¿Se acuerdan del gran Essie Hollis?

Una leyenda del baloncesto vasco abre su caja de recuerdos. Considerado uno de los mejores extranjeros de todos los tiempos en España, trabaja como profesor de castellano y entrena a un equipo de instituto en Florida
ÍÑIGO PUERTA | FORT LAUDERDALE (FLORIDA, EE UU). ARTÍCULO PUBLICADO EN EL CORREO.ES
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La primera impresión que despierta Essie Hollis es de una inmensa humanidad. Casi dos metros de simpatía y buen humor a los que seguimos los pasos en su día a día en Florida, donde imparte clases de castellano a niños, además de entrenar al equipo de baloncesto del Instituto Taravella. Es domingo por la mañana y tiene previsto un entrenamiento voluntario de tiro, al que acude sin muchas expectativas de afluencia, mientras confiesa su rabia hacia la apatía de las nuevas generaciones. «Los chicos de ahora creen que con entrenar dos horas ya está. Esperan que todo les llegue hecho. ¡¡Me pone…!!».

Antes de que lleguen los chicos, lo tiene todo preparado. Los recortes han llegado hasta su Instituto y no puede echar mano de asistentes. Para Essie no es problema. Su trayectoria vital tuvo momentos duros desde su Pennsylvania natal, donde además de cuidar de sus hermanos pequeños, se propuso ser profesional del baloncesto. Pasó de ser un jugador casi patoso a un mago de la canasta. «Me solía llevar a mis hermanos a la cancha para cuidarles. Entrenaba hasta 14 horas al día. Incluso en los días con nieve me llevaba una pala».

El trabajo fue la base de una carrera que comenzó a despuntar en la Universidad de Saint Bonaventure, en Florida, donde colideró a su equipo junto a Jim Baron, padre del exGBC Jimmy. Todavía hoy lo considera su mejor amigo. Tras ser elegido en el nº 44 del draft, Nueva Orleans parecía el destino NBA de Hollis, pero terminó por fichar por el Askatuak de Josean Gaska en 1977, donde deslumbró con un estilo propio de un Globetrotter y destruyó todos los registros de anotación con 39,2 puntos por partido. Alcanzó una máxima de 61 contra el Joventut, en una época sin línea de tres.

Gipuzkoa disfrutó de una estrella galáctica, que despertó la afición y el amor por el baloncesto en muchos hogares. La espectacularidad de sus acciones, unida a su facilidad para anotar y aportar en todas las facetas, lo convirtieron en un mito en Donostia. «La playa me fascinaba. La mar. La gente me trató de una forma increíble. El país me encantó desde el primer día».
Mientras su acoplamiento al basket era total, Essie necesitó tiempo para asimilar costumbres distintas. «Un día decidí hacer compras al mediodía, y no había nadie en la calle. ¡Era la siesta!». Sus compañeros le ayudaron. «Iosu Pérez fue mi maestro de la vida en Europa. Me enseñaba a probar comidas, tradiciones… También Mikel Galdona, con el que mantengo una estrecha amistad, y muchos más amigos que tengo allí como Iñaki Almandoz. Son tantos que es difícil acordarte de todos. En los restaurantes a veces tenía que decir que me iba al lavabo para poder pagar la cuenta. Si no, me pagaban siempre. Me daba vergüenza».

Aunque Essie disfrutaba de su nuevo entorno, al otro lado del Atlántico la voz de Sharon le alentaba en los momentos difíciles. Junto a ella formó más tarde su familia, con el nacimiento de Kiara y Damian. «Me gastaba la mitad de mi sueldo en llamar a los EE UU. Ahora hablo casi todos los días con Damian, que está jugando en Hungría, y no gastamos ni un dólar con Skype o Viber».

Los chicos van llegando a la cancha. Sólo han venido tres, pero Essie no deja un segundo para la decepción. Saca unos bafles enormes del almacén y prepara una lista de reproducción en su móvil. Hip Hop elegante con toques de R&B será la banda sonora del entrenamiento. Al hilo de los bafles, Essie recuerda que Gaska les ponía «música y ruidos a tope para entrenar contra la presión» de las canchas foráneas.

Gaska y el ‘Helicóptero’
Josean Gaska, su entrenador y descubridor, fue un referente para Essie. «Un mago. Con esas barbas parecía que planeaba algo. Y así era. Siempre tenía un plan, estaba un paso o dos por delante. Aprendí mucho de él». En la pista, su misión era «hacer todo lo posible para ganar. Metí muchos puntos porque mis compañeros jugaban para mí». Su estilo bebió «de todos los jugadores a los que me he enfrentado. Aprendía viéndoles jugar». Su nivel técnico, unido a unas cualidades físicas innatas para este deporte, le valieron apodos como ‘Superbeltza’ o ‘Helicóptero’ en Gipuzkoa. «Me llamaban ‘Helicóptero’ por dos razones, una de ellas no te la puedo decir (risas). Decían que me quedaba suspendido en el aire, pero era que yo saltaba después, cuando los defensores bajaban». Hollis recuerda que su juego tenía tres velocidades. «Una muy rápida, otra mediana y la superlenta. Cuando atacaba, sí iba muy rápido el defensor se ponía muy nervioso. Entonces bajaba de velocidad y pasaba a superlenta, hasta que se relajaba. Entonces cambiaba a la rápida y me escapaba».

En el entrenamiento Hollis aprovecha para pulir movimientos individuales de sus pupilos. Al día siguiente, sus Trojans tienen un partido contra los vecinos Bengals, pero su foco está en mejorar a cada uno de ellos. Los chicos apenas conocen las andanzas de Essie en Europa y le tildan de estricto, de hacerles trabajar de forma honesta, de enseñarles que el trabajo es la base. Es hora de recogerlo todo.

Minutos después llegamos a la zona residencial donde vive Essie, una casa típica norteamericana, cuyo jardín linda con unos canales paradisíacos, llenos de vida animal. Un entorno apacible, con una canasta clavada en la entrada. Su mujer Sharon nos abre y atranca la puerta con un trofeo de máximo anotador de la Liga Catalana. Ya en el garaje, mueve un par de cajas repletas de placas, recortes de prensa y fotos de la vida deportiva de Essie. Su baúl de los recuerdos. «Pura historia» dice Sharon. Un salpicón de fotos. Crónicas DV de Santi Zuazua, varias portadas de la revista Nuevo Basket, un boleto con el que el Askatuak sorteaba su camiseta, pasando por álbumes con postales de San Sebastián. También algún ítem reciente del GBC.

Paso por el Baskonia
Su periplo por Italia, Granollers, Mallorca o León, entre otras localidades, tiene su lugar especial. Igual que su estancia en Vitoria, de la que guarda un gran recuerdo, con «compañeros estupendos como Iosu Pérez, López-Abril, Pablo Laso, Josean Querejeta… Los jefes de ahora eran mis compañeros entonces». Entre decenas de papeles resalta un cuaderno escrito a mano, con caligrafía intachable, que rememora todos los hitos del Baskonia, en un formato parecido a los blogs actuales, pero hecho treinta años atrás. «Ese cuaderno es puro amor», resalta Sharon. En aquel Arabatxo Baskonia estuvo dos temporadas entre los años 83 y 85. El equipo jugaba para él. Prácticamente disputó todos los minutos de todos los encuentros de la liga regular, 28 por temporada. Su media de anotación fue de 24,5 puntos por partido. Antes de su despedida, la grada de Mendizorroza lucía una gran pancarta: «Hollis quédate». No se fue lejos, pues regresó a Askatuak.

Entre esos tesoros hay fotos de sus hijos. Kiara trabaja como modelo y Damian lleva tres años de jugador profesional en Hungría, donde «acaba de obtener la nacionalidad». La mirada de Essie se enciende. «Es mejor jugador que yo. Más alto, más fuerte, salta más, tira mejor. Entrené con él desde mucha distancia, igual que Baron. Le enseñé jugar en todas las posiciones. Aún no ha explotado su potencial».

En muchas fotos Hollis comparte protagonismo con tótems del baloncesto español de los ochenta. Jugadores a los que admiró, como «Corbalán por su inteligencia, Martín por su fuerza, Epi por su tiro, Romay por envergadura… Entre los americanos, Nate Davis era increíble. O los Smith en Málaga. Saltaban como conejos». También tiene un hueco para aquéllos que mejor le defendieron como «Indio Díaz, Ernesto Delgado o Juan De la Cruz», y, sobre todo, destaca la evolución vivida en los últimos años. «Parece que habéis cogido un avión y estáis junto a EE UU. Ahora en cada equipo español hay dos Sibilios o dos Iturriagas. Los Gasol, Calderón y demás son ya muy importantes en la NBA».

En la Liga profesional estadounidense no pudo lucirse. En Detroit Pistons, Dick Vitale fue su entrenador. «Prefirió dar minutos a sus antiguos jugadores de universidad» a pesar de que Hollis promedió 33 puntos en el Training Camp.

A día siguiente, los Bengals derrotaron a sus Trojans. Lo primero que hizo Essie fue visionar el vídeo para poder corregir a sus chicos. Más tarde tuvo un rato libre para un concurso de lanzamiento de larga distancia con un amigo. Vista su superioridad, terminó lanzando desde 10 metros. A sus 57 años, clavó las últimas cuatro seguidas. «¿Te dije que perdí las visión de un ojo en un partidillo?». Genio y figura.

Un comentario en «¿Se acuerdan del gran Essie Hollis?»

  • el 11/01/2013 a las 13:00
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    Para mi de lo mas grande que he visto como persona y jugador, es una de mis debilidades Baloncestisticas…. y No me olvido de Nate Davis…. para mi, los mejores JUGADORES que he visto en persona.-

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