«La sonrisa permanente», artículo de José Carlos Rivero

rivero-y-chacho.
«La creatividad es un valor deportivo fundamental. Jugadores con talento creativo natural hay muy pocos, poquísimos. Lo tienen de forma innata. Por eso son una verdadera joya. Se tiene o no se tiene, si no se tiene se puede inyectar desde fuera cierta creatividad, pero no talento creativo. Esto no se fabrica y siempre será un elemento de distinción y diferenciador con respecto al resto. Si nos centramos en los jugadores con este don natural, se les debe enseñar todas las herramientas técnicas posibles para que pueda ejecutar con máxima amplitud, no limitando su poder creativo. Por lo tanto, no paralizar sus especiales y exclusivas posibilidades potenciales. También se les debe dotar de las condiciones tácticas, físicas y las actitudes psicológicas para que sus capacidades fluyan con desparpajo y atrevimiento.

En definitiva, la creatividad se puede inyectar relativamente desde fuera y el jugador en general puede mejorar en ese sentido, pero el jugador con talento creativo le sale desde dentro y el esfuerzo de los técnicos debe estar centrado en abrir la puerta, permitir que aparezca de forma constante, hacia el objetivo ideal de ser una hemorragia mágica que se escapa a borbotones, siempre en beneficio del Equipo. Estos jugadores no pueden estar atados en corto, hay que darles campo, con el riesgo de que se cometan errores, pero a la vez propiciar el protagonismo cuando el equipo tontea con la espesura, no existen las ideas o el juego es totalmente plano. Son jugadores que hacen saltar la chispa para que se haga la luz en la oscuridad de la noche.

Coincidí con él varias temporadas, justo en la cancha contigua donde yo entrenaba a mi equipo Infantil, en el patio del Colegio La Salle San lldefonso. Se me iba la vista… Allí en la cancha de al lado estaba ocurriendo algo diferente. Un chico de minibasket y luego preinfantil hacía cosas distintas, de otra forma y siempre sonriendo. Inventaba pases, muchos no llegaban a su destino, no lo entendían o ejecutaba a otra velocidad mental y con otra percepción del espacio. A mí se me seguía yendo la vista hacia allí, que me perdonen mis jugadores, creo que lo sabrán entender. Su dominio del balón y el bote eran también realizados con una naturalidad y habilidad impropia de su edad y de los fundamentos recibidos. Iba dos pasos por delante, aunque tenía compañeros que también tenían un nivel muy alto, un equipo muy bonito. Era un niño estupendo que disfrutaba jugando al Baloncesto, con unos padres todavía más estupendos, cordiales, educados que se hacían querer y siempre se mantenían en un segundo plano. Y este niño, antes, durante y al final del entrenamiento, seguía siempre sonriendo…

Ahora ya es un hombre y también de sonrisa permanente, pero la espesura de su barba nos resta poder disfrutar de toda la amplitud de su gesto más personal. Tengo el enorme privilegio de haber estado a pié de pista contemplando su talento en una etapa de formación inicial, un testigo privilegiado. Además posteriormente haber coincidido con él muchas veces, en diferentes ocasiones, con anécdotas en las que siempre ha demostrado lo sencillo, cercano y buena gente que es. Ahora últimamente, en el último año mantenemos un contacto por teléfono y en persona más frecuente, por temas profesionales, un verdadero placer.

Sí, lo han adivinado, estoy hablando de un jugador que esta temporada lo ha ganado todo con su equipo. El mejor base del Eurobasket 2015, en el quinteto ideal y medalla de oro con España. Un tinerfeño, un canario, el padre de Carmela, Don Sergio Rodríguez Gómez, el Chacho!

Por: José Carlos Rivero para BASKETMANÍA