Jan Orfila: El coloso menorquín que llegó a jugar en la liga de Kosovo

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En las temporadas 09/10 y 10/11 formó parte del UB La Palma

Trayectoria deportiva

Jan Orfila disputó solo dos partidos en la actualmente denominada Liga Endesa, ambos con el Granada: uno en la 2005-06 y otro en la 2006-07. Luego se convirtió en un pilar, sobre todo defensivo, en varios equipos de la LEB Oro. Y sigue jugando: lo hace en su Menorca natal en el nuevo proyecto de la isla que camina por ahora en la Liga EBA. Con 31 años y un físico espectacular, espera seguir dando guerra durante mucho tiempo.

Orfila comenta que su inicio en el baloncesto es “una historia curiosa”. “Yo jugaba a tenis y a fútbol, o más bien lo intentaba. Tenía unos 6 o 7 años y fui el primer y único jugador ‘mini’ durante un tiempo entrenado por Oriol Humet en el patio exterior del colegio de Sant Lluis… Poco a poco se fue incorporando gente y al tiempo nos movimos al polideportivo que se acababa de construir”, cuenta.

Fue captado por el desaparecido Centro de Formación Siglo XXI, donde estuvo un año antes de pasar a las categorías inferiores del Joventut. Donde se asentó más fue en Granada posteriormente: “Me quedan muchos recuerdos increíbles. Fueron dos años muy importantes para mí. Mi primer partido ACB fue contra el Madrid. Me hicieron falta y tire dos tiros libres. En mi mente solo había una meta… ¡por favor, toca el aro! Da igual si fallas… Fui muy feliz”.

Su presencia rotunda se convirtió en un fijo en la segunda categoría posteriormente. Le costaba anotar, pero impedía muy a menudo que otros lo hiciesen. Inca, Mallorca, UB La Palma, Huesca… En todos sitios quedaron contentos con él. “¿Duro? No. Me veo trabajador en pista. No tengo gran talento, y lo suplo con energía. Ese gasto de energía a veces me nubla la mente y me transformo. Ahí entra el Jan un poco loco que algunos ya conocen”, dice entre risas. “Pero sí, blando no soy”, añade.

En 2013 sorprendió a todos: se marchó a jugar a la liga de Kosovo con el Trebca Mitrovice. No muchos han emprendido ese camino. Él lo hizo acompañado por el también jugador Álvaro Calvo y el técnico Israel Martín. “Fue una experiencia de humildad. Allí todo es hace 30 años. Gente aún respirando rencores y recuerdos de guerra, sueldos de 200 euros trabajando 60 horas por semana. Mucha mafia… Ves las cosas desde otro prisma”, dice. Luego ya tuvo vivencias más normales en Francia.

Su regreso a Menorca obligatoriamente tenía que hacerle feliz:  “En el plano personal no podría pedir más. Es un proyecto que una serie de personas han puesto mucha ilusión y esfuerzo por conseguir. Estoy en casa y con buen basket. Bintaufa es un escenario perfecto, y ahora solo nos toca a los jugadores trabajar, disfrutar y hacer que la gente se vaya a casa con las pulsaciones acelerados y con una sonrisa… Esperemos que sea con pocas decepciones”.

Su poderío se está mostrando en una categoría que le queda pequeña como la EBA, con 16 puntos y 8 rebotes de promedio. De momento, no tiene más planes de futuro por delante que seguir jugando al baloncesto. Y entrenando muy duro, claro.