¡Qué grande es el BA-LON-CES-TO!

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AGUSTÍN ARIAS.

Llevo desde los 10 años (1965), cuando Juanito Miranda me fichó en el infantil Canarias, vinculado al BA-LON-CES-TO. Les digo que sigo enganchado a este deporte, cada días con mayor ilusión y queriendo aportar, a través de los medios escritos y ahora desde este modesto blog BASKETMANÍA, mi granito de arena para que la familia cestista siga creciiendo.

Imágenes como las que me facilita el CB Juventud Laguna ayudan a ser optimista. Resulta emotivo ver las caras de felicidad, incluso de responsabilidad, que ponen estos peques de la foto, en las jornadas de puertas abiertas. Quieren formar parte del club lagunero con más historia en el deporte de la canasta en Tenerife (se fundó en 1032) y por eso ni duermen la noche anterior a las pruebas, ni pueden controlar sus emociones cuando papá y/o mamá los llevan a la cancha para tirar a canasta y demostrar a los entrenadores y monitores que están preparados para ser fichados.

Afortunadamente la gran mayoría logran hacer realidad este primer sueño de sus cortísimas trayectorias deportistas. Porque este club, como los numerosos existentes en territorio tinerfeño, disponen de equipos A, B e incluso C en las categorías de formación, léase PreMini y Mini, siendo una realidad también en categorías de las canastas grandes, las de baloncesto.

Esos niños y niñas de las fotos facilitadas por el Decano nos muestran emoción, ilusión, enormes ganas… Calientan como lo hacen lo hace Luka Doncic en la NBA y asumen con todo su entusiasmo las indicaciones de los técnicos que les examinan. Cuando llega el momento de tirar al aro la responsabilidad les pesa. Anotar la canasta en ese momento es para ellos como para nuestro Nico Richotti (por citar un jugador emblemático) meter un tiro libre a un segundo del final y con empate en el marcador.

Si fallan, mueven la cabeza y se lamentan, pero ya trabajan su cerebro para que en el nuevo intento mejoren los porcentajes. Pero si logran encestar ¡¡¡Ay mi madre!!! entonces sonrién al tiempo que de reoja buscan a papá y/o a mamá en la grada para compartir tan gran momento.

Con qué poco son felices estos peques. Y si logras más de una canasta, entonces ya hay que mirar al monitor para enviarle el mensaje «ultrasensorial» con la siguiente frase: «¿De verdad no vas a fichar a este jugadorazo?»…

La historia, esta historia, se vive cada verano. Y han participado en ella el 95% de quienes en la actualidad forman parte de otras categorías, desde Infantil a Sénior. Porque todos pasamos por esas pruebas, como si de la selectividad pura y dura se tratase.

La reflexión que nos ofrece estos momentos es clara: ¡Cuanto bien hacen los clubes de nuestro deporte a la sociedad! Gente que le quita tiempo a su familia para dedicárselo a niños y niñas que ven por vez primera en esas jornadas de iniciación. Los entrenadores y monitores, los directivos y sus presidentes… Las empresas pequeñas que entienden el cometido y no dudan en colocar una valla en la cancha para ayudar a que ese club pueda seguir desarrollando tan brillante labor de formación.

Quizás sea la edad lo que me convierte en una persona encuentra la felicidad del BA-LON-CES-TO en tan corta edad de los deportistas, pero es que yo fui ese niño que buscaba formar parte del equipo de mi barrio, de mi ciudad… Y aquel niño ha permanecido cuatro décadas, sí, 40 años, escribiendo de crónicas de pequeños jugadores/as que, con el paso de los años, se convirtieron en referentes para otras generaciones. 

Hay un eslogan, de una marca de cerveza, que dice: «¡Qué suerte vivir aquí!». Pues yo lo hago mio para decir: ¡»Qué suerte hacer de mi hobby, el Baloncesto, mi profesión!