«Lo mejor del decenio: El año en el que Iberostar Tenerife fue campeón», en SOLOBASKET.COM

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REPRODUCIMOS, al tiempo que felicitamos a SOLOBASKET.COM y a Javi Martín de la Guardia, el artículo-resumen en el que se destaca lo mejor de estos diez años de baloncesto, recordando la proeza de Iberostar Tenerife en el año 2017

Imagen de javidelaguardia Javi Martín de la Guardia (SOLOBASKET.COM)

«Era una noche de abril de 2017. Aquellas cervezas le dieron paso a una botella de ron. Y luego a una botella más. Txus Vidorreta, acompañado por todo su equipo brindaba ya borracho de nostalgia. En el balcón del ayuntamiento estaban también Félix Rodríguez y Aniano Cabrera, hijos de Pepe Cabrera o Santiago Martín y nietos de Ríos Tejera o Juan Miranda. La historia es como una letanía. Es la misma de siempre. Por eso, el baloncesto tan sólo sigue siendo un pretexto…

Apenas habían pasado dos horas de aquello y la Plaza del Adelantado estaba repleta ya. Un autobús engalanado hacía cortas las calles, en la habitual fría y húmeda noche lagunera. La nube eterna dejaba la posma de siempre. Qué más les daba a ellos. Embriagada de gloria, la afición canarista celebraba su triunfo un domingo cualquiera para el resto de la humanidad.

Sólo unos minutos antes, en el recinto vestido de Europa para la ocasión, Nico Richotti levantaba el trofeo. La primera edición de la Basketball Champions League se pintaba del amarillo y el negro del barrio de San Benito, de la cancha del Luther. Y estallaba el júbilo. Se culminaba el camino. Empezaba el idilio. El confeti con los dos colores representativos todo lo impregnaba de un suave olor. Ese que queda cuando las cosas salen bien, cuando el trabajo, pausado y lento, genera tan bonitos efectos. Cuando se anda todo el camino desde la nada, desde la reconstrucción de las fusiones nunca creadas.

Pero volvamos al tema de los muchachos, algunos de color, que bailaban de todo en la ciudad de los adelantados…En una temporada cuasi inmaculada de Copa del Rey, play offs por el título y liderato en la jornada 22, el último fin de semana del mes de abril, Iberostar Tenerife organizaba la primera Final Four de la nueva BCL. Una competición germinada al calor de los conflictos, con rivales de enjundia relativa y comandada, en aquel albor, por franceses e italianos resquemados por el ninguneo del club de los ricos del rey Bartomeu. Poco le importaba todo eso a la afición, al consejo de administración. A unos jugadores acostumbrados a las medianías del baloncesto nacional, que, de repente, se veían levantando un título, embutidos en una gorra que titulaba campeones.

Desde el gimnasio de Sibenik como idílico guiño al genio Petrovic hasta el Santiago Martín de La Laguna, una senda de victorias y kilómetros a partes iguales para enfrentar a los italianos de Venezia y a los turcos de Banvit en las batallas finales. Por el camino, quedaban atrás las históricas tablas del Alexandrio de Salónica, los dineros de Tony Parker en Villeurbanne. Desafiando los malos augurios de anfitrión, se ganaban los diligentes dirigentes canarios la opción de organizar en casa la primera edición de la novel competición. Se pintaba bonita La Hamburguesa para recibir a los cuatro equipos clasificados, a la ristra interminable de corbatas, de personalidades invitadas. La semifinal contra el Reyer de Marquez Haynes, de Bramos o del malagueño Ejim, acababa más fácil de lo planificado y con sólo 58 puntos italianos. Toda una señal del equipo canario.

Y llegaba, al fin, aquel domingo cualquiera de finales del mes de abril. Ese que nunca más sería robado de la biografía canarista. El partido decisivo no era contra rocas francesas de apuestas seguras, sino contra ocho valientes y valiosos jugadores venidos de Turquía, al servicio del comandante Filipovski y comandados por el jugón Theodore, con el sixer Korkmaz. En el alambre de las finales apretadas, Grigonis en modo MVP, el muro de Vidorreta y un triple decisivo de Davin White picando el último minuto, marcaban el preludio de aquella fiesta. 70 años y 40 minutos después, Iberostar Tenerife levantaba el primer título continental de su historia.

Un par de horas más tarde, en aquellos balcones engalanados del ayuntamiento lagunero saltaban, cantaban, reían…celebraban, jugadores que ya no están en la isla. Algunos, como el carismático Kirksay o el decisivo White han acabado incluso sus carreras. Otros, son todavía homenajeados cada vez que pisan el Santiago Martín como visitantes, como los héroes de aquel domingo cualquiera. Beirán, vestido de oro en el eterno rival; San Miguel, feliz y triunfando en su casa, acompañado del perpetuo Fran VázquezFerrán Bassas guiando nuevos proyectos en su aventura norteña, Nico Richotti como temporero de oro en Fuenlabrada o Aaron Doonerkamp, asentado ya en las tierras taronjas. Niang, probando su fortuna en fincas también cálidas. Algunos, metidos ahora en batallas de mayor empaque, serán reconocidos en algún momento, como Tim Abromaitis o Marius Grigonis. Otros, se ganan las castañas ahora al otro lado del charco, como Will Hanley en la liga urugaya. Giorgios Bogris lo echaba todo tanto de menos que ha vuelto. Todos y aquellos, se asientan para siempre en la memoria colectiva de una afición que disfrutaba como nunca, en medio de la fosca lagunera que todo lo calaba. En aquel momento y por una vez, la historia dejó de ser una letanía. Por una vez, el baloncesto fue el pretexto.