«Cara de tonto», por Cristo Hernández
SECCIÓN: CRÓNICA AMARILLA
TÍTULAR: Cara de tonto
AUTOR: Cristo Hernández
«Me sigo mirando al espejo y todavía sigo observando la misma cara de tonto que se me quedó al final del partido de hoy entre el Iberostar Tenerife y el CAI Zaragoza, que terminó con victoria de los visitantes (66-67) en el último suspiro. Me imagino que a la gran mayoría de los más de 3.800 aficionados que hoy asistieron a la puesta de largo de los aurinegros en el Pabellón Santiago Martín les habrá pasado lo mismo.
Hay cosas que uno no entiende y, tal vez, en esto radique la belleza y grandiosidad de este deporte con respecto a otros cuyos resultados, podríamos decir, son más previsibles: un equipo que domina en el marcador, dando incluso muestras de superioridad a lo largo del periodo reglamentario de juego; al final, termina perdiendo.
Pero no nos equivoquemos. El mensaje que nos ha dejado el encuentro de hoy podría ser erróneo. O, al menos, frustrante si no hacemos una lectura adecuada del mismo, sobre todo ahora que esto no ha hecho más que empezar.
Podría pensarse que el equipo de Ruiz Lorente no hizo méritos hoy sobre el parqué de Los Majuelos (como pudimos oír en boca de algunos aficionados en el pospartido) para volar rumbo a Aragón con la victoria en la talega. Pero la realidad es otra, una realidad mucho más sencilla, al margen de cualquier tipo de grandilocuente parafernalia o puesta en escena abrumadora. El CAI Zaragoza fue un equipo práctico y acertó en aquellos aspectos en que el Iberostar Tenerife no fue capaz: el rebote y los tiros libres.
Los aurinegros empezaron dominando ambos tableros, pero terminaron el partido cediendo la zona a los embates de los Jelovac, Katic y Norel. Los canarios fallaron siete tiros libres y los aragoneses sólo dos. No hay más explicaciones.
El CAI vino a Tenerife a enmendar el error de su derrota en casa ante el FIATC Joventut en la primera jornada. Fue un equipo que siempre estuvo detrás en el marcador, que hizo la goma a lo largo de todo el partido, permitiendo que los aurinegros se marcharan varias veces de rositas hasta los diez puntos, para luego remar contracorriente a las órdenes de un Marcus Landry que terminó como máximo encestador del partido (23 puntos). Fue un equipo que, como un áspid, permaneció agazapado los cuarenta minutos aguardando a su víctima, esperando a que el Iberostar Tenerife terminara su exhibición de “jogo bonito”, para luego dar la puntilla y llevarse los dos puntos.
Porque los aurinegros demostraron hoy que son capaces no sólo de hacer frente a los mejores equipos de esta liga (el CAI es, a priori, uno de ellos), sino que pueden llegar a deleitar y entretener con un juego, muchas veces vistoso, ese “run and gun” ya característico del libro de estilo de Alejandro Martínez, adornado con grandes mates y tapones espectaculares. Pero hoy demostraron más de lo segundo, porque al final la fuerza y el potencial se desvanecieron. Le queda a uno esa sensación como cuando asiste a una gran exhibición de fuegos artificiales, sólo que hoy nos marchamos a casa con la boca abierta, pero la cara de tonto.
La temporada no ha hecho más que arrancar. Quedan todavía por delante muchas jornadas que, como todo buen aficionado sabe, vendrán cargadas de numerosas alegrías, pero también de más de un sinsabor. Como repite con frecuencia un aficionado vecino de la grada, una constante “prueba de esfuerzo” para nuestros corazones. Esta derrota de hoy debe servirnos a todos como esa gran lección que, a poco que aprendamos de ella, nos va a ayudar a comprender de lo que realmente somos capaces. Por ahora sigamos con los pies en el suelo.
¡VAMOS CANARIAS!