Una historia con algo de aurinegro

La vida vuelve a brotar en Los Giles

Cuarenta y cinco años después, nace un bebé en la pequeña barriada de Bédar Los jóvenes padres han decidido educar a Enara y sus hermanos en contacto con la naturaleza.

iker

Ricardo Alba bédar (Diario de Almería)
Suenan las campanas a gloria en Los Giles, si bien la barriada de Bédar no tiene campanario ni falta le hace a la escasamente veintena de personas censadas en ella. Todo comenzó hace una semana después de cuarenta y cinco años sin alumbramientos en Los Giles. Cuatros décadas y un lustro han transcurrido sin parto de mujer en la barriada, hasta que Beatriz Mañas ha dado a luz a Enara, tres kilos setecientos cincuenta gramos y 53 centímetros de preciosidad, justo en el nacimiento de la primavera cuando las flores silvestres se hacen a los lados de las dos calle de Los Giles.
Enara, nombre vasco que en castellano significa golondrina, viene de aquella «golondrina que entró en casa, la que me hizo limpiar la pared, el suelo», cuenta Beatriz, Bea, «en aquel momento yo no sabía que estaba embarazada». Iker Urreizti, padre de Enara, vasco de San Sebastián, jugador profesional de baloncesto en equipos de la ACB hasta su retirada en La Laguna, Tenerife, conoció a Bea, a Beatriz, en Melilla, cosas de la vida. Ella estudiaba enfermería allí y allí él jugaba a baloncesto. Beatriz e Iker, buenos trotamundos, recorrieron media España según los fichajes del aro y la canasta. De ahí, que el primero de sus hijos, Andoni, naciera hace ahora siete años en Jerez, y que la segunda, Noa, viese la luz en Tenerife.A Iker le quedaba gasolina en el depósito pero no quiso alargar su carrera profesional, optó por apartarse en el momento álgido. Esta determinación desembocó en la toma de decisiones, una de ellas, tal vez la más importante, dónde fijar la residencia. Ambos coincidían en que de ciudades, nada de nada. Beatriz Mañas, sorbeña ella, punteó Sorbas en el GPS. «Decidimos afincarnos en Los Giles porque no queríamos ciudad, queríamos paz y que los niños vivan la naturaleza». Y la viven. Tal vez no sean lumbreras con la Wii, ahora bien, en fósiles, lagartos, plantas, minerales, son unos maestros los chiquillos.

En Los Giles hay Internet porque Google existe, aparte de esto, disculpen el manoseado ¿a qué dedican su tiempo libre? El padre de Enara, Iker, entrena a dos equipos de baloncesto, uno cadete y otro infantil, en Vera. Ha puesto gallinas que, por derecho propio, ponen huevos donde les place; un huerto ecológico y, por si fuera poco, ha hecho cursos de técnico de senderos de la Federación de Montaña. La mamá de la criatura, Beatriz, desarrolla su profesión de enfermera en la Residencia de Ancianos de Sorbas. Luego o al lado, está la familia. Enara, la hermosura recién nacida, pasa de los brazos paternos a los de los abuelos por parte de madre, Juanita y José Antonio, a la abuela paterna, Yolanda , y, ¡cómo no! a los de su bisabuela Isabel.

Andoni y Noa, los hermanos de Enara, están a lo suyo; entran y salen de la casa con total libertad; una gallina, puntual ella, recorre Los Giles parsimoniosamente camino de su lugar preferido. En la casa de enfrente cuelga un columpio de una parra, mientras un perrillo olisquea cuanto encuentra en su deambular. A Enara la cubren con una toquilla, el sol dice adiós y la temperatura baja. Iker habla de de vivir en armonía con lo que hay en Almería, naturaleza pura.