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El nieto del expresidente Paco Esteban, otro «fiebre amarilla»

Paco Esteban, como a todo abuelo, se le cae la baba con su nieto. Ayer acudió al partido del Santiago Martín y lo hizo acompañado de su hija, yerno y nieto. Éste lucía una bufanda aurinegra y al preguntarle a su madre para cuando le compraba la camiseta nos dijo «fuimos a comprarla pero no hay tallas para el niño», dijo. Bueno, para la foto estaba bien la bufanda, siendo lo mejor esa amplia sonrisa cuando le pregunté si era un «fiebre amarilla». «Dile que por supùesto», indicó su abuelo, una persona que dedicó unos años de su vida para representar al club de sus amores.

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Roberto y Conchy con Richi Guillén

Tati Piña me hace llegar esta foto en la que aparecen sus padres, dos canasristas y abonados, junto al pívot tinerfeño Ricardo Guillén Mendoza. El reencuentro con el excanarista fue en Mallorca, en el partido que el Palma Air Europa jugó contra el equipo de otro excanarista, Mario Cabanas.

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Trabajando que es gerundio

Mi compañera Montse Santos tuvo a bien plasmar en su objetivo este momento. Fue en el descanso del encuentro de ayer. Desde esta posición realizamos nuestro trabajo para el periódico EL DÍA y para Basketmanía. Yo hago la crónica y Paco Ruiz Mota acumula datos para plasmar, en este blog, su comentario semanal.

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El señor «YO» y yo

El señor «YO», el que controla y hace posible el concurso de PRONOS, también quiso posar para la posteridad con un servidor. «No se te ocurra publicar la foto en Basketmanía», me dijo. Y yo le respondí: «Ni loco». Desde su localidad pedía a gritos que Txus situara de «dos» a White y que jugara de base cuando Rodrigo necesitaba descansar. Vidorreta le hizo caso y estamos viendo la mejor versión de Davin.

_MSM Banquillo Baskonia.

Ellos le increparon y él les retó

Varios aficionados canasristas, situados próximos al banquillo visitante, invitaron con la manita abierta (cinco fasltas) a que Bouroussis abandona la cancha tras recibir la técnica. Con el paso de los minutos el jugador miró con cara de pocos amigos a la grada y con su cabeza les decía «¡qué pasa, qué pasa!… Afortunadamente los ayudantes de Perasovic lograron que se tranquilizara y se sentó, porque de haber seguido le hubiera caída la descalificante.