista, dice, mirando la pantalla. Buscó a través de todas las combinaciones posibles de su nombre hasta que el novio de una amiga encontró la pista definitiva, una Catalina que era adoptada y estudiaba Farmacia en Madrid.

Presa de los nervios le pidió que le enviara una foto y, bingo: "Era clavada a mi madre en la imagen que me habían enseñado en la Xunta; no me hacía falta buscar más, sabía que era ella", relata Andrea. Esa misma noche, con el teléfono que le había facilitado su amigo, le envió un Whatsapp : "Oye tía, que creo que eres mi hermana".

Catalina, que había soñado toda su vida con tener una hermana pequeña, estaba con sus amigos cuando recibió el mensaje. "Era muy tarde y estaba con mis amigos, con esa forma de entrar por Whatsapp no me lo creí, pensé que era una broma y tardé en contestar", recuerda. En los siguientes días se fueron conociendo a través del teléfono, intercambiaron fotos y conectaron.

Diez días después, Andrea se presentó en Madrid y se vieron pro primera vez. Catalina está tan sorprendida como emocionada. "Ella llevaba años esperando por esto pero yo me encontré con todo de golpe". Reconoce que al principio "tuve miedo de no sentir nada, de verla como una extraña, pero no fue así, no sé como explicarlo pero hay una conexión increíble entre nosotras. Por fin tengo una hermana y aunque ya tenga 18 años todo lo que hago con ella es por primera vez".

Tras la visita a Madrid, llegaron las vacaciones y Catalina regresó a Verín. Se han visto varias veces y Andrea dice que con Catalina se siente "como en casa". Los padres de ambas las han apoyado en todo momento y también han conectado muy bien porque, como dice Andrea, "tienen mucho de lo que hablar".